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Macedonia: carrera de obstáculos hacia la democracia

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Con su anfractuosa Historia reciente, comparable a sus montañas, Macedonia ansía que las tensas elecciones parlamentarias del 5 de julio dejen atrás el turbulento pasado del país.

Las elecciones suelen ser un evento apasionante en todas partes, pero cuando los observadores describen las elecciones parlamentarias de la semana pasada –las cuartas desde 1991- como “explosivas” no es pura retórica.

Desde el día del anuncio de las elecciones, el 15 de junio, la violencia estalló entre los simpatizantes de dos de los más grandes partidos albaneses, el Partido Democrático de los Albanos (DPA) y la Unión Democrática para la Integración (DUI), del mismo modo que entre aquellos de los dos principales partidos de la etnia macedonia, el partido gobernante Unión Socialdemócrata de Macedonia (SDSM) y la oposición nacionalista VMRO-DPMNE. Los incidentes descritos incluyen un ataque con granada en la sede de un partido y disparos en un centro comercial de la capital, Skopje.

Tras los avisos de cautela emitidos por los observadores electorales de la OSCE sobre la violencia e irregularidades que nublaron las elecciones parlamentarias de 2002, muchos esperaban que las elecciones de este año marcaran un paso significativo del camino del país hacia la normalidad política. La firma del “código de conducta” entre los principales lideres políticos que pretendía asegurar unas elecciones justas parecía un paso en la dirección correcta. Sin embargo, y aunque el día de las votaciones transcurrió pacíficamente, con un apresurado anuncio del Primer Ministro Vlado Buckovski sobre la derrota del líder de la oposición Nikola Gruevski, tan sólo en junio se informó de al menos 20 actos violentos. En una declaración conjunta, el Representante Especial de la UE, Erwan Fouéré, y el embajador de EE UU, Gillian Milovanovic, expresaron conjuntamente su “profunda preocupación” sobre la violencia preelectoral, informando de que tales actos amenazaban “con consecuencias graves y dañinas para las aspiraciones del país en cuanto a su afiliación Euro-atlántica”. Por fortuna para Macedonia, parece que se prestó atención a estos avisos.

La Hoja de Ruta a través de las montañas

La reciente violencia no es sino muestra sintomática de problemas mucho mas graves en Macedonia. A pesar del Acuerdo Marco de Ohrid, firmado en 2001 a instancias de la OTAN y la UE, que alejaron al país de estar de nuevo al borde de la guerra, importantes tensiones étnicas y políticas siguen existiendo. Si bien el acuerdo pretendía hacer hincapié sobre la situación de los derechos de las minorías a cambio del rechazo de la violencia y el respeto de las fronteras territoriales del país por parte de los insurgentes albanos de las etnias, no ofreció una Hoja de Ruta completa que incluyera reformas estructurales y judiciales. Asimismo, el acuerdo dio lugar a que antiguos insurgentes, tales como Ali Ahmeti -del DUI- llegaran al gobierno. El resultado ha sido una frágil paz y lo que el Grupo Internacional de Crisis describe como “una democracia inmadura, vulnerable ante aguafiestas que buscan sabotear o explotar un proceso de reforma imperfecto”. Estos aguafiestas tienen mucho que ganar. No es tan sólo la abundante corrupción, sino que algunas de las recientes fracturas en el voto étnico macedonio dan a pensar que el ganador VMRO-DPMNE dependerá ahora más que nunca de un socio de coalición con alguno de los partidos de la etnia albana. A cambio, este último esperará tener el control sobre algunos de los ministerios clave, a saber: economía y trabajo.

Las colinas que rodean Skopje simbolizan fidedignamente los obstáculos que este país de dos millones de habitantes deberá superar en los próximos años. Con una tasa de desempleo estancada en un 30%, un poder judicial “considerado ineficaz, corrupto y sujeto a prevaricaciones” y una denominación nacional todavía en disputa, los macedonios no confían tanto en que la elección de un nuevo gobierno traiga consigo un cambio de dirección, sino una aceleración de las reformas económicas y judiciales que ya han empezado. Espectadores nerviosos tales como la UE, que garantizó a Macedonia su estatus como candidato el pasado mes de diciembre, esperan lo mismo.

El nombre del país continúa siendo una fuente de conflictos, con la UE y la ONU reconociéndola como Antigua Republica Yugoslava de Macedonia, mientras que EE UU, China y Rusia la reconocen por su nombre constitucional, Republica de Macedonia.

Translated from Macedonia’s rocky road to democracy