Retrato continental del voluntariado, desde los hospitales de Eslovenia a las bibliotecas polacas
Published on
Relato de cuatro europeos, desde los veintitantos hasta los sesenta y pico, desde las islas del mar del Norte a los pueblos de Polonia. Ocupar tu tiempo de jubilación, convertirse en profesión o aprender a respetar el medioambiente: ser voluntario puede cambiarte la vida
Cándida Salgado Silva, 28 años, Portugal. Voluntariado también es cultura
“Desde que iba al colegio he estado involucrada en la comunidad de mi pequeña ciudad. En la universidad comencé a tomar parte activa como voluntaria en los movimientos universitarios y la esfera política. Tras mi ‘excursión académica’ de cinco años en la carrera de Derecho en Portugal, me tomé un año libre para realizar labores socioculturales en el extranjero. El Servicio de Voluntariado Europeo (SVE) fundado por la Comisión Europea, ofrecía una oportunidad que no podía desaprovechar. Trabajé en Olsztyn, una ciudad del noreste de Polonia, en un proyecto para interesar a los jóvenes en la biblioteca multimedia municipal, que no solo tiene la función de una biblioteca normal sino que además provee de espacios multidisciplinares, talleres, salas para impartir lecciones y festivales. Junto con un grupo de voluntarios locales, se me encargó crear y organizar actividades para ampliar los intereses y conocimientos culturales, políticos, sociales y lingüísticos de la gente joven.
Ser voluntario significa comprometerse con la sociedad y tener un pensamiento que vaya más allá de lo convencional. Se trata de involucrarse con una comunidad y contribuir al bienestar de su sociedad. Ser voluntario es ser abierto de mente y preocuparse por ser solidario. Significa también cumplir tu papel como ciudadano y tomar parte activa en el desarrollo de nuestro mundo.
Hacer voluntariado forma parte de mi personalidad: no ha cambiado mi vida sino que es parte de ella. Ha enriquecido, sin duda, tanto mi personalidad como mi currículo, ofreciéndome oportunidades profesionales que de otra manera no hubiera tenido. Actualmente trabajo en Centro Europeo de Voluntariado, una red europea de centros de voluntariado que trabajan unidos para promover iniciativas de este tipo”.
Milan Mikuš, 68, Eslovaquia. Sentirse útil después de la jubilación
Tras su jubilación, Milan dedicaba todo su tiempo libre a hacer compañía a los pacientes de una residencia para enfermos terminales. Estuvo haciendo voluntariado durante casi un año. “Me encontré con un llamamiento que hacía la organización de voluntariado Vŕba (El sauce) en un periódico católico. Me inscribí como voluntario para cuidar pacientes de cáncer, pero no me aceptaron ya que el llamamiento iba dirigido solo a los habitantes de Bratislava. Aunque me encantó saber que la residencia de enfermos terminales de mi ciudad también buscaba voluntarios y que ahí podía ser de utilidad.
Como tengo conocimientos profesionales, decidí ayudar como de cuidador. Tras varias reuniones con la enfermera que coordinaba a los voluntarios me propuso asistir a pacientes inmóviles. Me facilitó la información adecuada y me puse manos a la obra. No estaba seguro de si podría hacerlo, pero para saber si puedes o no tienes que intentarlo. Asistí con otros voluntarios a sesiones de preparación cortas pero muy útiles que organizó la enfermera. Después de pasar varios test descubrimos el estado emocional de cada uno, a partir del cual desarrollar nuestra personalidad.
Se me encargó ocuparme de un paciente en coma. Gracias al acceso a información en internet podemos aprender mucho sobre la vida humana y su valía. Sin la oportunidad de convertirme en voluntario y ayudar a la gente más indefensa, no hubiera alcanzado el profundo conocimiento sobre la vida que ahora tengo. Hacer un voluntariado me enriquece y me hace sentir bien y útil. Estoy muy agradecido por esta oportunidad.
Participe en un programa de intercambio para voluntarios mayores llamado Think Future-Volunteer Together (Piensa en el futuro: voluntariado juntos) en Eslovenia en septiembre de 2008, donde aprendí que el voluntariado implica realizar un amplio abanico de actividades. Me inspiraron sobre todo las actividades de la asociación de mayores de la ciudad eslovena de Skofja Loka y las actividades de la Cruz Roja en torno a la ayuda a la gente sin hogar.
Quiero ayudar a aquellos que están en una situación peor que la mía. El voluntariado implica hacerlo para aquellos que realmente lo necesitan. No puedo decir que cambiara mi vida totalmente. Pero al pasar tiempo con gente que está esperando la muerte me di cuenta mejor de la manera en que cada cual se aproxima al final de sus días y valoro más las cosas normales de mi propia vida”.
