Yihad, el musical: sonrisas contra el terror
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marta palacínUna parodia de la yihad islámica en forma de musical acapara la atención internacional en el Fringe, el festival de teatro alternativo de Edimburgo
Un malabarista se me acerca. Parece interesado en hacerme participar en su espectáculo. Me encuentro en el centro de Edimburgo, frente a los majestuosos jardines de Princess Street. Y no me queda otra opción que participar. Pronto, me veo rodeado por turistas de todas partes en un escenario improvisado. Comienza el espectáculo. Cuchillos, saltos, malabares y sobre todo muy buen humor. No sea que el público se vaya sin dejar una buena propina. Después de una agradable exhibición, el artista callejero se despide con aplausos. El Fringe ya está aquí; será cuestión de ponerse al día.
Primer éxito: en Youtube
Entre todos los espectáculos que nos esperan, hay uno que acapara toda la atención mediática: Yihad: El musical. El nombre ya invita a la polémica. Con más de 150.000 visitas en Youtube del número estrella de la comedia -“I wanna be like Osama”-, la prensa internacional calienta el ambiente desde hace días. Los hay que han llegado a pedir a Gordon Brown que elimine la obra de la programación del festival. ¿Tan políticamente incorrecta es como para herir sensibilidades? ¿O quizá no es más que un musical más dentro de la satírica programación del Fringe? Corremos a descubrirlo y salimos algo decepcionados. La obra se representa en un pequeño escenario de Chambers Street, entre la famosísima Royal Mile y la pequeña estatua del legendario perro Bobby, y no arrastra una gran audiencia. Puede que hayamos elegido el día equivocado, pero el poco atractivo del escenario -mucho menos sugerente que Underbelly, una vaca gigante inflable que hallamos en Bristo Square- y la escasa promoción del musical por las calles de Edimburgo explican la poca asistencia.
La trama nos ubica en un pueblo perdido de Afganistán. Un lugar donde la presunta “liberación” norteamericana apenas ha inmutado la vida de los autóctonos. Los talibanes puede que ya no gobiernen, pero las expectativas de futuro siguen siendo más bien escasas. Uno de los ciudadanos sin esperanza es Sayid, un joven no muy espabilado que -seducido por una chica- viajará a Occidente en busca de una “vida mejor”. Engañado, llegará a Estados Unidos con la esperanza de hacerse famoso, pero sólo encontrará una célula terrorista que tratará de convencerle para que se inmole por la causa islamista en un gran atentado. Una reportera americana más preocupada por la fama y el maquillaje que por la seguridad de su país y un terrorista que envidia el reconocimiento mediático de Osama Bin Laden completan el cóctel de esta comedia musical.
Aburre más que enfada
La ironia está presente en toda la función, pero la compañía teatral no llega tan lejos como se podria esperar. Ni la crítica duele ni las canciones están a la altura de las expectativas generadas. El público disfruta y los actores suplen la falta de recursos técnicos con mucha imaginación. Pero por mucho que algunos espectadores musulmanes abandonasen la función, lo hacían más por aburrimiento que por enfado. Y si lo que se pretendía era provocar, éste no es un buen síntoma. Sea como fuere, el espectáculo se mira con una sonrisa en la boca y la recreación deliberadamente kitsch de los conflictos internacionales -con burkas rosas, incluidos- resulta muy acertada. El amor por el dinero es tan grande en Occidente como en Oriente. Esto es lo que parece que quieren decirnos los creadores del espectáculo. Y no lo hacen mal.
En cualquier caso, el Fringe no acaba aquí. Con más de mil espectáculos diarios, la programación resulta inabarcable. Obras como Rock & Roll Penguin -de la compañía de mimos japoneses Gamarjobat- o Debbie Does Dallas -un musical que parodia las películas porno americanas de los setenta- hacen llorar de risa.
Foto texto: Se admiten dibujos animados (2007 Kingsnorth and Clements Limited)
Un espectáculo respetuoso
Aunque puede que el Festival de Teatro Alternativo de Edimburgo sea un foro ineludible para llamar la atención sobre cuestiones políticas, el hecho de que actores, autores y compañías más experimentados no suelan estar presentes allí, unido a la ausencia de una cobertura significativa por parte de los medios internacionales, implica que es muy difícil hacer llegar cualquier mensaje más allá de la efímera agitación producida por la publicación de una crítica entusiasta.
Sería difícil calificar a Yihad: el musical de gran obra teatral, pero al menos cumple lo que promete: se trata de una entretenida obra satírica que utiliza el formato del típico musical de Broadway para conseguir llenar la sala. ¿Hay alguien que considere seriamente que los autores son expertos en el Afganistán contemporáneo, en terrorismo internacional, en teología islámica o en hacer volar grandes edificios en América? Yo, en cambio, consideraría la posibilidad de darles un montón de dinero y consejos para afinar y pulir el espectáculo representándolo a continuación en el West End de Londres durante seis meses y luego durante cinco años en algún teatro de tamaño medio en Nueva York.
La historia sería bien distinta si se representase Yihad: el musical en Bradford (un importante centro para los integrantes más tradicionalistas de la comunidad islámica del Reino Unido) o en un teatro cercano al emplazamiento del World Trade Center en Nueva York. Pero el furor resultante sería sólo una consecuencia de la inapropiada yuxtaposición del espectáculo con escenarios que no son representativos de su verdadero mercado: la polémica no es siempre la mejor forma de abarrotar teatros.
No hay nada fundamentalmente (disculpen el juego de palabras) irrespetuoso hacia el Islam en Yihad: el musical. Por ejemplo, resulta sorprendente que los personajes femeninos que llevan velo lo conserven todo el tiempo y que vayan vestidos de forma discreta. En mi crítica de la obra para la revista The Stage puedo usar una frase como ‘sensual y seductora tras su velo’ con la tranquilidad de no estar traspasando ningún límite moral que sea importante para los musulmanes. Es más, el protagonista actúa de forma encomiable cuando abandona Afganistán, su empobrecida patria, en busca de una vida más digna en la Gran Manzana sin sacrificar para ello ninguno de sus valores tradicionales.
Nick Awde es crítico teatral para The Stage y autor de Women in Islam
Traducción: Matías Garrido García
Translated from Jihad: the Musical