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Vidas paralelas: La comunidad china de Budapest

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SociedadEUtoo

A unos seis kilómetros al sureste del lugar donde está ubicado el Parlamento húngaro, a orillas del Danubio, se encuentra el corazón de la comunidad china de Budapest. Sin embargo, este no es el "Chinatown" típico que podrías encontrar en otras grandes ciudades europeas.

En una antigua fábrica de locomotoras construida en el siglo XIX sobre Kőbányai útca (la calle Kőbányai), se encuentra un impresionante mercado de bienes importados hechos en China. Durante casi veinticinco años, esta parte de Budapest ha servido como un centro logístico para bienes chinos que se venden en Europa.

Cuando el gigantesco mercado 'Los cuatro tigres' cerró en la calle de enfrente hace algunos meses, la mayoría de los puestos se movieron a este complejo industrial. Conforme caminamos a través de él bajo la intensa lluvia, el Dr. Salát Gergely, profesor de Estudios Chinos en la Universidad Católica de Hungría, me cuenta: "En Hungría existe la creencia de que son personas pobres las que vinieron de China, pero en realidad son hombres y mujeres de negocios".

Con nosotros vienen Réka y Boglárka, dos estudiantes del tercer año del curso de Estudios Chinos del Dr. Salát. Según ellos, en Buapest casi no ha habido una integración: "Es una comunidad muy cerrada, así que me parece que es muy difícil conocerlos. ¡Es más fácil en China!".

Después de las protestas en la Plaza de Tiananmén

Los chinos han llegado en varias oleadas a Budapest durante el último cuarto de siglo, desde que el gobierno húngaro eliminó el requisito del visado para los ciudadanos chinos, para ayudar a promover las relaciones entre los países en 1989.

El Dr. Salát nos explica: “Luego sucedió lo de la Plaza Tiananmén y esto tuvo un gran impacto psicológico en China, no sólo para los refugiados políticos y los estudiantes, sino también para los pequeños comerciantes que habían hecho fortuna en 1980. Se volvieron muy inseguros ese verano de 1989, ya que no sabían qué iba a suceder. Y en Hungría  vieron un pequeño país que no les pedía visado y que tenía una conexión en tren casi directa con el Transiberiano a Moscú”.

Junto con lo de Tiananmén, también tuvo lugar la caída del régimen comunista en Hungría. Aproximadamente en esas fechas, 50.000 chinos vinieron a Hungría a través de Rusia para vender sus mercancías, que traían en maletas. La demanda de bienes a buen precio era enorme después de la caída del régimen, y los bienes Occidentales que llegaban eran demasiado caros.

Con el tiempo, el número de inmigrantes chinos en Hungría había fluctuado, como nos dice el Dr. Salát: “Teníamos un gran suministro y una gran demanda entre 1989 y 1992. Hungría era un paraíso para los comerciantes, que podían vender de todo y hacer grandes fortunas. Esto también fue impresionante para Hungría, ya que por primera vez había una gran oleada de inmigrantes que no venían de Europa. Sin embargo, en 1992 el gobierno húngaro decidió volver a solicitar visados”.

El resultado fue que muchos chinos dejaron el país para buscar oportunidades en países vecinos o de vuelta en casa. Actualmente permanecen entre 10.000 y 20.000, pero las fluctuaciones son tan grandes que es imposible dar un número exacto.

En vez de concentrarse en este distrito de Budapest, como muchos "Chinatown" en Europa, la población china de Hungría está regada por toda la ciudad. Mientras que algunos socializan con sus propias redes, la mayoría compite por el negocio con los otros, y esa competencia suele ser muy dura.

“Este es un lugar muy seguro ahora y los húngaros no tienen conflicos con los chinos. En los años 90 hubo algunas peleas en a comunidad china, que involucraban a las tríadas o a la mafia, como quieras llamarlos", me comenta el Dr. Salát. "Hubo algunos asesinatos y peleas callejeras, pero ahora la partcipación en el mercado es fija y no tenemos crímenes chinos; me refieron a que no hay violencia, aunque sí hay evasión de impuestos".

Esto explica la excesiva cautela que existe alrededor de todo el complejo de la fábrica. Cuando Alessia, nuestra fotógrafa, trató de tomar algunas fotografías, un guardia de seguridad se le acercó de inmediato –uno de la dozena contratados por los 120 dueños que rentan locales a los chinos o vietnamitas en el complejo industrial– y le dijo que guardara su cámara.

Conforme caminamos hacia las afueras de este mercado "ilegal", el Dr. Salát añade: "Todos los bienes son falsos aquí. Por eso no les gusta que saquen fotos. Los vendedores están aquí legalmente, pero no pagan todos sus impuestos. A veces, la policía viene y resulta que tienen mucho dinero en la caja registradora o cierta cantidad de bienes en la tienda. Normalmente pagan una multa, pero creo que hay mucha corrupción también. Ha sido así durante varios años ya. Es muy difícil obtener la ciudadanía húngara, así que tienen que extender su permiso de residencia cada uno o dos años para no tener que invertir a largo plazo. Si te fijas en las tiendas, todas pueden desmantelarse en cinco minutos".

