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Refugiados en Chipre: un país desamparado

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Mientras los solicitantes de asilo se enfrentan a la incertidumbre y a la complejidad de la burocracia, la república de Chipre afirma estar desbordada por los flujos migratorios. ¿Cómo pueden los chipriotas gestionar la llegada de refugiados de manera efectiva?

En Kofinou, el centro de recepción para los solicitantes de asilo dispone de contenedores prefabricados que dividen las colinas en dos. Unos cuarenta kilómetros al sur de Nicosia, la capital, en medio de inmensas praderas densas y exuberantes, estas estructuras desentonan con sus grafitis y dibujos infantiles. En su interior, hay personas llegadas de muy lejos que duermen como sardinas enlatadas. Este es el lugar que ha elegido el gobierno chipriota para alojar a los refugiados, en su mayoría provenientes de Oriente Medio y África.

La imposibilidad de una isla

Despunta el día y la lluvia repiquetea sobre los techos. En uno de los contenedores, una joven somalí acaba de instalarse tras haber dejado un campo para menores no acompañados que se sitúa en la ciudad de Lárnaca, ya que acaba de cumplir 18 años y, por tanto, es mayor de edad. En ese mismo momento, surgen tensiones. Un grupo de diez personas protesta contra el rechazo de su solicitud de asilo: no los considerarán como refugiados y tendrán que volver a sus países. La policía chipriota tiene que intervenir para controlar la situación. El personal parece desbordado. No es la primera vez. Ya ha habido otros incidentes en este campo. En febrero de 2018, unos quince refugiados políticos se sublevaron contra las condiciones de alojamiento y el impago de sus subsidios e incendiaron varios lugares del centro.

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Desde estos incidentes, el centro ya no acoge a hombres solteros y prioriza la acogida de familias y mujeres solas. Se han realizado esfuerzos considerables por mejorar las condiciones aquí en Kofinou. Aunque no se conozca el coste exacto, las medidas tomadas por el gobierno chipriota se han orientado principalmente a mejorar y reparar las infraestructuras y a aumentar el personal administrativo. Cada año, la Unión Europea desembolsa aproximadamente 1,7 millones de euros en ayuda financiera para Kofinou. En un principio, el centro, administrado por el Estado desde 2004, podía acoger un máximo de 120 personas. Diez años más tarde, ante una llegada masiva de refugiados, las autoridades tuvieron que ampliar las dimensiones del lugar, el cual acoge actualmente a más de 400 migrantes. Es decir, se trata de uno de los campos más grandes de Europa comparado con la superficie del país que lo acoge.

La isla mediterránea atraviesa una creciente crisis migratoria a causa de su cercanía con Medio Oriente. Las redes de traficantes de personas se aprovechan de la situación geográfica de Chipre. Según el Asylum Information Database (AIDA), el número de solicitudes de asilo en Chipre ha aumentado considerablemente durante los últimos años: 2.871 en 2016, 4.459 en 2017 y 7.761 en 2018. Esto hace de Chipre el país con el mayor flujo de inmigrantes por número de habitantes (aproximadamente un millón) de los 28 Estados miembros de la UE, seguido por Grecia, Malta y Luxemburgo. Esta tendencia se mantuvo en alza a principios de 2019. 1.090 personas postularon en enero de 2019, frente a 440 en enero de 2018. Chipre considera que ha superado ampliamente sus límites en materia de acogida en comparación con otros países europeos. Por eso, el gobierno ya no duda en adoptar una postura más severa con respecto al derecho de asilo. El año pasado rechazó más de la mitad de las solicitudes.

Chipre aún está lejos de las situaciones infernales que experimentan países vecinos como Grecia. Sin embargo, basta con pisar el suelo de Kofinou para confrontarse a cuestiones de dignidad humana. En los contenedores, el olor es nauseabundo. Además de compartir el baño, en una habitación de 5 metros cuadrados pueden dormir hasta 4 refugiados. Desde hace un año, Nina (los nombres han sido modificados para proteger la identidad de las personas entrevistadas), una joven camerunesa de 25 años, comparte una de estas pequeñas habitaciones con otras tres mujeres y su bebé de 4 meses.

Al intentar huir de los militares de Camerún, Nina sufrió horribles represalias. "Me violaron dos veces, una vez los militares y otra vez en un cobertizo abandonado en Libia, donde había refugiados blancos y negros amontonados en condiciones atroces. Caminé de Camerún hasta Níger, después de Níger hasta Libia, atravesé el desierto a pie y crucé en barco de Túnez a Chipre. Di a luz a mi hijo en este campo, aquí en Chipre", nos cuenta, mientras mira a su hijo con ternura. Nina confiesa que pensó varias veces en suicidarse. "No puedo dejar de pensar en qué voy a decirle a mi hijo cuando me pregunte quién es su padre", se lamenta, con lágrimas en los ojos.

