La Cámara de los Lores: ¿me debería importar la cámara alta del Parlamento británico?
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Marcos SánchezLa segunda cámara del Parlamento británico, la Cámara de los Lores, cada vez acapara más portadas y titulares. ¿Hasta qué punto y por qué me debería importar la cámara parlamentaria y su futuro? Se necesita un gran cambio para que la institución recupere la confianza de los políticos y de los ciudadanos. He aquí una explicación para los lectores del otro lado del canal de la Mancha.
La Cámara de los Lores. Suena bastante bien, ¿verdad? Con esos aires aristocráticos y esas vestimentas tan elegantes que llevan. Pero ¿por qué habría que preocuparse por la cámara, tanto si somos británicos como si no?
Este asunto ha cobrado gran importancia recientemente, ya que la Cámara de los Lores ha dejado en ridículo al gobierno conservador de David Cameron al impedir que este aprobase un proyecto de ley de recortes al crédito fiscal. Pero antes de que analicemos por qué esto ha suscitado tanta polémica, deberíamos repasar rápidamente cómo es el singular sistema político del Reino Unido.
¿Qué es la Cámara de los Lores?
El actual sistema político se remonta al siglo XIV y está compuesto por dos «cámaras» separadas, conocidas a día de hoy como la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores. La Cámara de los Comunes, elegida cada cinco años mediante sufragio universal, es el principal órgano legislativo del Gobierno. Hoy en día, la Cámara de los Lores actúa principalmente como organo consultivo, pero su nivel de responsabilidad y de poder ha cambiado durante los años. Son precisamente sus ambiguas competencias legislativas las que han avivado la polémica.
Actualmente la cámara está compuesta por 760 miembros e incluye una llamativa mezcla de actuales miembros del Parlamento, obispos y representantes del mundo del deporte, de la educación, de la sanidad, etc. La mayoría de ellos ostentan un título vitalicio; es decir, son elegidos a dedo y no por mandato democrático, siendo dicho privilegio lo que les garantiza ser miembros de la cámara de por vida.
A estas alturas, debes de estar suspirando (o bostezando), preguntándote de nuevo por qué es importante todo esto. El caso es que la cámara se ha visto salpicada por la polémica con el paso de los años y, para muchos, no es más que una institución que ya no es relevante en el actual marco político. El pasado agosto, un miembro de la Cámara de los Lores, lord Sewell, se vio obligado a renunciar, debido a un incidente relacionado el consumo de drogas y prostitutas. Lo que fue particularmente irónico fue el papel del señor Sewell como supervisor de las normas de la Cámara de los Lores.
Otro asunto de gran complejidad que afecta a la Cámara es su función en la toma de decisiones políticas. Y es aquí donde viene a colación la reciente votación contra el proyecto de ley del Gobierno de recortes al crédito fiscal. Se trata de una cuestión muy complicada, sobre todo porque estos recortes sociales no eran vistos con buenos ojos, ya que se temía que afectaran a las personas más desfavorecidas de la sociedad.
De hecho, el canciller George Osborne revocó en última estancia las propuestas, aunque él y David Cameron siguen bastante molestos por la intromisión de la Cámara de los Lores en este asunto, que consideran anticonstitucional. Boris Johnson, alcalde de Londres y miembro del partido conservador, calificó la intromisión de los lores de «pasarse de la raya». Sin embargo, el portavoz de la Cámara de los Comunes hizo hincapié en que no se ha producido «ninguna incorrección en el proceso».
¿Qué se debería hacer?
Desenredar toda esta complejidad no es tarea fácil. Sería ingenuo desestimar dicha institución histórica, basándose en el argumento de que cuesta comprenderla. Sin embargo, lo que está claro es que se necesita una gran reforma si la Cámara de los Lores pretende recuperar el respeto tanto del Gobierno en funciones como de la opinión pública, que no está bien informada y tampoco está muy interesada en lo que sucede con la institución.
Siempre debería haber lugar para que los órganos consultivos desafíen la norma política. ¿Pero acaso la Cámara de los Lores es la herramienta adecuada para esto? Una de las opciones es la de reformar: empezar por prescindir de títulos nobiliarios y vitalicios, para darle a cada persona un periodo de tiempo específico en el que puedan demostrar su valía en la política y en los asuntos públicos. Reducir el número de títulos vitalicios podría ser un paso más allá. No obstante, reformar una tradición tan antigua siempre será una tarea difícil.
Si se observan los sistemas parlamentarios de otros países de Europa, se puede obtener una mayor percepción. En Francia, por ejemplo, el Senado —o «la cámara alta»— es elegido por oficiales llamados grands electeurs. Estos incluyen miembros de la Asamblea Nacional, elegida democráticamente, junto con concejales de las diferentes regiones y departamentos.
El Bundesrat, la cámara alta alemana, es bastante más pequeña que la Cámara de los Lores, con tan solo 69 miembros, aunque esta sí que tiene una función de gran importancia al tener que aprobar la legislación del Bundestag. En este caso, son los gobiernos regionales los que eligen a los miembros de la cámara.
Ambos casos destacan en comparación con el Sistema británico, en el que un órgano no elegido e independiente toma decisiones en cuanto a los títulos nobiliarios. ¿Habría espacio en Reino Unido para un órgano elegido directamente o para una segunda cámara elegida indirectamente?
Es posible, aunque por ahora lo que está claro es que los sistemas electorales tanto en Francia como en Alemania se han desarrollado a partir de la agitación política de sus diferentes contextos históricos, por lo que la transferencia de un sistema parlamentario extranjero no tendría ningún efecto. Sin embargo, lo que sí es cierto es que si la Cámara de los Lores quiere recuperar la confianza de la clase política y de la opinión pública en los años venideros, tendrá que someterse a un drástico proceso de transformación.
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This article was published by our local team at cafébabel London.
Translated from The House of Lords: Should you care about the UK's second house?