El futuro siempre está en otra parte
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Yasmina Casado GonzálezNunca estamos en el lugar adecuado en el momento adecuado: el futuro siempre está en otra parte.
Aquel día en Amán lo comprendí: siempre estamos fuera de lugar. Ousama, un muchacho que conocí en el hostal, lo dijo sin miramientos: "cuanto más pienso en Jordania, más convencido me hallo de ello".
"¿De qué?", le pregunté.
"De la imposibilidad de emprender nuevos proyectos aquí, en Oriente Medio, en Jordania. Sin importar de la naturaleza de dichos proyectos. No hay posibilidades, le pays va mal, la economía no se recupera, de hecho, nunca se desarrolló. La economía islámica es un engaño, no hay petróleo, el turismo es prácticamente inexistente. Hay demasiados pobres, desempleados e inadaptados sociales. Todo el mundo contrae matrimonio para llenar su vacío existencial, sin tener en cuenta las consecuencias, sin planear nada. El miedo a un nuevo conflicto paraliza al país: nadie piensa realmente en el futuro".
“¿Qué vas a hacer?”
"Me siento abrumado. Lo dejo todo atrás. Me marcho. Quizá a Inglaterra. O a Quebec".
Así que pienso en la vieja Europa. Nuestro pequeño continente se ha refugiado en sí mismo. Donde el mero hecho de ser joven es un defecto. Donde los sueños han ido menguando hasta ocupar a penas un par de metros cuadrados. Donde la inestabilidad geográfica, la incapacidad de planear y la anxiedad generacional prevalecen. Donde debes trabajar si estudias, y estudiar si trabajas. Donde el cretinismo económico nos ha arrebatado nuestra humanidad y espontaneidad. Donde empezar una familia es cosa de ricos o de gente pobre e irresponsable. Donde si sueñas grande eres estúpido, y si no sueñas eres débil. Donde los ministros, los "dinosaurios", desconectados del mundo real, hablan y actúan de forma imprudente. Una magnífica localización, hecha trizas por la incapacidad y abominación de la clase política al completo.
Me siento algo melancólico, pero lo cierto es que no es el momento. Por otro lado, nunca es un buen momento para estar triste. No existe el momento adecuado para condenar un estado objetivamente negativo de las cosas.
Nunca estamos en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Y entonces pienso en algunos de los países "desarrollados", donde la mayoría de las cosas no están bien. Por ejemplo, recuerdo aquella vez en Casablanca en la que tuve que pagar 5000 dirhams (unos 500 euros) por una simple revisión rutinaria en un hospital. Llegué a casa pensando: "esto no sucede en Italia". Recuerdo las ciudades de chabolas en Marrakech, los refugios beduinos en Palestina, la pobreza en Latinoamérica, la violencia en Jerusalén. Está bien saberlo, es bueno verlo.
Entre nosotros y ellos hay un espacio insalvable; no tiene sentido negarlo, es imposible no darse cuenta de ello.
Sin emabrgo, allí, a las generaciones más jóvenes no les da miedo vivir ni arriesgarse, no tienen miedo del mañana. Son muchos, fuertes, resueltos. La sociedad los valora y ellos son conscientes de su papel. Sin ellos, no existe un futuro o un presente.
Basta con subirse a un autobús para darse cuenta de ello: allí todos están por debajo de los 30 años, aquí la multitud está repleta de cabezas blancas. Allí trabajan, estudian y tienen hijos al llegar a la veintena. Los jóvenes ayudan a los ancianos, y no al revés.
El obstáculo social es enorme, pero la fuerza que se opone a ello es igual de incisiva.
Aquí nos derrumbamos, allí ningún artífice resiste; la bomba ha estallado, el conflicto ha surgido.
Quizá a nosotros nos da miedo la guerra, a ellos les da miedo una paz ficticia.
Quizá a nosotros nos da miedo la revolución, a ellos les da miedo la lenta y persistente involución.
Quizá a nosotros nos da miedo perder lo que nos queda de riqueza, ellos están determinados a crearla cueste lo que cueste.
Quizá nosotros queremos ser como ellos y ellos como nosotros.
Observo Amán desde la cima de la montaña.
Miro a Ousama, que quiere marcharse.
Suspiró y le digo:
"Tómatelo con calma; el futuro siempre está en otra parte".
Translated from Il futuro è sempre altrove