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Ahmad Shamieh, el refugiado sirio que pone en jaque a Eslovenia

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InmigraciónSociety

Huyó de una Siria destrozada por la guerra para llegar a Europa, rehacer su vida en un país sin conflictos y reunir con él a su familia. Después de un largo viaje lleno de obstáculos acabó por casualidad en Eslovenia, donde se integró sin dificultad. Pero un día recibió la noticia de que debía abandonar su nuevo hogar. Es entonces cuando Ahmad decide plantarle cara al Gobierno.

Casi ni nos hemos presentado pero, de camino al lugar de nuestra entrevista, Ahmad me enseña su Smartphone. Tiene una foto de cuatro mujeres morenas y sonrientes. Tres de ellas son adolescentes. "Estas son mi mujer y tres de mis hijas. Se quedaron en Siria", me dice emocionado clavando sus ojos negros en los míos mientras nos dirigimos hacia una cafetería de Liubliana situada a pocos pasos. Es un sábado soleado de principios de mayo y la capital eslovena está desierta a causa de varios días festivos. Ahmad es la excepción. Este hombre de cuarenta años y bigote elegante acepta contarnos y describir su nueva vida, aquella que empezó el 15 de septiembre de 2015.

Ese día, Ahmad deja su país, destruido tras varios años sucesivos de guerra. Al igual que muchos de sus compatriotas después del inicio del conflicto en 2011 (en la primavera de 2018, se estima que son más de 5.6 millones de exiliados), Ahmad elige el exilio. No habla inglés y nunca ha salido de su país, pero sin pensarlo mucho coge un autobús que le lleva desde Siria hasta el Líbano y luego un barco hasta Turquía. Quiere huir de la guerra, encontrar una vida mejor antes de llevar consigo a su familia. Atrapado durante largos meses en el país deErdogan, consigue meter un pie en el continente europeo a través de Grecia, antes de dirigirse con decenas de miles de refugiados a los países de los Balcanes en dirección a la Europa Occidental. Pero el viaje es agotador, las condiciones de vida muy difíciles. Las temperaturas bajan rápidamente y las revueltas estallan aquí y allá en los campamentos. A pesar de todo, Ahmad continúa su camino. A lo largo de varias semanas, atraviesa Macedonia, Serbia y Croacia. Es en este último país donde las autoridades lo registran oficialmente.

Alambradas e "ingenuidad"

Por aquel entonces, "la crisis de refugiados" como la llaman los medios y los políticos, era algo inedito que puso y -sigue poniendo- al descubierto el egoísmo nacional, los fallos y las contradicciones europeas pero, sobre todo, la ausencia de anticipación. "Descubrimos que las autoridades eslovenas no estaban preparadas o pretendían aparentar que no estaban preparadas", revela Neža Kogovšek Šalamon, Directora del Peace Institute, un centro de investigación y de promoción activa en la defensa de los derechos humanos. "Supongo que pecan de ingenuos", continúa esta abogada de formación, quien acercó las autoridades a otras organizaciones ciudadanas durante la crisis de 2015, sin obtener respuestas creíbles. "Eran muy reservados, en aquella época era imposible obtener una respuesta sincera por parte de las autoridades" añade, haciendo alusión al alto nivel de improvisación que hubo, sobre todo porque Eslovenia "de alguna forma, contaba con la ayuda de su vecina: Croacia". De esta manera, la crisis cobra sentido: cada gobierno de la región decide actuar individualmente. Ya no existe la solidaridad, cada uno va a lo suyo. Ante la falta de ayuda de los países vecinos, Eslovenia construye una muro de alambre a la altura de la frontera croata para frenar la oleada de inmigrantes. "Las alambradas me recuerdan al ejército yugoslavo al que me incorporé, hace cuarenta años", añade Marjan Strojan, un escritor y traductor esloveno presidente del Pen Club (asociación mundial de escritores fundada en Londres en 1921), con el que me reúno en una cafetería de la capital. En menos de un año, cerca de un millón de personas han atravesado de esta manera lo que se conocerá como "la ruta de los Balcanes", la cual se cerrará finalmente en 2016.

