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Trotaeuropeos

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SociedadPolítica

Trabajar en el extranjero ha cambiado mucho en estos años. Dos generaciones nos cuentan por qué han abandonado sus países. Tercera entrega de nuestros retratos cruzados.

Viajar siempre ha formado parte de la cultura europea. El 1 de enero 1993 se establecieron en la Europa del mercado único las cuatro principales “libertades de circulación” (bienes, servicios, personas y capitales), que forman la realidad hoy en día. A continuación, analizamos dos historias que retratan esta motivación de viajar por razones laborales a lo largo y a través de Europa. La primera describe una travesía desde Italia hasta Inglaterra en los años cincuenta y la segunda nos relata un recorrido desde Luxemburgo, pasando por Reino Unido, Bélgica y Burkina Faso en la última década del siglo XX y comienzos del siglo XXI.

1) Concetta, años cincuenta: desde el extremo más meridional de Italia hasta una isla noroccidental del Reino Unido

“El carácter de los ingleses no es tan abierto y bonachón como el de los sicilianos, pero siempre son amables y educados a su manera”, cuenta la optimista Concetta, tras haber vivido 23 años en Inglaterra, lejos de Sicilia, su tierra natal. Concetta, que hoy tiene 82 años, se fue a vivir al Reino Unido (que entró en la Unión Europea en 1973) con su hijo de cinco años de edad en la década de los cincuenta.

Su hermano fue prisionero de guerra, pero al terminar ésta, a su familia comenzó a sonreírle la suerte cuando a alguno de ellos le brindaron la oportunidad de trabajar en una granja en los Costwolds. La situación económica, era mala. “Sólo se podía trabajar en el campo, todos los días, de sol a sol. En Inglaterra se podía ganar los mismo que en Sicilia, pero trabajando una sola jornada, recibiendo un salario regular, con días libres y una pensión.”

La intención de Concetta era permanecer en Inglaterra un par de años y ganar suficiente dinero para enviarlo a Italia, pero “a mi hijo le iba bien en el colegio y al nacer mi segunda hija, no quisimos interferir en su educación”. Concetta reconoce que la vida era dura. “El clima era muy frío y echaba de menos a todo el mundo. No hablaba ni una palabra de inglés cuando llegué, incluso cuando me fui todavía no lo hablaba bien del todo.”

"Volver a casa costaba mucho dinero; había que coger un tren que tardaba dos días en llegar. Terminamos por ir una vez cada cuatro años." Todo esto no se asemeja nada con lo fácil que es hoy en día reservar un vuelo y tomarse un pequeño descanso de fin de semana en Italia. Así era en aquella época. “Casi toda mi familia y amigos actuaron de la misma manera que nosotros. Era la única posibilidad de sobrevivir”.

Por aquel entonces ir a Inglaterra se consideraba una “fortuna”, una suerte. “No puedo imaginar mi vida de otra forma. Mi hijo no hubiera podido estudiar. No hubiera podido permitirme comprar mi casa de Sicilia.” De lo único que se arrepiente es de que su familia ahora está dividida. Tras la muerte de su marido a finales de los setenta, ella volvió a Sicilia. Su hija también volvió para casarse, pero su hijo se casó con una inglesa y decidió permanecer en Inglaterra. Para Concetta, las futuras generaciones heredarán el deseo de viajar a través de Europa.

2) Jessica, siglo XXI: las becas Erasmus y el Euro

“Mis padres siempre nos animaron a viajar y aprender sobre otras culturas”. Jessica es franco-británica, pero nació en Luxemburgo en 1980. “En mi familia todos hablan varias lenguas. Mis padres no son luxemburgueses y mis abuelos por parte materna emigraron de Inglaterra a Irlanda”.

Después de sus estudios en Edimburgo y Dublín y tras dos años de prácticas en Bruselas, Jessica dedicó un año a viajar y trabajar en Europa y América del Sur. Es una historia bastante diferente a la que le tocó vivir a Concetta cuando tenía su edad durante los tiempos de la posguerra. Concetta tan sólo viaja para ir a la ciudad a vender fruta y verdura una vez a la semana, como a una distancia de una hora en coche, aunque la gente de aquella época empleaba en realidad toda una noche de camino andando.

“Si me hubiera quedado en Luxemburgo creo que ahora sería una persona diferente por completo, con una actitud menos abierta. Viajar ha sacado lo mejor de mí.” En la actualidad, Jessica trabaja en Burkina Faso en la Delegación de la Comisión Europea en aquel país, un campo mucho más cercano a sus intereses acerca del desarrollo y la cooperación. Para ella fue fácil adaptarse. “Primero estuve en un hotel y después con un colega hasta que encontré mi propia casa. Al principio todo eran experiencias nuevas, pero toda la gente fue muy amable, siempre me saludaban diciendo ‘Bonne arrivée’” (¡bienvenida!). A diferencia de la experiencia de Concetta en Inglaterra, Jessica tiene que hablar francés, ya que es la lengua oficial en Burkina Faso, donde además conviven alrededor de 60 dialectos.

Los planes de futuro de Jessica no son muy claros. Si hubiera vivido la vida de Concetta hace 50 años, cuando se sufría la carencia de empleo y de alimento en Italia, sin duda habría afectado a sus futuras perspectivas. “Después de dos años me iré a otra ciudad europea, a América del sur o a Asia. El trabajo en el campo del desarrollo es muy amplio e implica a muchos países, lo que, por descontado, te hace viajar al extranjero”.

La experiencia vivida de nuestros abuelos en Europa no tiene ni punto de comparación. “Mientras sea joven quiero viajar y ver el mundo. Ya tendré tiempo para calmarme cuando me haga mayor.” Esta inquieta privilegiada sólo menciona un inconveniente: “Tras dos años en el mismo proyecto estoy lista para cambiar y experimentar algo nuevo, lo que puede resultar un poco estresante.”

El 25 de marzo, celebramos el 50º aniversario de la UE. A tal ocasión, cafebabel.com presenta una serie de retratos cruzados durante las próximas semanas explicando qué ha cambiado en los últimos 50 años. Esta serie se insertará en el dossier que cafebabel.com publicará para celebrara la firma del Tratado de Roma en 1957, el 22 de marzo de 2007.

Translated from Working abroad - necessity or Easyjet pleasure?