Zeliha, 24 años, Nancy (Francia). La profesionalización del voluntariado
La benevolencia no es una vocación, pero sí un pasaje casi obligatorio antes de poder dedicarse, profesionalmente, a la vida de las asociaciones. Zeliha ha compatibilizado durante bastantes meses sus estudios de francés como lengua extranjera (FLE) con su adhesión a una asociación. Después de más de dos años, hace frente a ambas cosas valientemente: “Me he dedicado a dar cursos de costura para mujeres analfabetas en un centro social, ha sido enriquecedor, sobre todo profesionalmente, puesto que me ha permitido ver mis estudios de otra manera y comprender que me eran útiles, incluso a nivel local”.
“Costura de encuentros”, Zeliha se acerca hacia una pequeña asociación de barrio, la ESAF “por la lucha y la ayuda a la escolarización” donde ella participa de vez en cuando. Con solo seis meses, ella se ha atrevido ya con una organización solidaria en Marruecos. “No conocía el carácter voluntario y su funcionamiento, este es el terreno que yo más aprecio”. Si bien es cierto que hay quienes se unen a grandes proyectos humanitarios sin tener una experiencia previa, la ahora asalariada de esta misma asociación aconseja “comenzar en un primer momento en proyectos locales antes de lanzarse a la solidaridad internacional”. Y por una buena razón, las formas de manejar este medio son múltiples y es necesario adaptarse a los diferentes interlocutores: las instituciones, los profesionales del medio social, los participantes… Porque la buena voluntad no es suficiente y Zeliha lo comprendió cuando uno de sus proyectos no pudo ver la luz: “No estábamos todavía preparados ni adaptados”.
Zeliha actualmente está en contrato de ayuda a la contratación (CAE). Es un contrato de 24 horas semanales (pero, ¿se pueden verdaderamente contar las horas que ella dedica?) y el sueldo no es muy alto. Aun cuando los finales de mes son duros, concluye: “Nada ha sido en vano durante estos años de beneficencia porque, en el plano personal, he descubierto muchas cosas y profesionalmente he aprendido enormemente”.
Christiane, 28 años, Berlín. Voluntaria ecológica
“Como toda chica de ciudad, a los 18 estaba obsesionada con una visión idealista de la vida, por lo que me propuse ir, al menos una vez, a un sitio de costa, y ya puestos, hacer algo por el medio ambiente. Ese ‘ya puestos’ acaba lógicamente convirtiéndose en tu actividad principal cuando decides irte a la isla de Föhr, en el mar del Norte, como parte del programa ‘un año ecológico voluntario’. En mi primer piso compartido con vistas al mar, viví con otra participante del programa. Era, en muchos kilómetros a la redonda, el único ser humano de mi edad; el resto eran hombres o miembros del Servicio Civil (opcional al Servicio Militar Obligatorio). Mis tareas en la Unión de Empresarios para la Protección del Medio Ambiente y la Naturaleza (en sus siglas en alemán BUND) estaban muy claras: en verano haría visitas para niños en las marismas y haría de ‘friegaplatos móvil’ los fines de semana (con paga extra). El llamado ‘Limpiador móvil’ consistía en un remolque que mi jefe conducía hasta la lonja o a las fiestas de los bomberos donde yo fregaba los platos sucios. El olor a kétchup, mostaza y pescado en las manos me acompañaría todo el verano.
En invierno se reparaban vallas, planeábamos proyectos, cartografiábamos las marismas y hacíamos recuento de pájaros con el Servicio Civil. Antes de esta experiencia, yo no podía distinguir un ganso de un pato. Ahora puedo reconocer el ganso barnacla de cara blanca o a la gaviota reidora solo por sus graznidos. En primavera, la temporada se centró en la construcción de una valla a lo largo de una autopista para proteger a los sapos que, en sus migraciones, intentaban cruzarla. La conciencia ecológica en Föhr es clave en la política pero, a la vez, algunos vecinos consideran el trabajo de los voluntarios como una intromisión en las tradiciones. Posiciones políticas aparte, además de conocer la flora y la fauna de las marismas y de saber lo que yo puedo hacer como individuo para dañar lo menos posible el medio ambiente, lo que realmente aprendí fue a conocer la vida, a trabajar por cuenta propia y a comunicarme con otras personas. De hecho, en mi trabajo actual como auxiliar de proyectos culturales no hago otra cosa que eso.
Translated from Portraits of trans-generational volunteers