La ayuda que recibe se limita a 150 euros al mes. Los empleos disponibles para los solicitantes de asilo suelen ser muy precarios. Abandonados por los servicios públicos, los refugiados están abandonados a su suerte y no tienen más alternativa que buscar trabajo en el campo o en la recolección de residuos. A Nina solo le queda una opción: trabajar como empleada doméstica permanente. Pero eso resulta imposible con un niño pequeño. Sin embargo, se considera afortunada: las mujeres más vulnerables a menudo terminan prostituyéndose.

"Estamos en una isla. A los refugiados les resulta más difícil irse de aquí y nosotros tenemos que lidiar con toda la presión."

En Chipre, los solicitantes de asilo solo pueden registrarse si poseen una dirección fija y un contrato de alquiler. Por eso, el proceso de solicitud de asilo puede llevar años. Al igual que Nina, Mohammed, su mujer Armena y sus dos hijos de siete y ocho años están a la espera de una vida mejor desde hace más de un año. Sueñan con instalarse en Alemania o en Canadá, dos países considerados como "El Dorado" por la mayoría de los refugiados.

Como la mayor parte de los solicitantes de asilo sirios que llegan a Chipre (a diferencia de la situación en Grecia), los migrantes que desembarcan en la isla no tienen estatuto de refugiados. Solo tienen derecho a una protección subsidiaria. ¿Cuál es el resultado? No siempre tienen pasaporte y no pueden viajar al extranjero. "No vamos a renunciar a la idea de vivir en otro país. Necesitamos la ayuda del gobierno chipriota", protesta Mohammed. Tampoco tienen dinero suficiente para pagar un alquiler. El monto total de la ayuda que reciben Mohammed y su familia se eleva a 1.000 euros. Muchos refugiados sirios se han integrado a la sociedad chipriota pero el coste de un alquiler en Chipre para una vivienda decente puede alcanzar los 600 euros por mes. Mientras esperan una mejor situación, sus hijos van a la escuela más cercana y se expresan perfectamente en griego.

El fantasma de la extrema derecha

Mohammed y su familia tuvieron que huir a pie de la ciudad siria de Idlib, antes de alcanzar la frontera turca. Al llegar a Turquía, permanecieron dos meses en los campos, y el padre de familia tuvo que entregar 10.000 dólares a los traficantes que, en principio, debían llevarlos a un destino diferente a Chipre. "Los traficantes nos manipularon. Nuestra embarcación se detuvo tres veces en alta mar, era un viejo barco. Había cinco niños a bordo y también una mujer embarazada", cuenta Armena. Tras dos días aterradores en el mar, el barco, que debía llegar a Pafos, al sur de la isla, se desvió hacia el norte a causa de una tormenta.

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Para Stavros Christofi, el jefe del servicio de asilo de la república de Chipre, que depende del ministerio del Interior, "si bien se advierte una disminución del número de migrantes en el resto de Europa, en Chipre la situación no mejora". Agrega: "La redistribución de los solicitantes de asilo no progresa. Los flujos son muy importantes y hacemos lo que podemos. Pero afirmar que estamos listos para hacer frente a semejante crisis es una mentira, no tenemos recursos suficientes. Estamos en una isla. A los refugiados les resulta más difícil irse de aquí y nosotros tenemos que lidiar con toda la presión."

Según el servicio de asilo, 60% de los solicitantes que llegan a Chipre se encaminan hacia el norte de la isla por rutas aéreas o marítimas. En otras palabras, hacia una parte del país gobernada únicamente por Ankara. Dada la situación política de la isla y la ocupación de la parte norte por el ejército turco, la acogida de personas provenientes de esta parte constituye una operación delicada para las autoridades chipriotas. Al no conservar ningún tipo de relación diplomática con su vecino del Bósforo desde la invasión de 1974, la república de Chipre no está en condiciones de llevar a cabo negociaciones y por lo tanto exhorta a la Unión Europea para que ejerza presión sobre el gobierno turco. "El acuerdo de 2016 entre la UE y Turquía acerca de los migrantes ha sido respetado con Grecia, pero Turquía no lo ha aplicado en el caso de Chipre. La Unión Europea tiene que controlar el flujo de migrantes en nuestro país", estima Stavros Christofi.

La república de Chipre tiene planeado renovar su solicitud de ayuda ante la UE para el año 2019 y recibir fondos para la creación de un nuevo centro de recepción. La crisis de los refugiados ya ha suscitado numerosas hostilidades en este país, como en noviembre de 2018, cuando los habitantes de la aldea de Zygi se opusieron a una decisión del gobierno que consistía en instalar un centro para menores refugiados no acompañados en un campamento militar abandonado. A los vecinos les preocupaba que los niños migrantes fueran a la escuela local. Tanto los residentes de Zygi como los miembros del consejo de la comunidad recibieron apoyo por parte del partido neonazi Elam, conocido por su postura extremadamente hostil contra los migrantes. A pocos días de las elecciones europeas, este partido que ha alcanzado el 10% de intenciones de voto, y que según los sondeos podría incluso aspirar a un escaño en el Parlamento Europeo, no duda en sacar provecho de esta oleada de inmigrantes. Una oleada que podría sumergir a todo un país.


Foto: (cc)dimitrisvetsikas1969/flickr

* Los nombres han sido modificados.

Translated from Réfugiés : Chypre, seule au monde