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Torre París 13: el grafiti se desgarra 

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Ana Jordán

Si de algo se hablaba el pasado mes de octubre en París, era de la Torre 13, la famosa torre de habitaciones decoradas con grafitis. Esta torre de Babel, convertida en una atracción efímera y una experiencia extrema, albergaba las obras de un centenar de artistas callejeros que han atraído a multitud de personas que llegaban de todas partes. El proyecto ha pasado a ser una bomba mediática.

Pasaron tres semanas desde el primer contacto con la Galerie Itinerrance, al principio del proyecto, hasta que conseguí una cita para una visita de prensa. En aquel momento, pensé que la tía que se ocupaba de las relaciones con la prensa llevaba una mala organización. Le pregunto por teléfono si es posible hacer un tour en la torre. «Claro que puedes… si quieres hacer seis horas de cola». Encontré su respuesta algo exagerada. Después, el rumor me llegó por otras vías. «La Torre 13, la galería de arte, ¡mejor reserva todo el día para verla!»

¡Qué sorpresa! ¿Desde cuándo el street art es tan popular? Quiero decir, ¿hasta ese punto? ¿No se trataba de algo de los barrios bajos? En efecto, tenemos delante un proyecto maravilloso: 36 habitaciones decoradas por los mejores grafiteros de todo el mundo, una exposición que se observa in situ de forma gratuita y durante solo un mes. Después las bulldozers se lo llevarán todo o casi todo. Sí, el street art ha llegado nuevamente a los museos y a la publicidad. El grafiti está de moda y la moda era ir a la Torre 13.

VISITA RÁPIDA

A tres días de que la cierren, me propongo estar a las 8.30h a los pies de la torre para una visita de prensa de una hora y media exactamente. Francamente, no me gusta mucho estar tan atada en mi exploración urbana. Normalmente me dirijo a los edificios que ya no se utilizan, armada con mi cámara de fotos, para descubrir lo que el mundo industrial o el paso de la historia tienen que ofrecerme; sin guías, sin límites, pero con algunos riesgos que hay que tomar por el puro placer de fotografiar un objeto abandonado o una perspectiva interesante. Es lo que llamamos urbex (exploración urbana). Cuando llego al lugar bajo la luz del amanecer a orillas del Sena frente al Bercy (el imponente Ministerio de Economía, Finanzas e Industria), entiendo mejor la necesidad de aquella organización. Más de cien personas están ya haciendo cola. Los primeros de la fila todavía dormitan en sus sacos de dormir... Somos una cuarentena de periodistas que esperamos a la jefa de prensa. Cuando nos abren las puertas, todos los periodistas recibimos insultos de los que están allí desde las dos de la madrugada. Ellos todavía deberán esperar una hora y media más. «A las diez, quiero a todos los periodistas fuera. Si no, ¡me harán un motín!», exclama la jefa de prensa. El ambiente está agitado.

«EL DÍA 31 ACABA. DESPUÉS ¡SE DEMOLERÁ!»

En el interior hay mucho que ver. Algunos equipos de televisión crean dentro sus platós. Hay escandinavos y brasileños, estudiantes de periodismo, canales de televisión y muchos fotógrafos. La jefa de prensa espera prudente y responde las preguntas de los artistas y de Mehdi Ben Cheikh, fundador de la Galerie Itinerrance y personaje importante del street art, en el distrito trece y fuera de él. La chica tiene aspecto de estar cansada. Recibe a mil personas por día desde hace cuatro semanas, de los cuales una cincuentena son periodistas. «Hemos tenido mucho bombo mediático, más de 500 medios de comunicación se han interesado, de los cuales muchos son extranjeros: JT en Corea del Sur, programas de Italia, España, América del Sur… La gente viene de todas partes y sobre todo de lejos. Hemos recibido peticiones increíbles, pero lo hemos rechazado todo porque esto no puede tener un uso comercial. Debe permanecer en el espíritu del street art, por eso es algo efímero y se tiene que destruir. El día 31 acaba. Después ¡se demolerá!»

Los organizadores son los primeros sorprendidos de este éxito tan rotundo. A pesar de todo, ha sido una buena experiencia. Los vigilantes están ahí para filtrar las entradas. Las barreras canalizan la cola y la gente se apelotona contra estas. Un vendedor ambulante ofrece café por unos céntimos (efectivamente, estamos en París, ¡negocio en todas partes!). Marie y sus amigas se han levantado a las 4h para coger el tren de cercanías. En los centros educativos están de vacaciones y eso se nota. La mayoría de los valientes que están ahí tienen menos de veinte años. Entre la multitud, se hacen amigos. «Después de varias horas, empezamos a conocernos», comenta un grupo de chicas que chocan las manos como prueba de ello.

¡QUERIDA LIBERTAD!

Cuando me voy tengo la sensación de no saber muy bien qué he visto, pero a la vez siento que he asistido a algo muy interesante. Con el estrés que te rodea, no hay mucho tiempo para interesarte por las obras. Estás casi todo el rato atrapado en un túnel de caracol hecho de bloques que antes eran un cuarto de baño o una cocina. Es una pena que no puedas encontrarte a los artistas, que no puedas sentirte libre para descubrir el lugar por ti mismo y no tener la impresión de estar en un mundo que se ha parado en el tiempo y que despierta por unos pocos visitantes que llegan de paso. Es como si quisieras estar solo en medio de un hormiguero. Esta percepción del street art es, en todo caso, parecida a la del que vemos en la calle hoy en día: mundializada, abierta y mediática.

Y ya que no tendrás tiempo y los demás serán seguramente más valientes que tú, aquí te dejo algunas fotos a modo de visita guiada:

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VISITA VIRTUAL PARA AQUELLOS QUE NO HAN TENIDO TIEMPO PARA VERLA EN: www.tourparis13.fr.

Translated from Tour Paris 13 : le graff s'arrache