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"Un barco para Gaza": desobedezco, luego existo

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Cristina Cartes

Sociedad

Los agricultores desmantelan los McDonald´s, los empleados toman como rehenes a sus jefes, los profesores ya no escuchan a los ministros, los niños hacen pellas y los progres fuman marihuana. Desobedecer es tendencia. También en el mar.

Transgredir las normas sienta bien. Como las mujeres de Barba Azul, basta que nos cierren una puerta para que la abramos. Cinco años de bloqueo egipcio-israelí han forjado la insubordinación incluso en el más legal de los abogados. Sería muy fácil desobedecer, pero lo cierto es que es necesario hacerlo.

Un poco de desobediencia civil ha inspirado esta iniciativa

Al grito de  “seguid siendo humanos”

La situación comienza y recomienza un año después del asalto mortal al Mavi Marmara. El arca de Noé en versión militante, con activistas, personalidades del mundo asociativo, anónimos, políticos, periodistas, todos en auxilio de los habitantes de Gaza como en El Diluvio Universal; todos a la mar luchando por una segunda flotilla de la libertad bautizada "Restez humains" ("seguid siendo humanos").

¿El objetivo ? No solo llevar ayuda humanitaria, pues 6.000 toneladas de bienes llegan ya diariamente a Gaza. Es más que eso. Se trata de hacer ruido, lanzar bien lejos las botellas al mar, surfear en la ola de los indignados y de Stephane Hessel. Crear no una ola, sino un tsunami que contamine la opinión pública de radioactividad rebelde que entusiasme o hiera.

¿Desobedecer?

Agitadores, soñadores, buenas conciencias, los marineros inexpertos todavía no han comprendido nada

Desobedecer a Israel, desobedecer a la ONU, a la Unión Europea, a los americanos y a los rusos, que tienen miedo de que con las flotillas se produzca una nueva ola de violencia, desobedecer a Grecia, cuna europea de una democracia que los indignados no hacen más que meter entre comillas cuando hablan de los helénicos. Eso hace mucho. Cuando el periódico francés más leído en el extranjero, Le Monde, publica Embarquer pour Gaza, los comentarios se multiplican. "El blanco", un "último reducto de la deshonra", una "exposición", "una broma".

Los hastiados de la desobediencia, ¿son menos humanos que que los marineros? No. Simplemente creen que tienen más razón que los otros. Agitadores, soñadores, indiferentes de la realidad, buenas conciencias, los marineros inexpertos todavía no han comprendido nada. No saben nada, sus barcos son pequeños y sus cortes de pelo están pasados de moda.

Un ciudadano que vota, ¿va menos lejos que un militante que rema?

Realizado por el colectivo "I resist"Rechazar el obedecer es un arte, un modo de vida, algo parecido al feng shui (arte de armonizar la energía del entorno). No todo el mundo puede hacerlo. Es más que eso. Tampoco hay que convertirse en Stanley Milgram. Pero hace falta conocerlo. Frente a las órdenes nos gusta la desobediencia. El ciudadano debe también aprender a desobedecer. Roby Brauman, antiguo presidente de Médicos sin Fronteras, y Eyal Sivan titularon Éloge de la désobéissance (Elogio a la desobediencia) al libro que acompañaba a su documental sobre el proceso criminal nazi de Adolf Eichmann. Desobeceder es tendencia. Piénsenlo.

Fotos : Portada (cc) Nwardez/flickr ; Jack Sparrow (cc) Tugoriodetom/flickr ; I resist Neverbeforethecampaign/flickr ; Vidéo, Bateaugaza.fr/Youtube

Translated from Un bateau pour Gaza : je désobéis donc je suis