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Una start-up, creando el 5G... así triunfan en Alemania algunos refugiados sirios

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El pasado 9 de septiembre, unas 13.000 personas tuvieron que ser evacuadas tras un incendio en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. Alemania anunció entonces que acogería a 1.500 refugiados en su territorio. No era la primera vez que el gobierno alemán adoptaba un enfoque proactivo en cuestiones de política migratoria. En septiembre de 2015, Angela Merkel abría las fronteras a los refugiados con su ya famoso "Wir schaffen das" (Podemos lograrlo). Sin embargo, detrás de las cifras y de la palabra "refugiado" se esconde una gran cantidad de realidades humanas distintas. Tres refugiados sirios nos explican cómo han conseguido integrarse en la sociedad alemana.

El apartamento de Khalid huele a rosas. Literalmente. En un pequeño cuarto, almacena docenas de bombas de baño de rosa, geranio y cannabidiol (CBD) que él mismo, un hombre moreno con aspecto de deportista, elabora. En la mesa de la cocina hay una impresora 3D con la que crea los moldes para las bombas. Y en el baño, la bañera le sirve para probar sus creaciones. A sus 28 años, este joven sirio acaba de lanzar su propia marca: HMP. Sus bombas de baño ya están a la venta en varias tiendas locales y confía en que el mal tiempo del traerá el invierno estimule las ventas.

Un apartamento en el Prenzlauer Berg, uno de los barrios más exclusivos de Berlin, y una start-up en la senda del éxito; hace unos años, Khalid difícilmente se podría haber imaginado que tendría todo esto. Llegó a Berlín hace seis años, en 2014. Huyó del régimen de Bashar al Assad porque se negaba, entre otras cosas, a hacer el servicio militar. Después de refugiarse en dos ocasiones en el Líbano y viajar entremedias a Dubái para finalizar sus estudios de ingeniero informático, a Khalid enseguida le contrataron a distancia para un trabajo en Alemania gracias a sus conocimientos. "Fui el primer ingeniero al que contrató la empresa Retention Grid", señala con orgullo.

Khalid
Las bombas de baño de Khalid© Lucile Gagniere

Mientras Khalid buscaba trabajo en Alemania desde el Líbano, cientos de miles de sirios cruzaban las fronteras del Viejo Continente, huyendo también de la guerra. Entre 2014 y 2019, la Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF, en alemán) contabilizó casi 2 millones de solicitudes de asilo, con un pico de 745.545 solicitudes en 2016. No obstante, la dinámica había comenzado mucho antes: a partir de 2012 ya se observa un incremento de solicitudes. Desde entonces, el número de solicitudes de asilo ha disminuido de forma considerable (165.938 en 2019). A modo de comparación, la Oficina Francesa de Protección de Refugiados y Apátridas (OFPRA, en francés) registró 85.244 solicitudes en 2016 y 132.826 en 2019. Francia y Alemania se convierten así en los miembros de la UE que más refugiados acogieron en 2019. En el conjunto de la Unión Europea, ese año hubo 676.250 solicitudes, una cifra menor que el número de solicitudes presentadas solo en Alemania en 2016.

Como Khalid, la gran mayoría de solicitantes de asilo en Alemania viene de Siria huyendo de la guerra y de las atrocidades cometidas por el régimen de Bashar al Assad. Sin embargo, estas cifras no tienen en cuenta a todas las personas exiliadas en el país. Muchas de ellas lograron venir gracias a un visado de trabajo o de reagrupación familiar. Es el caso de Khalid, que se considera afortunado de no haber tenido que pasar por la etapa de solicitud de asilo.

El salto al vacío

Aun así, llegar a Alemania no fue tan fácil. "Todo salió bien, menos la solicitud del visado", relata Khalid. "Viví una experiencia humillante en la embajada alemana del Líbano: llegué a mi cita a tiempo, pero me hicieron esperar durante siete horas en una habitación llena de gente". Después, la espera para que se resolvieran los trámites del visado se alargó tanto, que se vio obligado a empezar a trabajar desde el Líbano. Al fin pudo reunirse con su hermano, que ya trabajaba en Berlín. Gracias a la ayuda que les prestó el jefe de este con el papeleo, toda la familia de Khalid consiguió mudarse a la capital alemana, si bien los dos hermanos tuvieron que hacerse cargo de todos los gastos de la familia durante tres años, hasta que el Gobierno aprobó la solicitud de asilo de sus padres. Ahora es el ayuntamiento de Berlín el que se encarga de cubrir esos gastos. En 2018, el gobierno alemán destinó 23.000 millones de euros a ayudar a los refugiados. La suma incluye no solo ayudas a los municipios para que se hagan cargo de los refugiados, que ascienden a 7 500 millones de euros, también engloba los servicios de integración (2.600 millones) y la lucha contra las causas mismas de la migración (7.900 millones).

