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Nosotros y ellos: el hygge danés nos hace el vacío 

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Lifestyle

Una vez más, los vikingos han invadido el mundo occidental. Esta vez su conquista tiene un objetivo mucho más simple: enseñarnos cómo sentirnos más cómodos. La palabra danesa hygge llegó a ser el fenómeno mundial en 2016. Pero hay un lado menos cómodo. De vuelta a su Escandinavia natal, no todo el mundo está hecho para sentir el hygge

Hygge. El chisporroteo de la luz de las de las velas sobre una vieja mesa de madera con vino caliente; comer albóndigas con la familia y los amigos cercanos, reunidos alrededor de una fogata en una conversación tranquila o un silencio cómplice. Incontables manuales llenaron las bibliotecas para contarnos el secreto del bienestar que guarda el 'país más feliz en la Tierra'. Por desgracia, hay otra cara de la moneda: no todo el mundo en Dinamarca está disfrutando de los beneficios del archiconocido hygge. [Hygge es una palabra danesa que, desafortunadamente, no tiene un equivalente en español. Este término define a aquellos actos que crean un clima de ambiente agradable en el hogar, tal y como explica esta aclaración de la Fundéu, ndlr]

Susan Ahmed es una prometedora cantante radicada en Copenhague. No le está resultando nada sencillo abrirse paso en el mundo de la música. En especial debido a su origen no danés. "Hay dos tipos de hygge aquí. Uno para los inmigrantes como yo y otro para los daneses", explica Susan, hija de inmigrantes iraquíes, aunque nacida en Dinamarca.

Esta percepción negativa hacia una palabra asociada con la cordialidad, la relajación, la amabilidad y la jovialidad puede resultar chocante. Aunque el hygge suele entenderse como un concepto abierto, sin una clara definición y puede vivirse de diferentes maneras. Llegó a ser parte de la cultura nacional danesa a partir del siglo diecinueve, cuando Dinamarca perdió la mayor parte de sus tierras frente a AlemaniaSuecia y Noruega. Esa unidad y la monotonía que se expresa en el hygge es un claro reflejo de la sociedad danesa. 

No es una nación, sino una tribu

El estado de bienestar danés y su jornada laboral de 37 horas semanales, también animan a las actividades hyggelig (estilo hygge). El profesor de lingüística Carsten Levisen lo relaciona con la importancia que tiene el sentimiento de comunidad dentro de la nación danesa. “Los daneses más que una nación son una tribu. Este es el motivo por el cual es tan pronunciada su actitud de compañerismo y la razón por la que tienen una firme confianza entre ellos”, dice. Susan explica que, aunque nació en Dinamarca, nunca fue aceptada como una danesa y la realidad es que no ha disfrutado del hygge con ellos. Solo lo experimenta con su familia y otros árabes. 

Para un inmigrante recién llegado es tentador asumir que la cultural del hygge y la simpatía danesa implican que aceptan de manera natural a los extranjeros. Esto no es así. El hygge es un repelente de las minorías e inmigrantes y un supresor del desacuerdo. Si el hygge es en esencia danés y está reservado solo para los autóctonos, significa que se rechaza a los migrantes y extranjeros. En especial aquellos con orígenes no occidentales. 

Hugette, un inmigrante burundés que ha vivido en Dinamarca durante veinticuatro años, también habla sobre su incapacidad para integrarse. “El hygge es muy danés. No solo se trata de comer juntos. Es un sentimiento que solo los daneses experimentan. No puedo [disfrutar el hygge con los daneses] porque siempre me siento diferente pero no dejo que eso me moleste, cada lugar tiene su cultura y su propio estilo”.

 

Comodidad llevada al extremo

Investigadores han examinado durante años el uso del hygge como arma de exclusión social. "Establece su propia jerarquía de actitudes y estereotipa a los grupos sociales que se perciben como incompetentes para el hygge”, escribe el antropólogo danés Jeppe Trolle Linnet. Para el profesor Daniel Grimley de la Universidad de Oxford, el problema no consiste en el concepto del hygge, sino más bien en la manera en la que la cultura occidental se está apropiando de ella. “Puede terminar por ser una estrechez de miras que rápidamente se vuelve dañina”, añade Grimley. 

Dinamarca tradicionalmente ha sido muy receptiva con los extranjeros, y solo en los últimos tiempos el país se ha vuelto más cauteloso y, de alguna manera, exclusivo. Por supuesto que es un problema extendido, no solo en Escandinavia sino a lo largo de Europa. El actual clima hacia la crisis de refugiados hace que los países del continente acepten una política de inmigración más dura y cierren sus fronteras. Lotte Folke Kaarsholm, un editor del periódico danés Information, declaró el pasado noviembre en The Guardian que “por supuesto que el hygge excluye. El problema en Escandinavia es que estos países solo pueden funcionar si se cierran las fronteras”.

