Vivir en Berlín: pobre pero (creativamente) rica
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elena gonzalezEl dinero y la crisis no están en la agenda de los habitantes de la capital alemana, que se pueden centrar en cosas diferentes, como el arte. “Ser pobre no mola, pero está bien” es la frase de la calle, lo que suena muy prometedor para alguien de Bulgaria, oficialmente el país más pobre de la UE, donde la falta de recursos nunca puede ser una virtud
En Berlín, las relaciones no se basan en el dinero. El tipo de cambio más común es de libre espíritu. Uwe Gössel une a jóvenes profesionales del teatro de 25 países durante el festival de Theatertreffen. En una antigua fábrica, los Uferstudios, en Uferstrasse en Berlín Oeste, Gössel representa la atmosfera de informalidad específica de la ciudad. “Es difícil encontrar a un autentico berlinés que haya nacido aquí”, dice. Él también es extranjero. “La ciudad es hospitalaria con aquellos en búsqueda de la verdad, o quizá en búsqueda de sí mismos. Los hay de todas clases: frikis, artistas, homosexuales, estudiantes, escritores y músicos. Hay sitio para todos. Lo importante es encontrar la comunidad en la que sientas que encajas y entonces tendrás todo lo que necesitas para desarrollar tus ideas. Obtendrás el código de acceso”. Los nuevos berlineses normalmente pierden contacto con sus lugares de origen y se convierten en viajeros peculiares. “Berlín es un lugar de esperanza”, continúa Uwe.
Por amor al arte
A pesar de todo, no todos triunfan aquí, y algunos acaban por abandonar la capital alemana. Emil Doesn't Drive triunfó a su propia manera ‘berlinesa’. Hace casi siete años, el DJ dejó su nativa Bulgaria por Berlín “y la música”. Nos encontramos en el lugar donde trabaja por el día. Es camarero en un café en frente de Alexanderplatz. Grandes ventanas que provocan la sensación de estar en una pecera abren paso a la torre de televisión, pero sin tener que preocuparnos por el escándalo de su alrededor. A Emil Angelov se le puede etiquetar fácilmente como DJ “de éxito” y a menudo sus actuaciones están desbordadas de gente. No lleva marcas en su ropa ni en su mente. “Cuanto menos tienes, más normal y natural eres”, opina desde su cómoda silla semiesférica de los ochenta, con música disco de fondo.
Emil forma parte de los círculos underground de Berlín situados en áreas como Kreuzberg y Neukölln. “Cuando llegue, viví en uno de los barrios más pobres, que tiene una fantástica mezcla de gente diferente”, explica Emil. “Con los años me empecé a sentir a gusto allí. Llevo ropa barata, mi forma de vestir no dice mucho de mí”. La gente de esos barrios vive en un mundo sin televisión y van de fiesta en fiesta, de club en club, visitando exhibición tras exhibición. No importa lo que ocurre a su alrededor, crean arte, estudian y aman su libertad. Muchos son parados por elección. “Yo no pienso en el dinero”, objeta Emil. “La gente aquí vive de ayudas sociales, pero no a consecuencia de la crisis o porque no haya trabajo”. Su teoría es que los artistas viven al límite porque esto los fuerza a ser creativos.
Socialismo, ironía y okupas
Desde luego, Berlín es una ciudad en la que te lo puedes permitir desde el punto de vista social y económico. Su pobreza es estética a la vez que irónica: cuanto más barato sea algo, más bello es. La memoria socialista es parte de esta ironía; sus restos están en todas partes, como en los edificios públicos abandonados donde numerosos artistas viven y trabajan hoy día. Edificios okupas como Tacheles se han convertido en improvisados centros de arte. Los inquilinos de todos los pisos y el jardín de lo que antes eran unos grandes almacenes en Oranienstrasse, en el distrito Berlín-Mitte, son piezas de arte. El lugar se ha convertido en un popular destino turístico en el que la mayoría de las veces los visitantes se llevan a casa sus propias fotos, en lugar de alguna pieza comprada a los artistas. Creativas cajas para donaciones hechas con antiguos cilindros de gas aparecen por todos lados, pidiendo muestras de apoyo de un euro más o menos.
“Lo primero que te preguntan en Berlín son cuáles son tus ideas, no cuánto dinero tienes”, dice Martin Jankowski en el Café WOHNZIMMER, cerca de Prenzlauer Berg. Martin sabe que es más pobre que el ciudadano medio en Baviera, pero no le importa. Este escritor, originario de Alemania del Este y que ha vivido en Berlín durante los últimos 15 años, logra ganar para vivir. “El coste de vida es bajo (1.000 euros por mes) y los ánimos altos”, dice. Jankowski participó en las Manifestaciones de los lunes que provocaron la caída del muro de Berlín. Dos décadas más tarde, explica que los berlineses no se preocupan por la crisis porque están acostumbrados a la transición económica desde aquel momento histórico. Durante la época comunista, Martin era actor y compositor de canciones, que era una forma más segura de expresar sus ideas contra el régimen. “Sé lo que es la pobreza de verdad”, concluye. “He viajado mucho por los países del bloque comunista. Sería imposible experimentar tu excentricidad en lugares como Múnich, por ejemplo. La gente te juzgaría”.
Tolerancia de segunda mano
Cuando Eva Gaigg vivió en Múnich notó una especie de tensión social. Esto es precisamente lo que hace a Berlín diferente del reto de Alemania, donde se instaló la actriz austriaca. “Los berlineses son tolerantes”, dice durante un descanso en una cafetería muy barata de comida rápida, cerca del teatro donde ensaya. “No se preocupan demasiado de las apariencias”. Es algo que se puede ver en un Berlín “despreocupado por la moda”, en el que el reciclaje de bienes de segunda mano goza de gran popularidad. Hay rastros dentro de las cafeterías, con sus muebles de segunda mano, viejos pósters y manteles de puntillas pertenecientes a la juventud hace tiempo olvidada de alguien.
La pobreza es un elemento de esta ciudad y también es una cuestión de proporciones. Berlín es rica en comparación con Sofía, la capital de Bulgaria, donde el pintor Mario Gerhard Lischewsky pasó la mayor parte de su infancia. “Imagina Berlín como una pintoresca composición en la que cada color depende de otro. Todo sería muy colorido y todos los matices encajarían en perfecta armonía,” dice en el Café Tasso, un lugar acogedor cerca de Frankfurter Allee, a poca distancia de donde nació. La parte este de la ciudad y sus gigantescos y gastados edificios son, sin lugar a dudas, una muestra del pasado. Mario confirma que sus habitantes están más preocupados por su vida interior y su salud espiritual. Así es como la definición de Berlín como “pobre, pero sexy”, que acuñó el mismo alcalde, Klaus Wowerei, se ha ido gradualmente convirtiendo en el eslogan de la ciudad. También es un cliché que los berlineses van a derrumbar tarde o temprano. Al fin y al cabo, es el buen gusto lo que transforma la pobreza en Berlín en una valiosa experiencia.
Agradecimientos a Rozalina Laskova, Vera Trajanova y Sergio Marx del equipo local de cafebabel.com en Berlín
Lee este artículo en búlgaro en el blog oficial del equipo de cafebabel.com en Sofía
Imágenes (en orden): principal©Camelia Ivanova; Emil Angelov ©myspace.com/emlilime; Tacheles ©Camelia Ivanova; Martin Jankowski en 2008 ©AndreKarwathAka; Eva Gaigg por ©Mike Gaigg/ evagaigg.com
Translated from To be or to be in Berlin: poor but (creatively) rich