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Refugiados y sin techo en Atenas: Al límite de sus fuerzas

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Translation by:

Carol Gomez

SociedadEUtoo

El colapso de la economía griega ha dejado un impacto visible en la capital. A pesar de los sucesivos rescates financieros, la situación no ha mejorado y los recortes sólo parecen empeorar la situación: Aumenta el porcentaje de griegos con problemas económicos y casi la mitad de los jóvenes no tiene trabajo. Cada vez más personas viven en la calle. ¿Hay esperanza en el horizonte? Parece que no.

Como si el destino económico de los griegos no fuera suficientemente incierto, la ciudad de Atenas afronta ahora otro desafío: La llegada de miles de refugiados desesperados que escapan de la guerra y la pobreza, que se encuentran atrapados en Grecia tras el cierre de las fronteras en su viaje por los Balcanes. Atenas es actualmente el epicentro de esta crisis, donde los problemas de Europa y el resto del mundo convergen. Viajamos a través de una ciudad con problemas.

"Hemos perdido nuestros viejos valores"

"¡Shedia! La nueva edición de Shedia". Escucho la voz de Maria desde lejos, parada en la entrada de la estación de metro Metaxourgio, a penas a dos kilómetros de la Acrópolis. Con un chaleco rojo y una gorra, la joven vendedora espera vender copias de Shedia, el único periódico griego que habla de los sin techo. Sin embargo, como en el caso de otros vendedores de billetes de lotería, tarjetas SIM, o viajes en camión a Albania, casi nadie se detiene a comprar una copia. En tiempos de crisis, es difícil vender cualquier cosa.

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Hace dos años, esta joven griega de 30 años nunca habría predicho que acabaría en esta situación. Su futuro parecía prometedor. Había estudiado diseño gráfico, graduada con honores, pero al obtener su título justo en mitad de la crisis financiera "no importaba cuánto lo intentara, los jefes me decían que cada vez tenían que despedir a más y más gente. Nadie quería contratarme. Era frustrante no poder cubrir ni mis necesidades básicas, pero lo peor es que tu cerebro se apaga cuando no tienes trabajo".

Junto con su madre y su hermano, vive con su tía en Nikaia, la zona portuaria más pobre de la ciudad. Sólo su madre trabaja y su salario apenas es suficiente para cubrir a la familia. Las deudas se acumulan. Es una vida en la cola para recibir asistencia social.

Sin embargo, historias como la de Maria ya no son la excepción. De acuerdo con Eurostat, el 36% de los griegos viven por debajo del umbral de pobreza. Vender copias del periódico les supone un ingreso modesto a quienes lo necesitan. Al menos ahora Maria tiene un medio para ganar algo de dinero. Durante dos años, se ha parado en la mayoría de los kioscos de la ciudad desde las 8h hasta las 16h. Se queda con la mitad de sus ingresos.

Al principio, estaba avergonzada de su trabajo; en una ocasión, al ver un compañero de la escuela, actuaron como si no se conocieran. Hoy, Maria ha encontrado la manera de aliviar su angustia. "La crisis les ha robado a muchos sus sueños," explica. "Tengo 30 años y se supone que debería estar empezando a formar una familia. Debería tener mi propia casa. Pero hemos perdido nuestros viejos valores. Hay cosas en las que ya no me atrevo a pensar. Por ahora sólo espero poder ahorrar dinero para ayudar a mi madre".

En cualquier caso, tiene hasta el final del día para vender 12 periódicos más. Hasta ahora ha ganado 18 euros, nada mal en realidad. Cuando uno de los vendedores de billetes se acerca y le da un plátano al final de su turno, se la ve claramente encantada. "Es una de las cosas buenas", continúa, "si hay algo común durante las crisis, es la solidaridad".

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La realidad de la crisis pega duro

Tengo la oportunidad de experimentar esta solidaridad de primera mano mientras me siento en un coche con trabajadores de la ONG "EMFASIS". Los acompaño a uno de sus recorridos nocturnos, con comida, sacos de dormir y otros artículos escenciales. Están buscando voluntarios para ayudar a los más necesitados de la ciudad.

Están en guardia día y noche. "Es nuestro principio", explica Erfremia, una joven estudiante de psicología, que ayua a los sin techo de la ciudad varias veces a la semana. "Les ofrecemos ayuda a aquellos que la necesitan. Estamos ahí para ellos, para escuchar y ayudarlos a recuperar su dignidad".

Los esfuerzos del personal de tierra son urgentes. En cuanto cae la noche, el alcance de la crisis económica se vuelve visible en los callejones de Atenas. Los huecos de puertas y áreas de ventilación se vuelven lugares para dormir. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU afirma que existen más de 20.000 personas sin hogar en Grecia. Alrededor de 15.000 se encuentran tan sólo en el área de Atenas.

