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¿Un modelo modélico?

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La percepción que se tiene a menudo de Escandinavia en el resto de Europa es la de una utopía: una región en la que la fortaleza económica y un sistema de bienestar sólido conviven en armonía. Pero, ¿qué piensan los propios escandinavos de su “perfecto” sistema?

“Aunque pagues muchos impuestos en Dinamarca”, remarca un entusiasta danés, “tienes una sociedad a cambio de tu dinero. No es como en Estados Unidos donde los empresarios privados deciden quién tiene qué”. Para explicar el total apoyo al sistema, un funcionario sueco recurre a la economía de estos países, que son “dependientes en gran medida de las exportaciones y están muy internacionalizados. La gente siente que ha visto todo lo que hay en el mundo y que ha elegido el mejor sistema para sus países”.

Una mentalidad corrupta

Sin embargo, mientras muchos se entusiasman con los ideales escandinavos, la realidad parece ser menos halagüeña. Tal y como explica un becario danés en la Comisión Europea, “el modelo funciona gracias a la premisa de que la gente cree en él. La gente de hoy en día no ve beneficios y por eso elude los impuestos trabajando en el mercado negro. Cada año se pierden 4.000 millones de coronas danesas por culpa de eso”. Otros hacen hincapié en esta percepción, lamentando que se haya perdido la solidaridad de antaño. “La ética en el trabajo de los años 60 ya no existe”, comenta Magnus von Schéele, un becario sueco. “Hemos pasado de una sociedad diligente y trabajadora a ser una sociedad que se apacigua con paquetes de compensación económica por parte del gobierno. Hay una mentalidad corrupta”.

La culpa de todas estas tendencias se achaca a los gobiernos, los cuales, en opinión de muchos escandinavos, no atienden las demandas del mercado internacional. La carencia de cultura de riesgo o de incentivos por pequeños negocios son un tema recurrente en las críticas al sistema, tal y como Magnus von Schéele subraya, “poco a poco los gobiernos están acabando con el espíritu empresarial; simplemente, no se permite que la gente tenga éxito”. Otro sueco apunta con el dedo al “papá-Estado” de estos países para explicar la apatía nacional, declarando que “no se puede esperar que la gente intente hacer algo nuevo cuando se les paga el 80% de su salario como subsidio por desempleo”. Jacob von Oelreich, un sueco que trabaja en la Comisión Europea está de acuerdo con la afirmación, “los gobiernos necesitan hacer que valga la pena el trabajar. Hoy en día se puede rechazar un trabajo tras otro sin consecuencia alguna, el sistema debería exigir una contribución de la gente”.

¿El final del sueño escandinavo?

De hecho, cuando se sugieren reformas en el mercado, la nostalgia por el Estado del bienestar salta a la palestra. Jacob von Oelreich admite sentir tristeza al ver cómo se desmorona el modelo social en Suecia. “En los últimos 15 años, se han visto muchos cambios con la aparición de escuelas y clínicas privadas”, explica, “el modelo basado en el Estado se está haciendo migas y eso es muy triste. Definitivamente las cosas están yendo en la dirección errónea”. Otros se oponen a la retórica liberalizadora que se encuentra en el centro del discurso reformista. “Hay una falta de visión en la Suecia de hoy”, critica un funcionario sueco, “el gobierno necesita algo nuevo pero no sabe cómo hacerlo. Se les ha ido todo de las manos”. Un finlandés establecido en Bruselas se muestra igual de pesimista: “El gobierno finlandés piensa económicamente y está recortando servicios, pero un sistema que funciona a medias a veces es peor que no tener ningún sistema. Los políticos no piensan en alternativas, ya que es probable que los grandes cambios se topen con más oposición que la que tendrían otros más pequeños”.

¿Un futuro más prometedor en la UE?

¿Así que cuál es la solución? Mientras algunos escandinavos dejan clara su preocupación de que Europa se está apartando de sus sistemas de bienestar nacionales, como Jacob von Oelreich que comenta que “Bruselas está quitando obstáculos para facilitar el libre mercado sin tener en cuenta ningún contrapeso social”; otros se muestran más optimistas con el futuro. Magnus von Schéele espera que el pertenecer a la UE lleve a un cambio en la mentalidad nacional porque “ser parte de la UE nos está haciendo pensar cada vez más sobre si nuestro sistema es correcto o no. Nos está llevando a pensar en otras alternativas”. De hecho, la dimensión europea podría proporcionar un incentivo para escapar de los viejos sistemas que claramente se han adaptado poco a las exigencias de un creciente mercado liberal. Sin embargo, se sigue teniendo la percepción de que Escandinavia es el líder del bienestar en Europa, mientras que Bruselas empieza a presionar para que haya más competitividad y crecimiento en los Estados miembro.

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