Tolerar o castigar, ¿hace falta elegir?
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raquel ávila dosal¿Conseguir crack o cristal podría ser pronto tan fácil como adquirir un paquete de aspirinas? Entre represión o tolerancia y seguimiento terapéutico, vacila el corazón del legislador.
El consumo de drogas se apoya sobre un tráfico en el que las primeras víctimas son los países pobres. La ecuación es inapelable: una hectárea de flores de adormidera produce 1 kilo de morfina, lo que reporta 2.000 dólares al agricultor. Tratada con anhídrico acético, la morfina dará 1 kilo de heroína, vendida a 200.000 dólares al por mayor y a dos millones de dólares en detalle. Pero la frontera norte-sur entre países productores y países consumidores tiende a difuminarse. En las calles de Bogotá, La Paz o Kabul, se asiste a una explosión del consumo, en especial entre los jóvenes.
Choques y desacuerdos
La polémica entre los defensores y los detractores de la legalización se basa primero en una confusión de términos. La despenalización propone descriminalizar el consumo de drogas así como seguir sancionando la venta y la distribución. La despenalización no resolvería así el problema del contacto entre las personas que se drogan y las redes ilegales de suministro.
Los defensores de la legalización proponen por su parte que sea legal el conjunto de las drogas, a fin de que el Estado controle toda la cadena de producción y de distribución. La legalización permitiría a la vez alejar al consumidor de los traficantes y proporcionarle una mejor información sobre el contenido de los productos. Como en los prospectos de los medicamentos, las contraindicaciones y los usos peligrosos estarían claramente indicados. Pero esta loable voluntad de información no impediría la aparición de nuevos tráficos ilegales de productos no controlados, que escaparían a los impuestos legales.
El problema de la legalización no es tanto que ésta envíe un “mal” mensaje a los toxicómanos, sino que este mensaje es contradictorio con el discurso de salud pública. Entre estigmatización y protección, los toxicómanos están considerados o como víctimas o como delincuentes. Ahora bien, es por la reconciliación de los objetivos de reducción de riesgos y de lucha anticriminal que las legislaciones antidrogas deben actuar.
¿Castigar a las redes de tráfico o a los consumidores?
Al problema de la droga sólo puede hacérsele frente como un problema mundial. El ejemplo de Holanda, obligada a constatar su aislamiento en la escena internacional, nos lo recuerda. Si la política de tolerancia de los Países Bajos no ha provocado un aumento en el consumo en Holanda, el país se ha convertido por el contrario en una plataforma giratoria de tráfico, y se ve ahora obligado a adoptar una postura más firme.
La Unión Europea ocupa un papel importante en la elaboración de un nuevo enfoque mundial de las redes de tráfico. Pero los dos objetivos de su hoja de ruta de la lucha anti-toxicomanía 2005-2012 parecen muy reducidos: actuar sobre la oferta –las redes- y la demanda –los consumidores-. En la mayoría de los países de la UE (excepto Malta y Luxemburgo), la parte principal de los gastos públicos destinados a la lucha contra la droga (entre el 68% y el 75%) se dedican a la reducción de la oferta. Todas estas políticas de lucha contra el tráfico no han tenido eficacia pareja.
“La idea de que las redes puedan ser desmanteladas desde abajo, subiendo desde el consumidor hasta el importador, no es realista”, subraya Tim Boekhout van Solange, del Willem Pompe Insituut de la Universidad de Utrecht. “En Francia, continúa este criminólogo, el 90% de los arrestos ligados a la droga están relacionados con los consumidores y los pequeños traficantes. Se trata de una política simbólica, que sirve sobre todo para impresionar: muchas inculpaciones, pocas incautaciones. En Holanda por el contrario, la policía se centra en las grandes redes del tráfico. Este último enfoque permite a los holandeses incautarse de más cantidad de droga.”
El objeto de la lucha contra la criminalidad ligada a las drogas no está bien definido. ¿Se trata de crímenes cometidos bajo la influencia de una droga aquellos cometidos para financiar el consumo, o las violaciones de la legislación antidroga? Las estadísticas sólo se refieren a esta última categoría, lo que no facilita ni las comparaciones transnacionales ni la puesta en práctica de políticas eficaces.
Terapias endebles
Del lado de los objetivos de reducción del consumo, varias experiencias han visto la luz. En los medios sanitarios, los tratamientos de sustitución a base de opiáceos, tienen mucho apoyo. Más de medio millón de europeos recibe un tratamiento de sustitución. La metadona permite disminuir progresivamente el sentimiento de adicción y no conlleva toxicidad en las dosis terapéuticas. Absorbida en jarabe, disminuye además los riesgos de hepatitis y de contaminación por VIH. Resultado: la incidencia del sida en los heroinómanos está a la baja y las inyecciones intravenosas ya no son el primer factor de riesgo en la propagación del virus en Europa (ahora son las relaciones heterosexuales).
Sin embargo, la disponibilidad de estos tratamientos está lejos de ser homogénea. Los diez nuevos Estados miembro comunitarios representan apenas más del 1% de los clientes en tratamiento de sustitución, y para los usuarios de estimulantes o de cocaína, las opciones terapéuticas están muy poco desarrolladas. Además, una de las características de la toxicomanía europea es el consumo simultáneo de sustancias, la “politoxicomanía”. Dentro del enfoque de prevención y tratamiento, hace falta de ahora en adelante tener en cuenta la interacción entre sustancias tóxicas y psicoactivas como el alcohol y el tabaco.
Para luchar contra esta plaga, hay que encontrar el justo equilibrio entre las exigencias de salud y de seguridad pública y la lucha firme contra el tráfico. Esto implica la humanización del recurso a la encarcelación para las poblaciones frágiles, multiplicar las acciones sociales para la prevención y la reinserción de los toxicómanos, y mostrarse implacable frente a las redes de tráfico.
Translated from Tolérer ou punir, il faut choisir