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Noruega sentencia a Breivik: las horas antes del juicio al lobo solitario

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Ana Aguilera

Sociedad

El 24 de agosto, la corte del distrito de Oslo dictará veredicto contra el terrorista Anders Behring Breivik, quien admitió haber asesinado a 77 personas el 22 de julio de 2011 —aunque niega culpa criminal—. La ciudad y el pueblo noruego permanecen en semialerta.

“Mañana voy a vender mi caballo”, me comenta la conductora del autobús que circula desde el aeropuerto de Rygge hasta el centro de la ciudad. Tras cruzarse con uno de sus compañeros, me confiesa que este tiene mujer y dos hijos en Suecia, pero que hace dos años lo vio en una fiesta vestido de mujer. “A veces conduce con restos de maquillaje y unos bonitos guantes blancos”. Esta es mi bienvenida a Noruega. Por lo general, los noruegos que conozco son excéntricos, divertidos y de vida acomodada. Es lo normal en un país rico en petróleo donde los inmigrantes que trabajan en la construcción, en su mayoría polacos, ganan 20 euros por hora.

Los habitantes de la capital noruega observando un concierto de “hip-hop” en plena calle.

Aquí las principales minorías son la paquistaní y la somalí. Se nota en la calle que la integración está viva. El sol de agosto es húmedo y se desvía entre las típicas nubes sobre el país escandinavo. Una modesta referencia de Wikipedia describe el tiempo en Oslo como “extraordinariamente” nublado: una descripción que llama la atención. Las nubes sobre la historia reciente de esta ciudad son más oscuras. No mencionaré a Anders Breivik ni a las 77 personas que asesinó el pasado verano, bombardeando edificios del Gobierno en pleno centro de la capital para irse luego a 40 kilómetros al este de Oslo a un campamento de verano para jóvenes activistas políticos en Utøya, ni diré que esta es una de las islas que puedes visitar en un ferri por los fiordos que parte desde el este de la ciudad. Curiosamente, tampoco lo hacen los noruegos que conozco por primera vez. Lo fijan en un nublado “¿Recuerdas lo que pasó aquí el pasado 22 de julio?”. La versión noruega del 11 de septiembre queda embalada, pero no marcada.

Mis conocidos en Noruega comentan la sensación de ingenuidad general con la que su país afronta el juicio a este terrorista, especialmente dentro de su desproporcionado sistema judicial. Los delitos menores, aunque no tan numerosos como en el resto de las ciudades europeas, se castigan severamente, ya que los crímenes serios son poco comunes. “Ni siquiera tenemos una cárcel de alta seguridad para él”, afirman. “En su celda tiene acceso a cartas y periódicos”, apuntan otros. Como prisionero en Noruega, el fanático ultraderechista tiene hasta derecho a voto. Sin embargo, temas como el multiculturalismo o el islam, a los cuales trataba de poner fin conforme se ponía un uniforme de policía, no parecen tener resonancia diaria.

Algunos informes demuestran que unas medidas de seguridad más estrictas podrían haber evitado el daño y las muertes en el mayor ataque en Noruega tras la Segunda Guerra Mundial. Yo, subconscientemente, pongo en cuestión el único helicóptero de vigilancia noruego, que no hacía más que volar en círculos sobre la ciudad. Mientras que la inocencia de algunos quedó perforada conforme Breivik prospera en prisión con su conexión a internet, el clima de miedo enmudecido se expone con nuevas amenazas. La desaparición de una niña de 12 años en el sur de Londres en mitad de las olimpiadas fue noticia nacional, pero los londinenses prefirieron mantener su fiebre olímpica. Sigrid Giskegjerde Schjetne, la chica de 16 años desaparecida en Oslo, simboliza la última moda criminal mientras aumenta el número de asaltos a mujeres jóvenes. Como si de un cuento noruego retorcido se tratara, la figura del lobo solitario sigue rondando entre los ciudadanos que, vacilantes, esperan el destino de Breivik para el 24 de agosto, inseguros de que su sistema vaya a seguir adelante.

Fotos: © NS. Vídeo: FirstHandFilms1/YouTube.

Translated from Norwegian lone wolf Breivik: pre-trial mood in Oslo