Trittin: “No se puede hablar de un renacimiento de la energía nuclear”
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paula criado bargaEl cambio de tendencia en el uso de la energía iniciado por el Gobierno rojiverde de Alemania es una opción exportable a otros países, en palabras del ministro saliente en una entrevista concedida a café babel.
La coalición rojiverde ha perdido las elecciones, sin embargo, Jürgen Trittin sigue ocupando aún por unas semanas la cartera de Medioambiente, Protección de la naturaleza y Seguridad de reactores nucleares. Mientras su compañero de partido y ministro de Asuntos Exteriores, el verde Joschka Fischer ha desaparecido del mapa público, Trittin afianza su apuesta política: su decisión de abandonar el programa atómico y de cambiar la política energética es firme. Su sucesor, el socialdemócrata Sigma Gabriel, sigue sus pasos: el abandono de la energía nuclear en Alemania no se negocia.
La energía nuclear está renaciendo en el plano internacional. Existen aproximadamente treinta nuevas plantas atómicas en construcción en todo el mundo. Sólo en Polonia se van a levantar tres nuevos reactores. ¿De qué vale la postura antinuclear alemana si en cualquier otra parte del planeta se está adoptando la política contraria?
Desde luego, no se puede hablar de un renacimiento de la era atómica. En Europa, por ejemplo, está descendiendo el porcentaje del uso de la fuerza nuclear. Esto no lo pueden cambiar los repetidos intentos de reactivar el antiguo modelo de la energía atómica ya fuera de producción por parte de los grupos de presión a favor de la fuerza nuclear a través de ofensivas mediáticas y políticas. A los partidarios de este tipo de energía les gusta utilizar el argumento de la protección del clima, se les llena la boca hablando de ambiciosos proyectos en todo el mundo y tachan de idea descabellada el abandono de la energía atómica. Lejos de impedir una catástrofe climática, lo que logran con esta actitud es contribuir a un malgasto de la energía. Y si todavía se quiere mirar con más detalle, se descubre que los aparentemente grandes programas atómicos no son más que los mismos viejos programas. Con echar un simple vistazo a las estadísticas nos damos cuenta de que la energía nuclear ha experimentado una caída en picado: en el año 1990 se contaba con 83 reactores nucleares en construcción en todo el mundo, en 1998 eran 36 y hoy en día existen 29. Y aún digo mucho, puesto que una parte de estos reactores en construcción han permanecido dentro de estas estadísticas desde hace más de 25 años, sin mencionar las construcciones inacabadas. Hace ya más de 30 años que en los Estados Unidos no se construyen centrales atómicas, en los países occidentales hay sólo una planta nuclear en construcción en Finlandia. Y esto es posible asegurando préstamos del Estado y supresión de obligaciones. La mayoría de los Estados europeos han renunciado a la energía atómica o han adoptado la política de abandono de la energía nuclear. Los partidarios de la energía atómica preferirán mirar hacia China, pero, atención, fíjese en lo que en este país está sucediendo. El gigante asiático está apostando por la construcción de grandes centrales de energías renovables. China quiere producir 60 mil millones de vatios de capacidad eléctrica a partir de energías renovables hasta 2010. Esto es diez veces la cantidad de lo que producen hoy en día las centrales atómicas chinas y 30 veces la capacidad que podrán sumar las tres nuevas plantas nucleares en la red que China habrá construido para 2010.
En Alemania se ha producido una auténtica revolución de las energías renovables. ¿Cuál está siendo la reacción de los grandes consorcios con respecto a esta nueva aparición de energías blandas?
A raíz de este fuerte crecimiento, las energías renovables ganan terreno en el mercado de la electricidad; es decir, las energías convencionales pierden presencia año tras año. Las grandes compañías intentan defenderse contra esta tendencia con todo su poder. Y la petición de estos grandes consorcios de plazos más largos para amortizar las obras de las plantas nucleares no es más que uno de estos intentos. Los que gestionan antiguas plantas nucleares que ya han sido amortizadas, pueden llegar a obtener condiciones rentables, y contra esto no puede competir ninguna nueva construcción. Gracias al abandono de la energía nuclear y el mercado de emisiones, la coalición rojiverde ha cumplido los requisitos para poder invertir en tecnología de las plantas energéticas. Nosotros hemos sido artífices de la nueva aparición de plantas de energía del gas y del carbón de alta rentabilidad, que supone una inversión de 14 mil millones de euros y corresponde a la capacidad de 15 centrales atómicas. Aquellos que permiten el funcionamiento de las plantas atómicas durante más tiempo retrasan este proceso de modernización y deben asumir las consecuencias masivas sobre la construcción de nuevas centrales en Alemania y sobre los puestos de trabajo. Las reivindicaciones de los cuatro grandes consorcios, que en los últimos años han alcanzado cifras récord en sus ganancias, destruyendo al tiempo diez mil puestos de trabajo, pretenden elevar sus beneficios al máximo.
¿Cómo se puede exportar esta tendencia hacia las fuerzas renovables para asegurar un aprovechamiento de la energía coherente en el futuro en la Unión Europea?
Para potenciar el uso de energías renovables se requieren condiciones determinadas que aseguren las inversiones en la economía. Nosotros hemos logrado estas condiciones a través de la ley de Energías Renovables (LEE), que no sólo ha significado un aumento sin precedentes en Alemania, sino que también se ha convertido en una fórmula de éxito a nivel europeo y mundial. Entretanto, alrededor de 40 países tienen en su legislación una ley que se apoya en nuestra LEE, entre ellos Brasil, China y España. Este hecho indica que allí donde el gasto del consumo eléctrico está regulado con leyes concretas como en Alemania o España, el desarrollo de energías renovables avanza a pasos agigantados, así como también es en estos países donde se produce más barato el kilovatio por hora. En España, un 20% del consumo de electricidad proviene de energías renovables, en Alemania es un 11%. El coste en ambos países del kilovatio hora se sitúa entre 7 y 8,5 céntimos. Por el contrario, en países que no tienen una regulación del consumo, el precio es notablemente más alto: en Gran Bretaña supera los 10 céntimos, mientras que en Italia asciende a 15,5 céntimos.
Translated from Trittin: „Von einer Renaissance der Atomenergie kann keine Rede sein“