Refugiados y voluntarios en Ámsterdam
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Marina Garcia BlanesCuando el reloj marca las seis de la tarde en la estación central de Ámsterdam, un grupo de personas con camisetas naranjas se reúne con carteles de bienvenida. Desde el 14 de septiembre, reciben a aquellos que buscan asilo y que llegan en trenes internacionales. Muchos de los presentes en el comité de bienvenida conocen la situación de primera mano
En un tranquilo rincón de la estación central de Ámsterdam, rueda un carrito lleno de comida y ropa que se llena cada noche para dar a los refugiados una cálida bienvenida. El horario de los trenes internacionales se fija en un poste. Camisetas de color naranja y carteles de bienvenida se distribuyen a los presentes, y los nuevos voluntarios reciben información sobre como pueden ayudar.
Cuando los refugiados llegan se unen al Grupo Arco Iris donde encuentran comida, ropa, y una cama para pasar la noche. Al día siguiente, tendrán que hacer otro viaje en tren de 3 horas (incluyendo 2 cambios y 1 bus) a Ter Apel, la ciudad donde tienen que registrarse.
El grupo de voluntarios en Centraal no es parte de ninguna organización benéfica u ONG. Comenzó con dos jóvenes marroquíes, Zouhair Ratmaoui (29) y Mohamed Bentaouit (33), quien intervino en un momento en que poco se estaba haciendo para ayudar a los refugiados en Holanda. "Yo sólo quería ayudar a la gente", Zouhair me dice: "Yo quería hacer algo".
Él era consciente del hecho de que tenía un techo sobre su cabeza, algo que los refugiados tuvieron que dejar atrás: "Le envié un mensaje a mi amigo Mohamed y le pregunté: ¿Quieres ayudar? Después reunimos bolsas de ropa y comida y nos fuimos directamente a la estación central".
Refugiados que se convierten en voluntarios
Lo que también es especial en esta bienvenida en particular es que, entre los muchos voluntarios que acuden a echar una mano, también hay antiguos refugiados que han regresado para ayudar. Hablé con dos refugiados sirios que llegaron a Holanda hace alrededor de un año. Ahmad Al Ideeb (25), de Damasco, llegó en septiembre de 2014, aunque no fue hasta junio cuando consiguió su casa en Ámsterdam: "Entendía que si estas personas me habian ayudado, yo debía hacer algo a cambio, por eso me ofrecí como voluntario para traducir".
Un amigo de Ahmad le puso al corriente sobre la existencia de este grupo en la estación y decidió que él también debía aportar su granito de arena. "Son fantásticos, la gente es muy amable. A veces, hay más voluntarios que refugiados. Una gran cantidad de personas que quieren ayudar. Eso es algo bueno... muy bueno en realidad".
Majd Mshaty (20), de Alepo, llegó el enero pasado y se trasladó a Ámsterdam en agosto. Aunque ha vivido en varios campos de refugiados, en el que más tiempo ha pasado es en el de Gilze, en el sur del país. Él describe el campamento como un lugar completamente aislado: "La zona era como un bosque. No había un barrio, sólo el campamento y árboles... Este es el lugar donde la gente se deprimió, porque era un sitio pequeño con nada que hacer. Sin embargo - me dice - lo más importante es que estoy aquí".
Majd ya tenía experiencia previa como voluntario en Aleppo. Trabajó para el Servicio Jesuita de ayuda a refugiados, una organización no gubernamental en Siria. Ayudó a muchos sirios a pasar de los barrios controlados por el Ejército Libre de Siria a los controlados por el gobierno, ya que "el gobierno bombardeaba los lugares ocupados por Ejército Libre de Siria. El Ejército Libre de Siria también devuelve los bombardeos, pero sus bombas son más pequeñas. Una de sus bombas mata a dos o tres personas, mientras que las bombas del gobierno pueden matar a más de un centenar".
Le encanta trabajar con la gente, es además voluntario en Havenstraat, un área que también alberga refugiados: "Nuestra misión es traducir para ayudar a la comunicación y también, aportar nuestra experiencia - de adaptación a un nuevo país - ". Cuando llegó, no había nadie a su disposición para explicarle cómo funcionaba todo en Holanda. Majd no tiene palabras para describir la labor del grupo de voluntarios en la estación: "Nos hacen sentir muy bienvenidos". Me contó que los refugiados admiran el papel de los voluntarios y agradecen mucho la bienvenida que les brindan.
Los refugiados olvidados
Aunque el grueso de la atención de los medios se coloca sobre los refugiados procedentes de Siria, también vienen desde Irak, Eritrea y Afganistán. Ahmed Mustafa (28), de Asmara, en Eritrea, es a menudo voluntario en la estación. Se acuerda de cómo era todo cuando llegó de niño como refugiado. Los ciudadanos que huyen del dictador y del servicio militar obligatorio en Eritrea toman, igualmente, un peligroso viaje en barco desde Libia a Italia.
Igual que Majd, Ahmed ya era voluntario en un refugio de emergencia para los refugiados como traductor cuando descubrió el grupo en la estación. "Es agradable ser parte de un grupo de personas que quieren trabajar desde su corazón", dice Ahmed. "Hay un montón de personas internacionales que trabajan juntas aunque no se conocen entre sí, pero comparten el mismo objetivo de ayudar a los refugiados. Eso es lo que me gusta".
Sin ayudas del gobierno
Uno de los grandes desafíos que enfrenta el grupo de voluntarios es la falta de apoyo del gobierno. El "Grupo Arco Iris" ha sido de gran ayuda en la acogida de los refugiados y en la recogida de donaciones, pero Zouhair advierte que necesitan encontrar otra opción porque este espacio es limitado. "El gobierno no hace nada", argumenta, "por eso hemos tenido que intervenir en primer lugar. Si la gente como nosotros no interviene para ayudar, sé que nadie más lo hará".
El voluntariado que ahora cumple casi 2 meses se basa únicamente en la generosidad de los ciudadanos que toman acción. La prueba de su eficacia reside en los testimonios de los refugiados que regresan para apoyar la iniciativa. Es la generosidad de la gente común la que proporciona la ayuda que necesitan para poder continuar.
Translated from The refugees turned volunteers at Amsterdam Centraal