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Orwell, Bradbury y K. Dick ya no son ciencia ficción

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Translation by:

Argemino Barro

CulturaSociedad

Un billete de primera clase para Marte, un gran ojo que nos observa, el aumento vertiginoso en el consumo de drogas, el final del libro, la dictadura de la tecnología… ¿Ciencia ficción? No: realidad. Y por tanto los grandes autores del género nos habían prevenido. ¿Los podemos considerar profetas o simples soñadores alucinados? George Orwell, Ray Bradbury, Philip K.

Dick: breve investigación de las fantasías hechas realidad.

La ciencia ficción está considerada literatura de género, un género que alimenta a bandas de fanáticos pero que no logra salir del nicho, del menosprecio de críticos refinados. Pese a ello, los grandes nombres que la hicieron célebre ganan actualidad en la era de la tecnología informática.

George Orwell: "Big Brother is watching you"

Descubrir que uno de los autores favoritos de Julian Assange es George Orwell no es sorprendente. La sociedad distópica y autoritaria que profetizó el escritor británico en 1984, escrito en 1948, tiene un aire al caso WikiLeaks. Hoy la vigilancia alcanza los pequeños detalles cotidianos: compras con tarjeta, fichar en el trabajo, videocámaras de circuito cerrado… Por no hablar de las redes sociales y su poder para revelar intimidades. En 2008, el periodista francés Raphael Meltz publicó en el periódico Le Tigre la vida entera de cierto Marc L, añadido por azar a facebook, y demostró lo fácil que era escribir la biografía completa de cualquier desconocido siguiendo sus trazos en internet. Pero ver tu propia vida en un periódico no es nada comparado a la suerte de dos de los empleados de la empresa Alten, despedidos por denigrar a su compañía en la propia página web.

La filtración masiva de WikiLeaks ha generado múltiples presiones estatales a páginas web. Vuelven las sensaciones orwellianas

La frontera entre “red de amigos” y “ficha de información” es menos clara de lo que parece. En EEUU, un proyecto de ley desencadenó la polémica; en caso de aprobarse, las agencias federales de investigación podrán estudiar sin previa orden los perfiles de las redes sociales para recolectar los datos que quieran. En Italia ya se hizo casi sin ruido. Además, nosotros (los italianos) somos los primeros en tener un Partido del Amor, que recuerda mucho al Ministerio del Amor orwelliano, cuya función es controlar a los miembros del partido único (la casta política italiana) y convertir a los disidentes a su ideología. En la novela hay enormes carteles propagandísticos que nos recuerdan que “La guerra es la paz”, “la libertad es la esclavitud” y “La ignorancia es la fuerza”. Pero en Europa eso de la publicidad extrema no es una novedad: en el metro de París las cámaras de seguridad internas graban el comportamiento del “consumidor” frente a las numerosas pantallas publicitarias.

Ray Bradbury y la muerte del libro

No solo confiamos a la red nuestros datos personales, también culturales. Todo lo que Apple toca se convierte en oro. Así puede que el iPad desarrolle finalmente la moda de los e-book. Incluso los libros quizás se vean afectados como ocurre desde hace tiempo con los discos (para migraña de las discográficas); el concepto de “objeto cultural” pierde terreno frente a los bits. El año pasado, en EEUU las ventas de e-books aumentaron un 193% y Europa parece seguir la tendencia. Tirar un café sobre el iPad sería como incendiar una biblioteca. Este mundo no es tan diferente del que profetizaba Ray Bradbury en su obra maestra Fahrenheit 451, donde poseer un libro es un delito y hay “bomberos” implacables que los queman y castigan a sus propietarios. Hoy esta violencia ni siquiera es necesaria. Basta con el mercado. Los mensajes pop pueden también ser controlados y dirigidos en una sola dirección a través de las pantallas, como una droga.

Marte y el mundo psicotrópico de K. Dick

Justamente. Según el último informe de la OEDT, 33 nuevas drogas se han introducido en el mercado ilegal europeo, gracias sobre todo a la venta online. Entre las novedades destaca la Spice, muy popular entre los más jóvenes, vendida en internet como una mezcla de hierbas legales, pero con los mismos efectos que el cannabis. Al mismo tiempo se consumen viejas sustancias como la cocaína, la favorita de Europa. Este mundo psicotrópico era muy querido por el estadounidense Philip K. Dick, consumidor de anfetaminas cuyas historias futuristas están trufadas de drogas como la “Sustancia M”, capaz de dominar una sociedad entera.

El proyecto final, en colaboración con Google, consiste en instalar una comunidad humana en Marte...Y esto no acaba aquí. Algo en apariencia tan lejano como poner un pie en Marte (otra temática recurrente en las novelas de Dick) ya no es un proyecto disparatado. Unas 80.000 personas están inscritas en una lista de espera para viajar al espacio; ¡el billete sólo cuesta 126.000 libras esterlinas! Palabra de Richard Branson y su Virgin Galactic, cuya voluntad es ser la primera empresa del mundo en organizar vuelos de línea comerciales al espacio. Es el primer proyecto lanzado en colaboración con Google para crear la primera colonia humana en Marte. Una hipótesis interesante en caso de que se acaben las materias primas en la Tierra. Comencemos a darnos prisa…

Ciencia ficción vs Ficción política

En una sociedad donde las religiones no parecen capaces de canalizar las tensiones humanas, sólo la tecnología está capacitada para ejercer de divinidad moderna. Nadie existe ya sin televisión ni teléfono móvil. Eso es de lo que habla Neil Gaiman, escritor contemporáneo de ciencia ficción, en su libro American Gogs, en el que las viejas divinidades africanas, nórdicas y eslavas, destinadas a desaparecer por olvido, son obligadas a comprometerse en una lucha a muerte contra los nuevos mitos del progreso. 

Vale, queridos escritores excéntricos: a partir de ahora os leeremos con más atención. Siempre será mejor que escuchar a los políticos, cuyas promesas, en cambio, nunca se cumplen.

Foto: (cc)Emanuele Rosso/flickr; (cc)St Stev/flickr; (cc)adamfeuer/flickr; Dave Malkoff/flickr; vídeo: YouTube

Translated from La fantascienza è oggi: e se i grandi autori avessero ragione?