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¿'Selfie', luego existo?

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Lifestyle

Pocas cosas son tan amadas en secreto como el selfie. Pero, ¿por qué? ¿Qué nos hace quejarnos de esa pareja con el "palo selfie" y entonces darnos la vuelta y hacernos una foto con nuestros amigos? Como era de esperar, la respuesta se encuentra en nuestro cambiante, egocéntrico y todavía inseguro intercambio con las redes sociales.

En el momento de escribir este artículo, es seguro decir que la idea del "selfie" se ha convertido en un fenómeno en todo el mundo. Cuando no hace mucho pensábamos que las cámaras digitales suponían una monumental revolución frente a la omnipresente filmografía, el selfie puede acabar convirtiéndose en un cambio social aún más complejo. El motivo es que, al contrario que la fotografía digital tradicional, el selfie objetiviza el grito moderno por la justificación de la existencia individual. Parece que aquellos que se hacen fotos a sí mismos para más tarde colgarlas en las redes sociales lo hacen con la intención de auto-crearse. Como consecuencia, debemos preguntarnos a nosotros mismos si alguien que no se hace selfies puede siquiera existir.

La defición de la Merriam-Webster (enciclopedia británica) del selfie es "una imagen de uno mismo, tomada por uno mismo usando una cámara digital, especialmente para compartirla en las redes sociales". Básicamente, se trata de una acción mayoritariamente egocéntrica, enfocada a recibir atención de forma masiva. Sin embargo, este ego no es auténtico, ya que deja de existir en el momento en que no hay más fotografías. La validación a través de la cantidad de "me gusta" y veces que se ha compartido la foto en las redes sociales refleja claramente una inseguridad en toda esta dinámica. Pero por encima de esto, el selfie deconstruye el "yo" que existe en la vida real, hasta el punto de perder todo su significado. Más que una sentencia de superficialidad y narcisismo, esta observación filosófica pretende resaltar la base inestable de las deficiones sociales modernas.

¿Una maldición de Narciso moderna?

Como todo nuevo fenómeno, todavía no ha alcanzado a todos. Por supuesto, afecta principalmente a la población joven "tecno-afín", y en algunas culturas más que en otras. No obstante, cuando uno ve un grupo de jóvenes sentados unos frente a otros, sin hablar, pero haciéndose fotos periódicamente, se puede apreciar el impacto de esta nueva realidad. ¿Qué necesita un ser humano, que está sentado en un avión que acaba de perder la presión en la cabina, para sacar su teléfono móvil, hacerse una foto y compartirla en las redes sociales?

En el mito de Narciso de la antigua Grecia, se describe a un joven que está tan obsesionado consigo mismo, que cuando la diosa vengativa Nemesis le llevó a un estanque que reflejaba una imagen de sí mismo, se ahogó. En el mito, Narciso afirmaba que su belleza no sería nunca lo suficientemente apreciada, por lo que decide suicidarse. Sin saberlo, el selfie y su habitual compañero el "palo selfie" pueden haberse convertido en una representación moderna de ese mismo sentimiento.

La similaridad entre Narciso y la persona que se hace selfies puede parecer evidente, pues se trata de una situación en la que uno evita la interacción humana directa y simplemente se dedica a reflejarse a sí mismo. Pero para ser honestos, no ha habido suicidios (aunque sí muertes accidentales), lo que demuestra que estas personas sí deben ver su belleza (o la ausencia de ella) apreciada cuando la comparten online. Además, tras esta acción puede esconderse una crisis de humanidad aún mayor, proporcionando una nueva visión acerca de una crisis existencial, si uno sólo es capaz de autentificarse a través de estos selfies.

¿La existencia moderna es posible sin selfies?