Pese a esos tres años difíciles, Khalid consiguió juntar algunos ahorros, gracias a su trabajo como ingeniero informático, con los que piensa lanzarse al mundo empresarial. Acabó presentando su dimisión en junio de 2019, después de prestar seis años de buenos y leales servicios. "No me veía trabajando como ingeniero a tiempo completo el resto de mi vida", confiesa. Sin embargo, en la oficina de empleo no estaban particularmente entusiasmados con su proyecto: "Me trataban todo el tiempo como un trabajador temporal y no se tomaban nada de lo que decía en serio. Por ejemplo, me dijeron que era mejor que encontrara un trabajo en lugar de tratar de lanzar una start-up. Incluso me preguntaron por qué había dejado mi trabajo en vez de hacer que mi jefe me despidiera. ¡Pues porque tengo algo de dignidad!" Aguantó porque consideraba que su proyecto respondía a una necesidad real: "Muchos productos hechos a base de CBD han irrumpido en el mercado, pero buena parte de ellos son de mala calidad", lamenta. "Sin embargo, los efectos del CBD sobre la piel son verdaderamente interesantes". Y así fue como nació su bomba de baño.

"La libertad que damos por sentada aquí, en Siria prácticamente no existe"

Y no podría haber soñado con una ciudad mejor que Berlín para desarrollar su proyecto. "El país está a la vanguardia de la tecnología y la cultura. Me gusta eso porque tengo la impresión de aquí se aprecia más mi contribución", opina. "Y es más agradable vivir en una sociedad abierta y democrática, que respeta los derechos de la mujer... La libertad que damos por sentada aquí, en Siria prácticamente no existe". Ahora considera Berlín su verdadero hogar. No obstante, insiste, ha "trabajado mucho para que así sea". Y sigue haciéndolo, ya que, si bien está perfectamente integrado en su país de acogida, aún no posee la nacionalidad alemana. "No se me permite votar a pesar de que hace más de cinco años que pago aquí mis impuestos. Creo que es injusto, pues, aunque contribuyo al sistema, mi opinión no cuenta". Así que el año que viene piensa presentarse a los exámenes para obtener la nacionalidad.

Por el momento, tiene que renovar su pasaporte sirio cada dos años, el corto periodo de tiempo que tiene de validez, lo que le supone un coste de 800€ cada vez. Una cantidad considerable que va directa a los bolsillos del régimen de Al Assad. Según Khalid, el gobierno alemán "sabe perfectamente que Al Asad emplea armas químicas y tortura a la gente". Así que le gustaría que Alemania le facilitara la obtención de la nacionalidad o que, al menos, le permitiera no renovar su pasaporte. Mientras tanto, sigue fabricando las bombas de baño y acaba de poner en marcha su sitio web, en inglés y en alemán... natürlich!

Nidal y Sumou

A primera vista, Nidal, Sumou y su hijo Usseim parecen una familia como cualquier otra: mientras uno habla, la otra cuida del pequeño. Están ojerosos, Nidal hace días que no se afeita y Sumou tiene el pelo un poco despeinado, pero ambos muestran la sonrisa de los padres jóvenes. El hombre es investigador, la mujer, ingeniera, y su hijo, de año y medio, acaba de entrar en la Kita (el equivalente alemán a la guardería). Si llevan siete años viviendo en Duisburgo (en el noroeste de Alemania) no es solo porque la ciudad les ofrecía posibilidades profesionales interesantes, sino también porque tuvieron que huir de su país, Siria.

En 2012, mientras aún vivían en Damasco, el régimen de Bashar al Assad encarceló a algunos de sus amigos. Por suerte, Nidal había obtenido un visado para Francia un año antes, gracias a que su programa de estudios en la Universidad de Damasco tenía un convenio con la la Escuela Superior Nacional de Telecomunicaciones de la Bretaña francesa. Entonces, este hombre alto, moreno y de rizos decidió mudarse a Brest (Francia) para terminar allí su máster. Sumou, en cambio, se quedó. Por proporcionar ayuda a los civiles de Guta, una región rural próxima a Damasco duramente bombardeada por el régimen, la encarcelaron durante dos meses. Luego trató de reunirse con su marido en Europa, pero los trámites administrativos llevaban mucho tiempo. "Era aterrador porque cada mes metían a más compañeros en la cárcel", reconoce. "Contaba los días".

Sumou se queda. Debido a que ayuda a los civiles en Ghouta, un suburbio de Damasco fuertemente bombardeado por el régimen, la joven es encarcelada durante dos meses. Luego trata de reunirse con su marido en Europa, pero los trámites administrativos llevan tiempo. Daba miedo porque cada mes se metía a nuevos colegas en la cárcel", dice, "así que contaba los días".

