Rusoparlantes en Estonia: ciudadanos grises
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marta alcudia conejoEstonia es un Estado de la UE moderno y progresista, pero dividido por las diferencias lingüísticas, culturales y educacionales existentes entre estonios y la minoría rusoparlante.
Casi todos los vendedores ambulantes y taxistas con los que me encuentro en el centro de Tallin son rusoparlantes. En derredor, los turistas pululan como hormigas sobre los adoquines de sus viejas calles e infestan las terrazas de la miríada de cafés. Tras dos décadas desde la perestroika y la “Revolución Cantada” Estonia se ha convertido en un próspero estado miembro de la Unión Europea que mira hacia el futuro. Estonia es un país muy orgulloso de su identidad y de su independencia. ¿Pero en qué medida el desconocimiento del lenguaje estonio imposibilita que una persona avance en esta sociedad recientemente agitada?
Ahora, el lugar donde hace sólo dos meses solía hallarse la estatua del Soldado de Bronce parece tranquilo. La estatuta se ha trasladado del centro urbano a un cementerio militar. Queda poca evidencia de los disturbios que asolaron Tallin, provocaron un enfrentamiento diplomático con Moscú, manifestaciones de venganza, una muerte, 135 heridos y 800 detenciones.
El 3 de septiembre, el gobierno estonio decidió impulsar el lenguaje estonio haciendo obligatoria este año al menos una asignatura en estonio en la escuela secundaria rusoparlante. Con todos estos sucesos, ¿en qué situación queda la minoría rusa autóctona (cerca de un cuarto de la población) en la ahora independiente Estonia? Dejando atrás la apariencia de postal de los alrededores del barrio viejo, la Historia más reciente de Estonia entra en contexto al transformarse la arquitectura gótica de caja de bombones en bloques de vecinos de la era soviética, reliquias de la pasada ocupación.
Choque cultural: ¿cuestión de integración?
Hoy en día, cerca de 110.000 ciudadanos rusos viven permanentemente en Estonia. Tras la independencia, muchos inmigrantes de la era soviética solicitaron la ciudadanía rusa. Sin embargo, la gran mayoría de los rusoparlantes o bien solicitaron la ciudadanía estonia o bien permanecieron en Estonia con una ciudadanía indefinida. Aunque este grupo ha disminuido desde la independencia, todavía representa cerca de un 9% de la población.
La tensión entre las dos comunidades podría haber surgido del hecho de que el grupo minoritario rusoparlantes es reacio a integrarse en la sociedad; un tema delicado en toda la UE. “Estonia ahora es así, y ellos [la comunidad rusa] no quieren integrarse”, me explica un grupo de estonios en un bar en los límites del barrio viejo. Más tarde, mientras esperan al autobús que los llevará a la ciudad, dos veinteañeros locales hablan acerca de cómo reconocen las desventajas que tiene una persona que no hable estonio. También se hacen eco del sentimiento existente de que muchos rusos no “quieren integrarse”.
La oficina del Sindicato Juvenil en la calle de Parnu Mnt está adornada de parafernalia antirracista. “Nosotros somos Rusos -nuestras raíces, herencia, literatura, Historia–, ¿porqué deberíamos renunciar a ello?”, inquieren Igor Ivanov, de 31 años y Maia Meos, de 42, quienes hacen campaña por los derechos de las minorías y la no discriminación. Ellos hacen hincapié en que la significativa minoría rusa tiene la sensación de que su identidad está siendo acosada desde que Estonia obtuvo la independencia en 1991. Este choque de puntos de referencia culturales se puede observar en la polémica que rodeó la retirada de la estatua del Soldado de Bronce, que para un grupo es un símbolo de la valiente resistencia contra los Nazis, mientras que para otro es una representación de los sombríos años de ocupación soviética.
¿Está la minoría rusa en mayor desventaja social en los aspectos más prácticos de la vida cotidiana? Por ejemplo, el hecho de que el gobierno favorezca la discriminación pro-estonia excluye, o al menos inhibe, a esta significativa minoría a la hora de entrar en la universidad y las profesiones de cuello blanco (directivos, liberales, etc.). El desempleo juvenil entre los no nacionales alcanza el 29,4%,frente al 9,5% entre los estonios de pura cepa. “Pero puedes ir a una institución rusófona para los empleos de cuello azul (técnicos y construcción, etc)”, puntualiza Ivanov. Esto contribuye aún más a la “exclusión social y la vulnerabilidad ante el abuso contra ciertos Derechos Humanos. A muchos de este grupo se les impide el completo disfrute de sus derechos económicos, sociales y culturales”, afirma Amnistía Internacional.
Ciudadano Kane
Esta minoría rusoparlante considera el país como su hogar, tienen pasaporte estonio (los llamados “pasaportes grises”), pero son incapaces de beneficiarse de muchas ventajas (tales como la libertad de movimiento), que es fundamental en la pertenencia a la Unión Europea. Esta desigualdad también se ve reflejada en el Documento Nacional de Identidad, donde los Estonios y los no-nacionales están designados por una letra diferente. Esto constituye una burla al mantra europeo “Unidad en al Diversidad” que forma parte integral del tratado de la UE. “Si la división se hiciera por el color de la piel, se consideraría inaceptable, pero esta [discriminación] no”. “Es una minoría”, se lamenta un emigrante coreano y ex profesor universitario, “pero una minoría nacida aquí”.
(Fotos dentro del texto: CY)
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