La reciente llegada de chinos ricos

La oleada más recientes de migrantes chinos a Hungría no tiene estos problemas. Desde  2012, el gobierno del Primer Ministro Viktor Orban ha estado vendiendo un bono gubernamental con un valor de aproximadamente 250.000 euros (aunque ahora debe rondar los 300.000 euros) que, esencialmente, sirve como permiso de residencia para los inversionistas chinos. Aproximadamente 2.000 chinos han comprado uno de estos bonos hasta ahora.

El Dr. Imre Hamar, Director del Instituto Confucio en Budapest, me comenta: “Los que vienen a Hungría de esta manera son muy diferentes de la primera ola de migración de hace 25 años; estos son muy, muy ricos. No compran un único apartamento, sino dos o tres en los mejores distritos de Budapest. Sé de uno que abrió una casa de té. Tiene una enorme cadena de casas de té en China, donde hizo una fortuna, y decidió abrir una pequeña tienda aquí, más por diversión que por el dinero".

   

El perfil de migrantes chinos se relaciona muy de cerca con el crecimiento de la economía china, donde los salarios en las grandes ciudades de la costa suponen el triple de un salario regular en Hungría. El flujo de los hombres y mujeres "nuevos ricos" chinos se considera un fenómeno nunca antes visto.

“Se trata de entrar al área Schengen. Si puedes permitirte el lujo de comprar bonos de más de 200.000 euros, ¿por qué ibas a venir a Hungría?”, se pregunta el Dr. Salát. “Lo que están haciendo aquí es vender permisos de residencia para el área Schengen, lo que ha sido un movimiento bastante cínico por parte del gobierno húngaro”.

Integración, educación y "plátanos"

Aunque Hungría es una parada temporal para algunos, muchos inmigrantes chinos ya se han establecido aquí. Conocimos a Tianyang Zhang, un chico de 28 años que trabaja como traductor freelance de chino y húngaro, y que ha vivido aquí durante 18 años.

A diferencia de la mayoría de los chinos en Budapest, las razones de Tianyang para mudarse fueron diferentes: "La mayoría de los chinos sólo salen de su país para ganar dinero, es una mentalidad de negocios. Yo llegué aquí por la escuela, así que no era la típica historia china en Hungría en ese entonces. Hasta los nueve años viví con mi padre. Yo no era muy buen estudiante en China. Mi madre, en 1997, ya llevaba viviendo aquí casi nueve años".

 

Mientras que la mayoría de los niños chinos en los 90 fueron a escuelas internacionales, donde las clases se daban en inglés y chino, la madre de Tianyang lo hizo acudir a una primaria húngara para que aprendiera el idioma local. "Fue muy difícil al principio. Debía haber estado en el tercer o cuarto año, pero me pusieron con los de primero. A esa edad, una diferencia de 3 o 4 años es muy grande".

Aunque la integración fue difícil y el entendimiento cultural era sumamente escaso en ese entonces, las cosas han mejorado poco a poco y la educación ha hecho su parte. Han abierto muchas escuelas bilingües, las cuales ofrecen lecciones en húngaro y en chino y son muy populares entre los padres. El Instituto Confucio en Hungría ha recibido casi 440.000 euros del Estado para crear un diccionario chino-húngaro.

Otra iniciativa es Csodálatos mandarín, el programa de radio chino más viejo de Hungría, que se emite en la Tilos Rádió, una emisora independiente y no comercial en la que Tianyang ha sido locutor durante los últimos diez años. Aunque él tiene muy claro su objetivo con este programa: "No quiero ponerme a mí mismo una carga demasiado pesada y decir que lo hago por la comunidad china, para promover o involucrar a ambas naciones, eso es algo muy grande para mí. Lo hago a nivel personal".

Para alguien que ha vivido en el país durante casi dieciocho años, Tianyang ha visto cierto nivel de integración, pero la reacción ante ello se ha mezlado: "Algunos de los niños chinos que nacen aquí no hablan chino y habitualmente los llaman 'plátanos', amarillos por fuera, blancos por dentro. Varios de los adolescentes chinos nacidos desde 1997 sólo  hablan húngaro, incluso tienen nombres húngaros. Es una tendencia que ha existido en otros países europeos durante varias décadas (niños chinos con nombres occidentales. ed.) pero que también empezó aquí. Por otro lado, hay un prejuicio positivo de que los chinos nacidos en Hungría son contratados por compañías que tienen negocios en China, incluso aunque no hablen chino".

Las palabras de Tianyang son escogidas con mucho cuidado, pero no hay duda de que tiene una perspectiva muy aguda de las relaciones de los inmigrantes chinos con Hungría. Para él, parece que hay una separación socio-cultural por ambas partes. Esencialmente, ambas comunidades aún viven en paralelo, a pesar de que ha habido cierta asimilación durante los últimos 25 años.

"Si tienes una cara china, los húngaros te tratan como chino, aún si tienes una madre o una novia/novio húngaro y hayas vivido aquí toda tu vida. Y que esto sea positivo o negativo se basa en la experiencia personal, pero es un hecho. Por otro lado, lo bueno de los chinos es que no llevamos a nadie ninguna ideología. Si haces negocios con nosotros, haces negocios con nosotros. No nos intresa tu sistema. Tú haces lo tuyo, y nosotros lo nuestro".

Texto: Viral Shah / Fotografías: Alessia Capasso

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Este reportaje es parte de nuestro proyecto EUtoo en Budapest, el cual busca darle voz a la juventud desencantada. Está financiado por la Comisión Europea.

Translated from Parallel lives: the Chinese community of Budapest