"Rápidamente, Ahmad se sintió identificado con el lugar y las personas, puso en contacto a la gente y se convirtió en un verdadero organizador " comenta N’Toko, músico, escritor y amigo de Ahmad Shamieh.

Después de Croacia, Ahmad continúa su camino y atraviesa Eslovenia hasta llegar a Austria en el momento crucial de la crisis. Pero allí lo paran. Le obligan a volver a Eslovenia donde, como a otros, se le retiene en un centro de refugiados cerca de la capital. El tiempo se alarga, las semanas pasan lentamente en Liubliana. Ahmad se mantiene ocupado como puede mientras espera que cambie su suerte. Empieza a aprender esloveno y pasa tiempo en el Rog, una antigua fábrica de bicicletas de Liubliana convertida con el paso del tiempo en un conocido local okupa donde se organizan eventos alternativos. Un grupo de activistas acude en ayuda a los más desfavorecidos y solicitantes de asilo. Ahmad simpatiza con un gran número de ellos pero, sobre todo, con los voluntarios locales que pertenecen a una organización de izquierdas llamada Ambassade Rog. Entre ellos se encuentra Miha Bajic, escritor y músico treintañero (más conocido como N'Toko), que se convierte en uno de sus mayores apoyos. También se cruza en su camino el periodista Aljaž Vrabec, un enorme rubio de 2,07 metros que hace ese día de intérprete. "Ellos son mis amigos y mi nueva familia", me cuenta Ahmad mientras señala al grupo que toma una copa. "Me ayudan a alejar los malos recuerdos de la guerra".

"Políticas provinciales"

Varios meses después de su llegada, una noticia le cae como un jarro de agua fría. Ahmad tiene que irse. Tiene que volver a Croacia, el primer país europeo donde se registró. Es la aplicación imparcial y administrativa del criticado Reglamento de Dublín, que establece que, aquel país europeo que registre por primera vez a un refugiado es el que tiene que hacerse cargo de él. El problema es que este hecho hace recaer un peso significativo y desmesurado sobre las espaldas de algunos países del sureste europeo, a costa de otros. Pero mas allá del derecho y de los reglamentos europeos, hay personas, y Ahmad se niega a irse. Ha empezado una nueva vida aquí, se ha integrado progresivamente y ha aprendido esloveno. "Se ha encariñado rápidamente del lugar y de las personas, ha puesto en contacto a la gente y se ha convertido en un verdadero organizador" comenta N'Toko, destacando el "carisma" del sirio. Ahmad no entiende por qué tiene que irse y volver a un país que no conoce, por el que tan solo ha pasado, como otros, decenas de miles de migrantes. Más aun si cabe, cuando Eslovenia tiene la ventaja de formar parte del espacio Schengen.

Ante esta decisión, comienza la primera batalla jurídica. El grupo quiere tomar medidas legales ya que los Estados están sujetos a la obligación de medios. En primer lugar, deciden llevar el caso ante la justicia administrativa. El objetivo es conseguir modificar las condiciones de aplicación del Reglamento de Dublín de manera que no sea necesariamente el país que registre por primera vez al refugiado el que tenga que responsabilizarse del mismo. El caso llega al órgano jurisdiccional superior, que pide ayuda a la Corte de Justicia de la Unión Europea de Luxemburgo, la cual, tras varios meses, se pronuncia en contra de la solicitud. "Fue una decisión con connotaciones políticas que enviaba un aviso a los países del sur", considera N'Toko. "El mensaje era claro para los Estados y les incitaba de alguna manera a que vigilaran sus fronteras". A pesar de una primera respuesta negativa, el grupo no pierde la esperanza. Quiere ejercer una mayor presión e interpela al Gobierno. Alega la integración ejemplar de Ahmad, su importante papel en el seno de la comunidad de solicitantes de asilo y hace hincapié en la reacción que su expulsión podría provocar en la opinión publica. De esta manera, pide al Ministerio del Interior que haga uso de su poder discrecional con respecto a esa decisión para que autorice al sirio a quedarse en Eslovenia. "Pero esta estrategia no sirvió de nada. Hicieron caso omiso de nuestra petición" continua N'Toko. Es entonces cuando el grupo decide hacer mediático el caso y lanzar una verdadera campaña de presión. El grupo crece y se une a diferentes organizaciones ciudadanas.

