Salga por Downing Street
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Fernando Navarro SordoPaz en Irlanda del Norte, guerra de Irak..., el legado del Primer Ministro británico Tony Blair tras una década en el poder cuando lo abandone el 27 de junio de 2007.
Para quienes lo recuerdan, el 2 de mayo de 1997 fue un día histórico. Con 16 años, yo era aún demasiado joven como para votar, pero lo bastante crecido como para percibir el ambiente del país. Mientras los conservadores se sumergían en batallas fratricidas, escándalos sexuales, perjurios y casos de corrupción, Tony Blair y su renovado Partido Laborista emergieron como una alternativa fresca y joven que aportara a Gran Bretaña una imagen más justa, tolerante y confiada en el futuro y que diera estabilidad en casa y respeto en la comunidad internacional.
Blair tenía un aire de Clinton, de hombre de Estado campechano, que sabía codearse con iconos y celebridades nacionales como con líderes internacionales. El efecto Blair impulsó al laborismo al poder con unos míticos 179 escaños en la cámara de los comunes, que le ha seguido dando fuelle hasta hoy aunque con menos representación: Blair ganó sus terceras elecciones generales consecutivas en 2005. Tras una década en el poder, la ilusión que muchos depositaron en él se ha ido desinflando. Deja como herencia cierto poso de desconfianza, desigualdad, desilusión y un Reino Unido enrarecido consigo mismo y con muchos socios europeos.
Thatcher pero en modernito
En política nacional, pareciera que Gran Bretaña se haya beneficiado de la acción de Blair. La economía se ha mantenido estable, la inflación muy baja y la inversión pública en sanidad y educación ha crecido de modo significativo. Sin embargo, cierta inacción en el campo de la vivienda ha hecho que los precios suban en una proporción que muchos ciudadanos no han podido seguir para poder ser propietarios.
Los tipos de interés bajaron, empujando a la gente a tomar prestado, pero como los tipos han vuelto a sus niveles de 1997, los británicos deben ahora cerca de 1 trillón de libras esterlinas, y la tasa de morosidad no deja de crecer. Invertir en educación y sanidad puede ser loable, pero aplicar la ley del mercado a los servicios públicos puede dejar un mal sabor de boca. Es más, muchos de los jóvenes a cuyo voto hizo llamamiento Blair en 1997 comienzan ahora su vida profesional agobiados por deudas de estudios que los laboristas aseguraban haber limitado en su programa electoral de 2001.
Cabe preguntarse quiénes han sido los beneficiados por un Blairismo que, antes que ser un socialismo moderado parece estar más cerca del Thatcherismo camuflado en ropa modernita.
Guerra, paz y Europa
Asuntos domésticos aparte, será más bien por sus posturas en la escena internacional por lo que Blair será más recordado. Su gran éxito ha sido su papel en el proceso de paz de Irlanda del Norte. Aun así, por desgracia, su éxito siempre quedará emborronado por su apoyo a la 2ª Guerra de Irak en marzo de 2003, y su empecinamiento en hacerle la guerra al terrorismo, lo que ha instalado en la sociedad británica una persistente atmósfera de temor e histeria.
Aun admitiendo que los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 no tenían precedente, y que el Reino Unido y los Estados Unidos siempre han mantenido una relación de cooperación especial que aconsejaban a Blair mostrar su solidaridad con el pueblo norteamericano, el modo en que alineó a Gran Bretaña con la estrategia norteamericana parece, a toro pasado, equivocado y exagerado. Al alinearse tan estrechamente con la politica de Bush, en vez de tratar de galvanizar alianzas con sus vecinos europeos y procurar una acción más multilateralista en el mundo, el Reino Unido ha dilapidado respeto e influencia dentro de la UE.
Por otro lado, el acercamiento de Blair al proyecto europeo ha terminado por ser decepcionante. Al principio de su reinado, hubo motivos para el optimismo que hicieron pensar que Gran Bretaña se incorporaría a la Carta Social Europea y a la Convención Europea de Derechos Humanos. Sin embargo, con Europa en plena encrucijada política y constitucional, Blair ha dado un paso atrás en su discurso proclive a integrar más a su país en la UE, atemperando sus decisiones en acorde con las quejas de la prensa euroescéptica.
Fotos, (en texto, Gúnna/Flickr); (en portada, Le Kizz/Flickr)
Translated from Exit: Downing Street