Este hygge que excluye no es sorprendente. Refleja la exaltación de la xenofobia, algo que actualmente se extiende en Escandinavia y más allá. Lo que impone la homogeneidad cultural son las mismas reglas del hygge. Por ejemplo, la regla de que no haya demasiados extranjeros en la habitación. “La defensa del espacio doméstico, y de vivir de puertas hacia dentro, puede provocar que se endurezcan los límites físicos y las fronteras políticas. En especial si ese espacio se viera comprometido o amenazado”, explica Grimley.

Un vistazo al programa de extrema derecha del Partido Popular Danés (PPD) revela su determinación por proteger la cultura danesa y su herencia contra los “ataques violentos de inmigrantes y extranjeros”. El PPD y de sus simpatizantes sienten desprecio por las ideologías y valores extranjeros, que los ven como una amenaza para sus comunidades y sus valores culturales. De acuerdo con Thomas Dencker y Kevin Ramser de la ONG Acción Humanitaria, “el PPD también se ha vuelto muy controvertido por su retórica y propaganda, que ayudó a generar la imagen de inmigrantes y musulmanes como una única amenaza peligrosa opuesta a la sociedad y cultura danesa”.

Defender la antiinmigración ya no es algo exclusivo de los políticos de extrema derecha, solo gritan más fuerte. El año pasado, Dinamarca aprobó un proyecto de ley que autorizaba a las autoridades a apoderarse de las propiedades de los refugiados por encima de los 1450 dólares, a cambio de su mantenimiento por el gobierno. En agosto, el gobierno recortó las ayudas sociales a los refugiados e inmigrantes en un 45%. Sin embargo, este movimiento se vendió como una “ayuda de integración”. El gobierno lo anunció en el periódico libanés, de modo que la palabra se extendería incluso hasta en los mayores campos de refugiados. 

La censura y el tabú

Esta aversión a los extranjeros surge del miedo de que los refugiados e inmigrantes puedan destruir la herencia cultural de Dinamarca. Sin embargo, Nielsen, codirectora del documental Doc Lounge, que proporciona una visión documental del estilo del hyggelig, no está de acuerdo. “La cultura del hygge se centra en la comodidad y un ambiente relajado para el ocio. Las velas, los pasteles, los vinos y las flores son importantes, no tiene que ver con el color de cada uno”, dice. No cree que anime a la exclusión. Todo lo contrario, su opinión es que sirve de ayuda para que muchos extranjeros se sientan relajados y como en casa.

Este modo de relajación también tiene sus temas tabú. Durante los debates sobre el hygge, se censuran temas controvertidos, discusiones y luchas personales. La percepción es que la disputa en torno a estos temas interrumpe el estado de ánimo relajado dentro de “la capa protectora feliz”. En su libro Mirror, Shoulder, SignalDorthe Nors admite que aunque el hygge sea precioso, también puede ser peligroso, puesto que desea establecer un consenso a toda costa y esquivar cualquier conflicto o disputa, algo que inevitablemente acabaría llegando en cualquier cultura. Para un extranjero, puede ser difícil sentirse cómodo en un ambiente donde los temas relacionados con ellos mismos sean los más molestos. 

Siana Ivanova es una nativa búlgara que ha vivido durante siete años en Aarhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca. Reconoce que los daneses no sienten la necesidad de incluir a más personas en sus vidas, y el hygge es un modo de quedarse en su zona de confort. Siana vino aquí a estudiar su carrera universitaria y decidió quedarse. Hasta el día de hoy, además de sus compañeros de trabajo en un bar del centro, solo ha hecho dos amigos daneses. “Son de mi grupo de capoeira, por lo que no son los típicos daneses”, sonríe. “Están fuera de sus zonas de confort, comprometidos con la cultura brasileña, por lo que fue más fácil para mi entrar en sus vidas”. Siana tampoco ve como un problema que a Dinamarca no se le dé bien acoger a la gente. “Está bien, pero no pretendas ser la sociedad de la bienvenida; es contradictorio”, concluye.

Vuelta a las raíces

Son los políticos de extrema derecha los que ahora promocionan la retórica antiinmigración y buscan debates de lo que significa “ser danés” hoy en día. Antes, para sentir una identidad y un sentimiento de pertenencia solía ser suficiente con contribuir de manera productiva. Pero ahora, aparentemente, es el linaje lo que importa. El intento de reivindicar ‘el danés real’ puede por volverse exclusivo. De alguna manera, necesitamos movernos más allá del paradigma de la raza, del Estado y de la nación, en especial después del Brexit y de la era de Trump”, dice Grimley.

Grimley quiere un nuevo hygge, uno más humano. Para él; ahí es donde está el valor y el significado etnológico propio de la palabra. No se encuentra en la luz tenue y cálida de las velas, ni en ese confort material, sino en la bondad humana y en la compasión. “El hygge debería significar preocuparse y acoger a otros, no solo a aquellos más cercanos a nosotros. Pienso que esta idea es más próxima a su significado original. Y preferiría que el espíritu de tolerancia y sinceridad que caracteriza al modelo social danés después de la Segunda Guerra Mundial pudiera ser recuperado. Es lo que ha hecho a Dinamarca un país tan extraordinario en muchos aspectos”, concluye Grimley. Solo entonces puede haber un verdadero hygge

Translated from Us and Them: the cold shoulder of Danish hygge