El caso adquiere una dimensión política. En este país pequeño de Europa central con tan solo dos millones de habitantes, "el caso Ahmad Shamieh" se convierte en un tema mediático y político. La derecha aprovecha para utilizarlo como ejemplo y alerta sobre el peligro que podría representar una oleada de inmigrantes. Sin embargo, muchos migrantes solo atraviesan el país para llegar a Alemania o Inglaterra: oficialmente, durante 2016 tan solo se han registrado en Eslovenia 1.239 solicitudes de asilo (procedentes en su mayoría de Afganistán, Siria e Irak), cuya tasa de aceptación ha sido baja. "Es lo que llamo la política provincial", comenta Marjan Strojan. ¿La razón? Según el sexagenario, que encadena los cigarrillos con el café, el abandono o reducción de las prerrogativas nacionales en Bruselas después de la integración europea hace casi quince años, ha provocado un cambio de actitud en los políticos locales. Cualquier tema que tenga que ver con los refugiados es una buena excusa para crear polémica y embarcarse en el discurso populista. El método funciona en numerosos países, pero el caso de Ahmad va a provocar, a pesar de todo, desbarajustes importantes durante 2017.

Cuando los parlamentarios protegen a un refugiado

Mientras que el grupo de activistas recoge cada vez más firmas y organiza una conferencia de prensa, el ministerio del Interior convoca a Ahmad para expulsarlo. La imagen que percibe la opinión pública es negativa pero aumenta el interés sobre el caso de este ciudadano sirio. Al mismo tiempo, cuatro de los partidos políticos que se encuentran en el poder, se posicionan a favor y presionan al primer ministro Miro Cerar, uno de los pocos dirigentes de ideología de centro de la región, para que haga lo mismo. Al final, el jefe de gobierno hace un comunicado y presta oficialmente su apoyo al refugiado. Por su lado, la ministra del Interior, Vesna Györkös Žnidar, se resiste. No quiere ceder y alinearse con la posición del primer ministro. "Es en este momento cuando el caso se convierte en una guerra política", continua N'Toko.

El día de la convocatoria, Ahmad acude al amanecer al centro de refugiados, rodeado de quienes le apoyan. Al ser un caso insólito, el centro espera una confirmación por parte del ministerio del Interior, que no llega. Al mismo tiempo, la ministra del Interior y el primer ministro negocian activamente. Dos parlamentarios que se encuentran en el centro de migrantes con Ahmad, proponen esperar la decisión oficial en la oficina del parlamento. La iniciativa es inédita. "A efectos prácticos, no había huido pero al mismo tiempo tampoco podían expulsarlo ya que se encontraba en el edificio del Parlamento", sonríe N’Toko. Refugiado en la institución, el sirio recibe la visita de varios parlamentarios que se acercan a saludarle y animarle. "Fue un gran momento político", continúa el activista. Como el caso se convierte en algo primordial en la agenda político-mediática del momento, el primer ministro toma la palabra y señala que se debe realizar una votación para que el refugiado tenga la opción de no ser reenviado. Como el caso está sobre la mesa desde hace tiempo el asunto tiene que formalizarse.

