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Papá Noel era turco

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Sociedad

La Navidad no es sólo la rememoración del nacimiento de Cristo, sino un festival que mezcla tradición y nuevas costumbres celebrado por europeos desde Dublín hasta Zagreb.

El mes de diciembre es el tiempo de una fiesta muy europea, en la que los niños de todo el continente aguardan una visita a medianoche, se reúnen las familias y se decoran árboles en los hogares. Parece extraño justificar que la Navidad sea una celebración europea, pues Jesús nació de hecho en Oriente, si bien una mirada detenida a las distintas tradiciones que rodean a esta fiesta muestran que no sólo es una invención europea, sino también una que debe tanto a nuestro pasado pagano como a nuestras raíces cristianas.

Unidos por las nuevas y viejas tradiciones

El 25 de diciembre no fue designado celebración cristiana hasta el siglo IV, por medio de un decreto oficial del emperador romano Constantino. La elección de esta fecha es una prueba que evidencia la fuerte influencia pagana en la fiesta de la Navidad, pues los teólogos sugieren que la fecha real del nacimiento de Jesús fue entre septiembre y octubre, aunque Constantino eligiera una fecha tres meses después. Siendo un gobernante audaz, y tras su conversión al cristianismo, el emperador eligió la fecha coincidente con la muy popular celebración pagana del renacimiento del Sol, que tenía lugar en el solsticio de invierno. De acuerdo al calendario de la época se celebraba el 25 de diciembre.

Otra de las tradiciones de la Navidad de origen pagano es la utilización de adornos florales típicos de invierno en los hogares. De hecho, al engalanar nuestros árboles de navidad, los llamados tannenbaum germanos, o decorar con ramas de acebo nuestras casas, o besarnos bajo las hojas de muérdago, estamos en realidad cumpliendo con costumbres que llegaron al continente europeo mucho antes que la propia Navidad, o incluso antes que el Cristianismo. El abeto, por ejemplo, ha sido venerado en culturas de tan distintas épocas y lugares como el antiguo Egipto, Grecia o Roma. En Gran Bretaña, en la época de los druidas, se asociaban poderes especiales a la flora de tipo perenne que se suponía explicaban la retención de sus hojas. Y no fue hasta la Alemania del siglo XVI cuando los abetos se incorporaron al interior de los hogares y decorados como parte de la Navidad cristiana.

Los anglófonos pueden agradecer al mito de Norse por la tradición actual de darse un beso, no sin picaresca, al pasar debajo de las hojas de muérdago que adornan las casas. Se creía que Frigga, la diosa Norse del matrimonio y la familia, al llorar la muerte de su difunto hijo, derramó lágrimas que se convirtieron en bayas de muérdago y que hicieron a su hijo volver a la vida. Así, en un estado de felicidad inmensa, la diosa besó a cualquiera que pasaba bajo un árbol con colgaderas de hojas de muérdago. Los pueblos celtas de la Europa moderna también deben a sus ancestros paganos el tronco de Yule. Esta tradición, en la que los niños decoran un pequeño tronco en el que colocan una vela encendida, se remonta al pasado de la antigüedad celta. En aquél tiempo, un tronco ardiendo se ofrecía por el renacimiento del dios del Sol en el solsticio de invierno.

De la mitra al gorro de lana

De nuevo Europa fue la que añadió a la Navidad su mito más mágico y entrañable, el de San Nicolás. Este conocido anciano, alegre y generoso, existió en el siglo IV en Asia Menor (la actual Turquía). Como Obispo de Myra, Nicolás fue conocido por su generosidad, habiendo salvado a tres hermanas pobres de ser vendidas como esclavas al hacer caer por la chimenea tres bolsas de oro para pagar el rescate. El tiempo y el amor de la gente a todo lo mágico fueron cambiando gradualmente a San Nicolás de Myra por el Papá Noel actual que desciende por las chimeneas.

San Nicolás es un verdadero europeo, pues su leyenda ha viajado y se ha instalado en muchos países europeos. Además de ser el modelo ampliamente matizado hasta desembocar en el ahora omnipresente Santa Claus, este santo turco es el padre de muchos mitos de diferentes regiones. En Holanda, el visitante se llama Sinterklass o Sint Nicolaas, que llega en un barco desde España con Zwarte Piet, un pícaro ayudante. En Finlandia, Santa Claus inspiró al Joulupukki, un generoso hombre mayor que viaja en un trineo desde su casa en Laponia para entregar regalos a los niños buenos. En la Europa anglófona, se convirtió en el Padre Navidad o Saint Nick, aunque el nombre americano de Santa Claus (del holandés Sinterklaas) se está convirtiendo en el más popular. Puede ser el personaje más popular de la Navidad, pero Santa no está sólo en la tarea de entregar regalos. En las noches de la Navidad, los cielos de Europa están concurridos con muchos personajes fantásticos. En Italia, los niños reciben la visita de La Befana, una mujer mayor que viaja en una escoba encantada. En Alemania, Suiza y Austria, el Christkind, o Cristo Niño, recompensa a los niños con regalos. En otras zonas de Europa, los niños que duermen son visitados por el Niño Jesús, la Pequeña Estrella o incluso los tres Reyes Magos.

Pero no sólo ha participado Europa en la incorporación de la Navidad de sus tradiciones más antiguas, sino que también es la inventora de algunos de sus aspectos más comerciales. El calendario de Adviento apareció por primera vez en Alemania, en el año 1851 y las tarjetas de navidad y los petardos fueron popularizados en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX. Desde la aparición en 1931 del Santa Claus de Coca Cola vestido en rojo y blanco, son los Estados Unidos los que han guiado el camino en la creación de la tradición navideña. ¿Podría esta tendencia significar que el futuro de la Navidad está destinado a ser una etapa comercial de bastoncitos de caramelo recubiertos de azúcar rojo y blanco?

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Translated from Santa was a Turk