Tener como único propósito el centrarse en uno mismo, dibuja un extraño paralelismo con la historia de Narciso. La diferencia crucial reside en la segunda mitad de la definición de "selfie": "especialmente para compartirla en redes sociales". ¿Por qué siente uno la necesidad de hacerse una foto a uno mismo y colgarla en un espacio virtual? ¿Cómo podría eso interesar a alguien intrínsecamente, si no es por la mutua confirmación de sus respectivas existencias? ¿Es la existencia en sí misma inalcanzable en esta "carretera de la información" en la que se ha convertido el mundo moderno? Para explicar la verdad detrás de la cultura del selfie, debemos echar un vistazo a lo que el término "existencia auténtica" significaría para esa persona que hace fotos de sí misma. 

El ego, o el "uno mismo", ha sido una cuestión ampliamente discutida por cada gran pensador desde antes de Sócrates. Lo que podemos sugerir a raíz de los últimos puntos de vista es que se trata de una complicada mezcla entre "el ser único e intrínsico" y el llamado "ser en este mundo". Este último es la parte que es suprimida por parte de la política y las ideologías y es posiblemente la razón por la que compatimos nuestros selfies. Mientras que el "ser único" sería capaz de existir sin confluencia social, el "ser en este mundo" es totalmente dependiente de esta interacción. Martin Heidegger utiliza la palabra alemana Dasein (litralmente "estar aquí") para definir esta condición humana. Se refiere a todo lo relacionado con el "sein" ("el ser") que tiene que estar relacionado, no activa ni pasivamente, sino constantemente. El tipo de relación que convierte las cuestiones que tienen que ver con "el ser único e intrínsico" en dogmas, en última instancia relacionados con la moralidad y la mortalidad.

De manera que comprobamos la importancia del aspecto social en el fenómeno selfie y su interdependencia con nuestro mundo. El selfie proporciona una escapatoria a la existencia solitaria del "ser único". Por ello es totalmente justificable, mientras retenga parte de su autenticidad original. De lo contrario, corre el peligro de alienar al ser inicial y crear sólo una existencia virtual. Este peligro es tan obvio como natural, ya que la mente trata de rellenar el sinsentido arriba mencionado de la existencia como un producto construido por uno mismo, antes de acabar desesperado.

La búsqueda de autenticidad

Entonces, ¿cómo sería teóricamente posible existir en los selfies y permanecer fiel a tu "ser auténtico" y no a tu "ser virtual"? "Si buscas autenticidad con la autenticidad como motivo, ya no eres auténtico" - Jean Paul Sartre.

Sartre, entre otros, explicó cómo la falta de autenticidad en la existencia no puede pasar desapercibida. Resulta que la autenticidad sólo puede ser, en realidad, un grado del "ser único" junto con el "ser en este mundo", el ser social. Mientras tanto sigue abierto el debate sobre si las personas que se hacen selfies están realmente interesados en crear y mantener su propio ser, una teoría que no puede ser refutada en este punto (excepto, tal vez, en relación con el "palo selfie").

El aislamiento existencial resume entonces el propio concepto de selfie: Una acción socializada que consiste necesariamente en crear un "ser moderno". El ego queda satisfecho con la invulnerabilidad de esa parte de uno mismo que no puede trascender al ser humano, tal como Sartre lo describiría. Significa que las personas que se hacen selfies no pueden existir por sí mismos, conscientemente, sin salir de esa libertad personal para tomarse una foto a sí mismos.

Al mismo tiempo, la socialización reside tanto en la alienación dentro de una comunidad virtual de una forma pseudo-religiosa, como en el reconocimiento que proporcionan los "me gusta" dentro de ese grupo. La imagen es, después de todo, concebida para ser compartida con todos los que pueden apreciarla, lo que la lleva a ser radicalmente distinto respecto a la historia de Narciso.

Como consecuencia, el selfie crea un nuevo fenómeno de humanidad moderna. Una lucha contra el sinsentido que acaba por convertirse en una fotografía concebida puramente para probar la propia existencia. Este fenómeno, que podríamos llamar el "ego social", probaría nuestra raison d'être. Mientras no seamos capaces de entender esta paradoja, tendremos que ajustarnos a la versión actualizada de la cartesiana "Me hago selfies, luego existo".

Translated from Selfie ergo sum?