"Estoy llevando a cabo la investigación con la que siempre soñé"

Mientras tanto, Nidal se trasladó de Francia a Alemania porque, con el máster en el bolsillo, quería obtener el doctorado, pero "es muy difícil defender una tesis de telecomunicaciones en Francia", dice. Enseguida consiguió un contrato doctoral en la Universidad de Duisburgo-Essen y se trasladó al otro lado del Rin. Allí participó en el desarrollo del protocolo 5G a nivel europeo. "Fue una oportunidad única y muy interesante que me ofreció mi universidad", relata con una gran sonrisa. Defendió su tesis en 2019 y obtuvo la máxima distinción. Actualmente, trabaja en la Universidad de Duisburgo-Essen como investigador asociado. "Estoy llevando a cabo la investigación con la que siempre soñé", afirma entusiasmado.

Nidal
Nidal © Ibtisam Dimashqi

Por su parte, Sumou acabó consiguiendo un visado para la reagrupación familiar en Alemania a finales de 2013. Con todo, pese a poseer un título en ingeniería y hablar inglés con fluidez, le costó encontrar trabajo. Aprovechó, pues, su tiempo libre para estudiar alemán y consiguió un nivel C1. Dos años más tarde, la contrataron como ingeniera en una filial del gigante de las telecomunicaciones Telekom.

Sumou
Sumou © Ibtisam Dimashqi

Actualmente, la familia está bien instalada en Duisburgo, tanto que los tres obtuvieron la nacionalidad alemana hace unos meses. "Comparado con Siria, Duisburgo es el paraíso", afirma Sumou, con ojos brillantes. "Y esta ciudad todavía me gusta más desde que nació mi hijo". Su marido piensa lo mismo: "Aquí, Usseim tiene una vida mejor y el sistema escolar es mucho mejor. Sin embargo, es importante que lo criemos en la cultura árabe para que se convierta en un ciudadano del mundo y entienda lo que está pasando". Nidal también valora la gran comunidad internacional y la efervescencia económica de la región del Ruhr.

La familia está ahora bien establecida en Duisburgo, tanto que los tres obtuvieron la ciudadanía alemana hace unos meses. Comparado con Siria, Duisburgo es el paraíso", dice Sumou, con los ojos brillantes. Y he amado esta ciudad aún más desde que tuve un hijo. "Su marido está de acuerdo: "Usseim tiene una vida mejor aquí y el sistema escolar es mucho mejor. Sin embargo, es importante que lo criemos en la cultura árabe, para que se convierta en un ciudadano del mundo y entienda lo que está pasando. Nidal también aprecia la gran comunidad internacional y la efervescencia económica de la región del Ruhr.

No echan mucho de menos Damasco porque, a excepción de los padres de Sumou, la mayoría de sus conocidos se han ido. "De todas formas, el Damasco que yo conocía ya no existe", lamenta Nidal. "La ciudad está completamente destruida, no quedan más que ruinas. No hay electricidad ni calefacción en invierno", prosigue su esposa. La pareja se siente en una situación un poco "esquizofrénica", como explica Nidal: "Aquí tenemos todo lo que necesitamos, mientras que cuando ves las noticias, ves a la gente en Siria luchar por sobrevivir".

Aunque se sienten como en casa en Duisburgo, planean volver a Damasco algún día, cuando el país ya no esté en manos de Bashar al Assad. "Me siento obligado a volver para reconstruir el país", afirma Nidal con tono decidido. "Por supuesto que volveremos para ayudar", confirma Sumou. "Pero, mientras tanto, Duisburgo es mi hogar", asegura la joven.

Aunque Khalid, Sumou y Nidal han sido capaces de encontrar trabajo y estabilidad en Alemania, no todos tienen la misma suerte. En agosto de 2020, había 43 316 solicitudes de asilo a la espera de ser procesadas por la BAMF. El mismo número de personas que aún no sabe si podrá quedarse en Alemania ni en qué condiciones. En 2019, una solicitud de asilo tardaba, de media, 6,1 meses en ser tramitada. Una duración menor si la comparamos con el año anterior (7,5 meses en 2018). No obstante, desde principios de 2020, los tiempos se han visto aumentados debido a la pandemia de covid-19.

Aunque Khalid, Sumou y Nidal han sido capaces de encontrar empleo y estabilidad en Alemania, no todos son tan afortunados. En agosto de 2020, 43.316 solicitudes de asilo seguían siendo procesadas por el Gobierno alemán. Estas son personas que aún no saben si podrán permanecer en el país y en qué condiciones. En 2019, los trámites para una solicitud de asilo llevaban un promedio de 6,1 meses, menos que el año anterior (7,5 meses en 2018). Sin embargo, desde principios de 2020, los tiempos de procesamiento se han alargado debido a la pandemia de la covid-19.


Foto de portada: © Lucile Gagniere

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Translated from L'Allemagne et ses réfugiés qui réussissent