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¿Qué narices está pasando en Macedonia?

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Naiara Reig Pellicer

Política

Algo se agita en la capital de Macedonia, Skopje. Manifestaciones y contra-manifestaciones, un escándalo sobre escuchas telefónicas, corrupción y brutalidad policial. Ivo Bosilkov lo explica en este artículo.

Macedonia está jodida. En resumen, esta es la opinión occidental sobre los Balcanes y en general es una descripción precisa, incluso cuando uno no está familiarizado al detalle con lo que está sucediendo en el proverbial gueto de Europa.

Es demasiado complicado, y el mundo 'civilizado' (más allá de los Balcanes) se encoje de hombros. "Ellos sencillamente se odian los unos a los otros, no hay nada que se pueda hacer al respecto, así que ¿por qué preocuparse en entrar en detalles?", admite Occidente con condescendencia y a regañadientes. "Todo lo que podemos hacer es observar cómo encuentran nuevos motivos y formas de odiarse los unos a los otros, y maravillarnos ante ello".

A día de hoy, los Balcanes están mal, otra vez. Sin embargo, como en la comedia, a veces un chiste puede ser tan malo, que en realidad es bueno. Desafortunadamente, para entender el chiste se necesitan unos pocos de esos detalles por los que los occidentales se preocupan poco.

Estos días le ha llegado el turno a Macedonia en el ciclo interminable del polvorín de poder en los Balcanes. Desde marzo, el líder del principal partido en la oposición, Zoran Zaev, ha estado publicando conversaciones telefónicas pinchadas entre oficiales del Gobierno, filtradas por un denunciante de los servicios secretos.

Las conversaciones han revelado una serie de malas prácticas por parte del Gobierno del primer ministro, Nikola Gruevski, que ya se sospechaban: Desde el control editorial directo de los medios por las élites del partido en el Gobierno, hasta el fraude electoral por las instituciones del Estado y lucrativas ganancias personales de los principales políticos en negocios turbios.

El descontento explotó cuando los manifestantes chocaron con la policía en las calles de Skopje, después de que se revelara que el ministro de Asuntos Interiores había tratado primero de encubrir la muerte de un joven manifestante que había sido brutalmente golpeado por un policía, para después absolver a sus superiores de ninguna responsabilidad.

Después de esto, las cosas fueron de mal en peor. En mitad de los mayores disturbios políticos desde que Gruevski llegara al poder en 2006, una batalla de 24 horas tuvo lugar en la ciudad de Kumanovo entre la policía y un grupo fuertemente armado de albano-kosovares, con motivos poco claros y un trasfondo sospechoso. El resultado se tradujo en 8 policías muertos y una nación temerosa de que se repitieran los hechos del 2001, cuando la insurgencia de la minoría albanesa en Macedonia puso al país al borde de una guerra civil, en unas circunstancias inquietantemente similares a las actuales.

Aunque esto es sólo una recopilación de eventos. El conflicto real en Macedonia se debe a la dramática y odiosa polarización entre la paranoia esquizoide con la que Gruevski alimenta sistemáticamente a las masas, y la vacilante esperanza de que las instituciones pertenecerán de nuevo a las personas en lugar de al partido, de que la corrupción y el clientelismo serán erradicados y de que valores como la libertad de medios, la igualdad social y el imperio de la ley serán restaurados.

Pero la paranoia esquizoide es una herramienta poderosa en manos de un maestro manipulador. La narrativa de Gruevski de que el país se encuentra bajo el ataque de servicios extranjeros, que lo están usando como peón en los juegos geopolíticos, es ansiosamente asumida por los nacionalistas, de por sí escépticos hacia el 'hipócrita' Occidente, después de años de bloqueo de la integración en Europa debido a una disputa con Grecia.

A principios de esta semana, los nacionalistas acudieron a un mitin organizado por el partido como respuesta a las manifestaciones en contra del Gobierno, sin un propósito claro más allá de demostrar que, sencillamente, pueden hacerlo. Algunos creían firmemente que la oposición, y no Gruevski, quería que Macedonia se colapsara; otros fueron coaccionados para presentarse allí, de la misma forma en que son coaccionados para votar debido a su empleo en la administración; y todo esto se produjo en un área vallada diseñada para aumentar la percepción de participación. Los usuarios macedonios de Twitter lo han calificado, simbólicamente para todo el país, como 'Nicola's Cage' (la jaula de Nicolas). 

Y aquí es donde los intentos de Gruevski por presentar dos 'opciones' opuestas como igualmente legitimadas alcanzan su clímax cómico. Mientras cientos de manifestantes anti-gobierno establecen un campamento para ocupar el área frente a la sede del Gobierno hasta que éste dimita, los que apoyan al Gobierno establecen su campamento frente al Parlamento. ¿Sus exigencias? Nadie las conoce, ¡ni siquiera ellos!

Se trata de un teatro absurdo, la última etapa de un extraño fenómeno de contra-protesta orquestado por Gruevski. Twitter de nuevo ha respondido con mofas -si el campamento de la oposición empieza a tocar el bajo, ¿tocarán los otros el contrabajo?-.

El humor es la única reacción apropiada, y para un grupo de marionetas de la Unión Europea, la oposición es bastante graciosa. Por otra parte, los seguidores de Gruevski, suficientemente iluminados para ver el 'escenario destructivo' de Occidente, quieren que Macedonia se distancie de los conspiradores europeos y se acerque a Rusia. De alguna forma, ya lo ha hecho. En la Rusia soviética, el Gobierno protesta en contra de ti, mientras la oposición rusa sale. Con los métodos de Gruevski, más comunistas que los propios comunistas, Macedonia está empezando a parecerse a la Rusia soviética. Mucha propaganda, mucha pobreza y ninguna libertad. Como he dicho, Macedonia está bastante jodida. 

Translated from What on earth is going on in Macedonia?