No son sólo los vabagundos y drogadictos los que terminan en la calle. Los "nuevos sin techo" son cada vez más ciudadanos griegos de clase media, quienes, debido a la crisis económica, han perdido su trabajo antes de perder sus hogares. La previsión social no existe; las ayudas por desempleo se limitan a un máximo de dos años. Pocos griegos son inmunes a los riesgos de volverse un sin techo. "Veo muchos jóvenes en las calles, cuyas redes familiares han desaparecido", dice Efremia mientras conducimos hacia el puerto de Atenas Piraeus. "Incluso llegué a encontrarme con un antiguo vecino".

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Junto con los transbordadores que se encuentran en el puerto, los sin techo hacen sus propias tiendas de campaña en el suelo y en los bancos. Ya están esperando a que los voluntarios lleguen. Esta tarde distribuimos comida caliente, té y libros para ayudar a los intelectuales parados. "Sólo podemos ofrecer ayuda de emergencia a corto plazo", explica Tzoanna, el líder del equipo. "La ciudad necesita una solución a largo plazo, pero eso no ha sucedido. En las calles ves la realidad de la crisis y te pega duro".

Una imagen golpea a los trabajadores más que otras: Dos niños de una familia a los que no se les dio lugar en el albergue. "Queda mucho por hacer", continua Tzoanna, "nuestros esfuerzos se agotan lentamente y no parece que esto vaya a acabar. Es más, también hay refugiados que necesitan ayuda".

El verdadero alcance de las dificultades en Grecia se revela poco después, cuando un ferry llega al puerto, perturbando el silencio del lugar. Cientos de refugiados salen del ferry en la noche de Atenas. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos; algunos enfermos, algunos con niños. El flujo de gente parece no terminar. Se escucha el graznido de las gaviotas. Reina la confusión. Las mujeres piden agua para sus niños, pero todo lo que tenemos son algunos hojaldres y un poco de leche. Las raciones se comparten entre los refugiados en minutos. Con las manos vacías, observamos la horrible escena.

Entre los sin techo de la ciudad, aquellos que lo han perdido todo, se acomodan nuevos llegados que han tenido que dejar todo atrás. Están buscando una mejor vida. Su futuro no puede preveerse. El hecho de que las fronteras de Macedonia están cerradas es conocimiento común. Los centros de detención están completamente llenos. Cientos de miles de refugiados están varados en el país.

El gobierno calcula que las cifras han alcanzado los 100.000 refugiados durante el mes de marzo. Aquellos que no tienen dinero para pagar por un lugar para dormir corren la misma suerte que sus vecinos griegos. Un padre de Afganistán que llegó con nueve hijos no sabe dónde pasarán la noche. Lo único de lo que está seguro es que el viaje debe continuar. "No podemos quedarnos aquí", explica, "no hay futuro en Grecia".

"No es así como imaginábamos Europa"

Para muchos, Atenas es una parada accidental. Esto se vuelve evidente al día siguiente, en Victoria Place en el centro de la ciudad. Cientos de refugiados están también atrapados aquí, con sus posesiones en pequeñas bolsas. Montaron un campanento improvisado en el parque, pero los servicios son claramente insuficientes: No hay baños y sólo unas pocas fuentes de agua. Los voluntarios reparten comidas calientes desde una camioneta. No hay bastante para todos.

Es aquí donde conozco a Sami, Namgo y Gewed: Tres jóvenes afganos que llegaron aquí el 20 de marzo después de más de dos meses de viaje. Esperan llegar a Alemania, pero su viaje llegó a un final abrupto cuando cerraron la frontera con Macedonia. No hay paso para los afganos; tan sólo a unos pocos cientos de sirios e iraníes se les permite el paso cada día. A estos jóvenes los obligaron a volver a Atenas. Han estado durmiendo en la calle durante cuatro días.

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"No es así como nos imaginábamos Europa", explica Sami. "Gastamos todo nuestro dinero en viajar. Todo lo que tenemos son sacos de dormir y por la noche nos congelamos. Estaríamos mejor si estuvieramos en Afganistán, pero era demasiado peligroso". Puesto que teme que nadie le crea, Sami nos muestra una foto de sus dos hermanos, muertos en un bombardeo. Su expresión es de una esperanza desesperada de que abran las fronteras. No se cansan de preguntar cuándo ocurrirá, pero por ahora, no tendrán respuestas.

Pueden ver cómo su fortaleza va disminuyendo con el paso de los días. Un vistazo alrededor del parque es suficiente para confirmar que Grecia está al borde del desastre humanitario. Al irnos, los chicos tienen una petición: No quieren que se publique su foto. "Si nuestra madre nos viera así, le daría un infarto", dicen. "No podemos contarles a nuestras familias lo que nos ha pasado en Europa".

Mientras estuve en Atenas, me quedó claro que muchos sin techo griegos y refugiados comparten los mismos sentimientos de desesperanza. La ciudad ha probado ser el epicentro de una Europa fallida. Y lo peor es que el final no parece estar cerca. Grecia simplemente no es capaz de manejar su carga financiera y la crisis de refugiados.

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Este artículo es parte de nuestro proyecto EUtoo en Atenas, que busca darle una voz a la juventud desencantada. Cofinanciado por la Comisión Europea.

Translated from Ankunft in Athen: Vom Regen in die Traufe