Ser gay es guay
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eduardo s. garcésA lo largo de estos últimos 40 años la homosexualidad ha dejado de ser un tabú para irrumpir progresivamente en la escena publica. No hay duda, tanto los gays como las lesbianas han salido del armario para quedarse fuera definitivamente.
La homosexualidad no es algo nuevo, pero no ha sido sino hasta tiempos sorprendentemente recientes cuando ha encontrado aceptación en la sociedad Europea. Tras siglos de represión, por fin en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo se comenzaron a demoler las barreras sociales, culturales y sexuales.
De la mano del amor libre y los alucinógenos llegó una revolución musical, artística y sexual que cambió todo. Durante esos días de psicodelia y hedonismo, la homosexualidad se hizo sentir y encontró un hueco en la sociedad, lo que permitió que tanto gays como esbianas “abandonaran los armarios” como jamás antes se había visto.
Un pasito adelante, dos atrás
Llegaron los ochenta, y con ellos el SIDA para aguar la fiesta. Los homosexuales, a los que de hecho se culpó del nacimiento de esa enfermedad por entonces desconocida, fueron marginados. Dejaron de ser un colectivo reprimido y marginado que luchaba por encontrar su aceptación social para ser un colectivo reprimido y marginado, aborrecido por muchos y temido por todos.
La falta de información fidedigna sobre el virus condujo al miedo, y de ahí a que la gente sacara cualquier tipo de conclusiones ilógicas sobre cómo se contagiaba el SIDA, conclusiones que muy a menudo hacían referencia a las “reinonas” o “sarasas”.
Esta persecución supuso en si misma uno de los acicates para las campañas por la normalización de la homosexualidad que llegarían durante los años venideros. Al forzar a la comunidad homosexual a agruparse para combatir juntos estos prejuicios, nacieron movimientos como el Orgullo Gay que ayudaron a educar a la población sobre el SIDA. Como resultado, los noventa vieron un verdadero resurgir de los buenos tiempos para los homosexuales. Tal y como sucedió en los sesenta y los setenta, algunos de los personajes mas renombrados del panorama cultural eran, una vez más, homosexuales, siendo el mundo de la moda el ejemplo más evidente. La influencia de los homosexuales era indiscutible desde las pasarelas hasta las calles de moda. Gracias a diseñadores como Jean Paul Gaultier y Gianni Versace o a músicos como George Michael y Elton John (La reinona mas descarada desde Liberace y aún así el favorito de todas las amas de casa), ser gay empezó a ser sinónimo de tener un cierto estilo.
El glamour que rodea la homosexualidad
Si a la resurrección de la identidad gay le sumamos la renovada tolerancia social existente, resulta que ahora lo “homosexual” está de moda. Muchas ciudades europeas tienen barrios gays, y están considerados como los mejores sitios para salir de marcha. Estas vibrantes, dinámicas y eclécticas zonas son el corazón de la comunidad gay: el Soho en Londres, Le Marais en París o Gaertnerplatz en Berlín por nombrar algunos. Incluso la popular serie de televisión británica "Queer as Folk" (Un gay por colega) se rodó en el barrio gay de Manchester. Otros programas de televisión, como “Queer” en Francia, donde un grupo de homosexuales siempre a la última moda le cambia el aspecto a un heterosexual poco agraciado, demuestran hasta qué punto la homosexualidad se ha convertido en una moda de masas.
Aún así, no todo es de color de rosa en el mundo homosexual. Los hombres homosexuales gozan de libertad y tolerancia, pero las mujeres homosexuales todavía se hallan a medio camino entre la tolerancia y el rechazo. Mientras los homosexuales "superguays" disfrutan de gran aceptación cultural, las lesbianas tienen que afrontar estereotipos muy diferentes y no tan cálidos. A Las lesbianas de hoy en día se las pinta como mujeres amargadas, feministas radicales, siempre enfadadas y nada glamurosas. Se las encasilla como mujeres políticamente egoístas, mujeres resentidas con las piernas llenas de pelos que odian a los hombres. Pero a la vez, aunque parezca algo raro, la idea de dos mujeres juntas es contemplada como algo atractivo por un gran numero tanto de hombres como de mujeres. Fantasear con lesbianas es algo casi innato para la mayoría de los hombres heterosexuales. Pero tanto los tópicos como estas últimas imágenes están más próximas de la fantasía que del mundo real, ya que hay lesbianas, al igual que cualquier otro colectivo sexual, de todos los tipos, colores y creencias o ideas. No hay sólo marimachos con el pelo rapado o rubias explosivas del imaginario popular masculino. Las lesbianas de carne y hueso se hallan en algún lugar entre esos dos extremos.
Cabe añadir que la forma en la que los homosexuales son vistos no ha experimentado una transformación tan radical como a primera vista pudiera parecer, todavía se les ve como “diferentes”. Es cierto que disfrutan de tolerancia, aceptación social y libertad de expresión como nunca antes, pero esto no significa que los prejuicios existentes hace menos de veinte años se hayan evaporado. Mientras que los homosexuales abandonaban los armarios, los que se oponían visceralmente a la liberación de gays y lesbianas han encontrado su propio armario donde esconderse. La homofobia de los ochenta aún existe, pero ahora es tan tabú como la homosexualidad que tanto criticaban en el pasado. Como dijó Bob Dylan en los sesenta “los tiempos están cambiando”, y parece que para los homosexuales de toda Europa los tiempos han cambiado para mejor.
Translated from Camp is cool