"Sé que una vez la guerra haya acabado, harán falta diez años para reconstruir todo"

Pero la derecha local contraataca un poco más tarde. Se acercan las próximas elecciones y pretende alertar sobre el peligro que podría representar una oleada de migrantes, de manera que ataca agresivamente a Ahmad y amenaza al primer ministro con un procedimiento de destitución. Consigue invertir el voto. Es un golpe duro para el sirio, que a causa de los numerosos retrasos y el suspense insostenible respecto a su futuro, por poco tiene una crisis cardiaca y acaba en el hospital en urgencias. "Vivir así no es llevar una vida normal", recuerda a día de hoy Ahmad en la terraza de la cafetería. El pequeño grupo vuelve a la carga contra el Ministerio del Interior reclamando de nuevo una decisión. Este se demora en responder por miedo a crear un nuevo derecho para los refugiados. Paralelamente, se presenta un nuevo expediente a la Justicia para obligar al Gobierno a tomar una decisión. Las semanas transcurren y Ahmad se aloja aquí y allá gracias a la ayuda de sus amigos. Finalmente, el plazo de los seis meses impuesto por el Reglamento de Dublín y dentro del cual los estados deben llevar a cabo el procedimiento, se acaba…

"Dos años que me han parecido treinta”

Al final, después de más de dos años y medio desde que Ahmad llegara a Eslovenia, le comunican que no le mandarán a Croacia. Por lo tanto, puede pedir legalmente el estado de solicitante de asilo. "Es una verdadera victoria", proclama N’Toko, el cantante activista con apariencia de patinador. Esta situación le debe permitir obtener ayuda del Gobierno. El sirio, al ser una víctima de la guerra en su país, debería poder permanecer en Eslovenia. Lo sabrá dentro de algunas semanas pero ahora solo piensa en traer con él a su familia. Su mujer y tres de sus hijas están en Damasco mientras que su hija más joven ha conseguido llegar a Alemania, donde vive con su marido sirio. Quedaría su hijo de 23 años que vive en Turquía. Es el país que más refugiados sirios acoge. Actualmente son más de tres millones y medio. Han sido numerosos los atentados en nombre del Dáesh estos últimos años. Así mismo, en verano del 2016, hubo un golpe de estado fallido. "Estoy preocupado por él. Me da miedo que se junte con malas compañías", dice su padre antes de preguntarme directamente: "¿Tienes hijos? ¿Cuánto tiempo hace que no los ves? ". Hace más de dos años y medio que no ve a su tan querida familia. Quiere seguir siendo optimista a pesar de la ausencia, de recursos y de su salud debilitada.

Cuando habla a través de WhatsApp con su mujer e hijos, minimiza al máximo diciendo que todo va bien. "No quiero preocuparles". Todos hacen lo mismo, lo que provoca que algunas situaciones parezcan cómicas cuando nadie cuenta nada por miedo a preocupar al otro. Pero a menudo su mente va y viene. Ahmad prefiere tener en la cabeza la imagen de un globo que se hincha y deshincha. "Imagina que todo lo que has construido durante veinticinco años de repente se derrumba. Lo pierdes todo", me vuelve a decir, recordándome que de joven tuvo que encadenar pequeños trabajos antes de montar su empresa familiar. ¿Sigue soñando con volver a Siria? "Sé que una vez la guerra haya acabado, harán falta diez años para reconstruir todo", dice fatalista. "Soy demasiado viejo". El tiempo que ha vivido desde que abandonó Siria le ha pasado factura. "Mi padre tiene 85 años, yo 47, pero estos dos años me han parecido como si hubieran sido treinta", afirma. Ahmad conserva la sonrisa aunque reconoce "tener miedo por el resto de refugiados". Nos enseña en su chaqueta de cazador con múltiples bolsillos, varios bártulos de peluquería y se peina el bigote en el momento en el que hacemos una foto. Nos confía que le gustaría abrir una barbería en Liubliana. Cuando se va a ir, mira a su grupo de amigos que están sentados en la mesa y repite una vez más "¡No olvides decir que me han ayudado!”.


Foto de portada: Pierre-Anthony Canovas.

Translated from Le réfugié syrien qui a bousculé la politique slovène