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Música y cambio social en Viena: la solitaria lucha por la integracion

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Cristina Cartes

Sociedad

Desde una fiesta Yazidi en el centro de Viena al escenario de una actuación de world music, pasando por artistas residentes en Viena con orígenes sirios, el panorama de la música oriental de la capital austriaca no es un espejo de la sociedad en lo que a integración se refiere.

Hombres jóvenes kurdo-iraquíes de la comunidad Yazidí en Viena se dan las manos en la línea de baile al ritmo de los sonidos del caramillo y de los tambores. Los seguidores del yazidismo están celebrando la Pascua, que marca también el inicio del Año Nuevo. Viéndoles relajados, comiendo dulces turcos y bebiendo rico vino rojo, uno nunca podría pensar que no hace tanto tiempo, la violencia, los conflictos religiosos, el hambre y la incertidumbre respecto al futuro eran la compañía del día a día. La escapada a Viena lo cambió todo.

Que también es la llegada del Año Nuevo

Viena: libertad para el futuro

“Organizamos conciertos y fiestas porque queremos entretener a esta gente joven, estimular su espíritu”, dice Dimosi Al Najar, de 19 años, que llegó a la capital austríaca desde Bagdad y que ahora es voluntario en la organización Mala Ezidia. La organización está, en parte, fundada por el gobierno de Kurdistán. Una de sus principales responsabilidades es proveer a las oficinas de inmigración austriacas de información sobre si un solicitante de asilo practica el Yazidismo o no. El Yazidismo es una religión minoritaria que es duramente perseguida en su tierra, por lo que a los yezidi se les concede siempre asilo. Escuchar sonidos familiares es una terapia para los recién llegados. Les ayuda a superar el anhelo de sus seres queridos y la nostalgia", explica Dimosi.

“Es como una celebración familiar”, dice Asmat Omari, que toca el laúd árabe en la fiesta. Este músico vino a Austria desde Siria hace dos décadas y está siempre invitado a la mayoría de las celebraciones de las comunidades árabes, sirias y kurdas en Austria y en la vecina Hungría. No es tradicional que los yazidíes y los musulmanes sean amigos, más bien al contrario, pero parece que estar en el exilio y el gusto por los mismos artistas debe de cambiar algunos cambios de actitud. Por ejemplo, docenas de mujeres musulmanes están escuchando a Asmat en el hall, incluso algunas se atreven con el baile. "Por supuesto que echo de menos mi casa", dice Asmat después del concierto. “Intento no pensar en eso demasiado, En Siria, todos los grandes artistas mueren o están obligados a vivir en la pobreza. Viena es un lugar donde uno puede pensar en el futuro”. Así que, mientras Asmat suele tocar música tradicional oriental, pero también le gusta experimentar con los músicos de folk europeos.

El sonido de ser deportado

Sin embargo, no todos los inmigrantes austriacos pueden disfrutar de la libertad en Viena. Cada día, una media de siete solicitantes de asilo son deportados a sus países de origen. Solo algunas de sus historias personales se convierten accidentalmente en públicas. La mayoría de los inmigrantes en Austria viene de Turquía y de los países de la Antigua Yugoslavia, del mundo árabe y África. En 2006, cuando el gobierno austriaco planeaba endurecer el control migratorio, los austriacos y los músicos de folk inmigrantes emprendieron conjuntamente acciones y formaron la asociación de world music IG. Sus objetivos eran promover la conciencia y tolerancia sobre las diferentes culturas en la sociedad, así como hacer presión para políticas de inmigración e integración austriacas más progresistas. Aunque la financiación de músicos con un pasado migrante y la organización de eventos empezó a ser más fácil tras la fundación de la asociación, la financiación pública de la escena de la música world and folk en Viena sigue siendo modesta, sobre todo si se compara con el apoyo financiero otorgado a la escena musical clásica.

Nicole Janns, especializado en ritmos orientales y con quien Asmat colabora de vez en cuanto, está afiliado a la Asociación IG de world music. Nos reunimos con el presidente de la ONG EU roots en un club de música underground llamado Heureka, que ella fundó hace diez años con sus compatriotas músicos. No hay anuncios de conciertos online. El letrero en la entrada principal del club es modesto y difícil de detectar. “A los que les interesa, saben cuando estamos abiertos, así que simplemente vienen”, explica. El lugar romántico semisecreto en el que los músicos de folk, rockeros y hippies se reúnen cada viernes fue, en parte, financiado por el ayuntamiento.

Nicole comienza a cocinar su obra maestra, una picante "sopa asiática de primavera"; es cantante, toca la percusión y la cornamusa en un grupo de mujeres llamado W.h.i.t.c.h.. El objetivo del grupo es integrar todo tipo de música tradicional en su música, sea oriental, europea, americana, rusa o incluso africana. “Para estar en la escena de la world music o folk tienes que ser una persona abierta”, dice. "Te tiene que gustar aprender de los otros y encontrar gente de diferentes partes del mundo. Tienes que cambiar, adaptarte. Así que no se puede ser racista o tener sentimientos de extrema derecha", dice. Sin embargo, Nicole piensa que la tendencia de integrar varias tradiciones y sonidos musicales de la escena vienesa no significa que esté ocurriendo el mismo proceso en la sociedad. “Ojalá la inmigración pudiera influir nuestra escena musical mundial más. Desde que toco con gente oriental sé que la mayoría de ellos están en nuestras comunidades y que no salen para construir nuevas redes. A lo mejor tenemos que animarles a hacerlo más a menudo”.

Este artículo forma parte de Multikulti on the Ground 2011-2012, una serie de reportajes sobre el multiculturalismo realizados por cafebabel.com en toda Europa.

Fotos: portada, (cc) Beni Ishake Luthor /flickr; texto, ©Dzina Donauskaite

Translated from World music in Vienna: Yezidi we can