Lukashenko y las religiones: “En Bielorrusia, todas las iglesias son iguales, pero algunas lo son más que otras”
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Magdalena BarroEn 2002, Bielorrusia aprobó una nueva y compleja ley religiosa con un mensaje claro: se requiere el permiso del Estado para la práctica de ceremonias religiosas en edificios que no lo sean. Los protestantes, que históricamente han tenido menor número de iglesias, están en primera línea de fuego del Gobierno.
Diez años después de la aprobación de esta ley, ¿cuál es la situación de la libertad de culto en Minsk bajo el mandato del presidente Lukashenko, quien se considera “ateo ortodoxo”?
Con su fachada amarillenta y su tejado rojo, la catedral de San Pedro y San Pablo —también conocida como la iglesia amarilla— proyecta una imagen pacífica entre el bullicio del cercano paso elevado y los grisáceos bloques de apartamentos llamados normalmente hormigueros. En Minsk, habitan aproximadamente 1.800.000 personas, muchas de las cuales consideran este templo como una isla de paz. Aunque su historia es muy diferente. Construida en 1611, es la iglesia más antigua de la capital, habiendo sido saqueada por los cosacos apenas un siglo después de su construcción y restaurada en 1871.
Hoy en día, en la misa de tarde de los viernes, el sacerdote viene y va a lo largo y ancho de la iglesia balanceando el incienso alrededor de la multitud en pie. En los añosveinte, un olor diferente emanaba del altar: los sóviets cerraron la iglesia y la convirtieron en un almacén de pescado. En esa época, otras iglesias de Minsk fueron transformadas para cumplir diversos usos funcionales: gimnasios, cines, mercados e incluso una cárcel. Pero esto fue hace décadas. Actualmente, la iglesia ortodoxa mantiene unos vínculos más estrechos con el régimen.
Una nueva vida
La Iglesia protestante de la Nueva Vida eludió el olor a chamusquina de las prácticas del régimen soviético, pero su actual organización tiene un cierto regusto agrícola. En 2002, los miembros de esta congregación compraron una “especie de granero espacioso” a las afueras de Minsk con la esperanza de convertirlo en un lugar de culto adecuado para sus más de 1.500 fieles. El Gobierno nunca pierde la oportunidad de impedir las reuniones pacíficas de los feligreses: afirma que la propiedad no es más que un establo y debería ser usado como tal (sin tener en cuenta que, ahora que la propiedad está en un área residencial, sería ilegal). Durante la última década, las autoridades han dictado numerosas condenas y penas de cárcel, así como emitido multas que alcanzan cientos de miles de dólares, generalmente atrapando a esta iglesia en un círculo vicioso de intimidaciones, abusos legales y confusión.
Como asesor legal, Sergey Lukanin ha representado a esta congregación en 33 casos judiciales hasta la fecha: en todos ellos, ha perdido. Bajo tal presión, aunque se podría perdonar a los miembros de la Iglesia de la Nueva Vida por abandonar la lucha, estos han resistido implacablemente los intentos del Gobierno de cerrarla y llevarlos a la quiebra. Es más, su campaña mediática atrajo el apoyo de las autoridades extranjeras. Algunos miembros incluso tomaron parte en la huelga de hambre después de que la iglesia corriera el riesgo de ser embargada por el Estado.
“El Gobierno ha sido menos ruidoso con sus críticas, quizás debido al incremento de la atención de los medios”, asegura Lukanin. “Nuestros seguidores y simpatizantes, tanto de Bielorrusia como de todo el mundo, nos han ayudado amablemente. Tras 24 días de huelga de hambre, diez coches que llevaban a los embajadores de diferentes países llegaron aquí para mostrar su solidaridad. Después de esto, el Gobierno se comprometió a suspender los intentos de desalojo durante tres años. Por supuesto que, tras ese periodo, se han restablecido los cargos”.
El protestantismo también ha sido objeto de discriminación institucional: algunos académicos y policías fueron suspendidos de sus funciones debido a sus creencias. “En algunos libros de texto se puede leer que la ortodoxia y el catolicismo son religiones, mientras que el protestantismo es una secta”, añade Lukanin. La colección de símbolos ortodoxos de nuestro taxista —santos y muñecos de peluche— cuelgan del espejo retrovisor del coche. Durante la misa de mañana del domingo, en el establo de esta iglesia los seguidores eufóricos cantan y se balancean con los brazos extendidos al ritmo de las guitarras eléctricas y los saxofones. Resulta imposible considerarlo como un acto que podría constituir una amenaza para el Gobierno. No obstante, el presidente Alexandr Lukashenko despidió recientemente a sus generales por dejar indefensa a Bielorrusia después de un bombardeo aéreo de ositos de peluche. La palabra “amenaza” ha sido, sin duda, redefinida.
Unidad religiosa durante la huelga de hambre
Uno de los participantes en la huelga de hambre de 2006 fue el filósofo y comentarista político Uladzimir Matskevich. “El objetivo no era solo salvar la iglesia, sino aumentar la conciencia del declive de la libertad religiosa en Bielorrusia”, explica. “No comíamos nada y durante 23 días solo bebimos agua. Para garantizar que no había fraude, un médico estaba constantemente presente para supervisar nuestra salud”. Uladzimir parece tener más de 65 años, por lo que la pregunta surge: ¿cómo se las arreglaba para soportar la huelga de hambre? Sonríe y señala con el dedo hacia arriba: “Algunos días eran muy dolorosos, pero el ambiente de sufrimiento compartido y esperanza nos daba fuerza. Mucha gente venía a visitarnos y nos mostraba su apoyo, incluidos miembros de las Iglesias católica y ortodoxa. ¡Tal unidad rara vez se ve en Bielorrusia! En el Reino Unido, la reina es la cabeza de la Iglesia anglicana, pero eso no significa que no estén permitidas otras religiones. En Bielorrusia, eso es simplemente imposible. La Iglesia ortodoxa y el Gobierno están estrechamente vinculados. Algunos lo llaman simbiosis, yo lo llamo sinfonía. La clave del progreso radica en la división de esta relación”.
Las autoridades bielorrusas a veces emplean tácticas más graves. El activista cristiano Andrei Kim relata una reunión en febrero en casa de Antoni Bokun, pastor de la Iglesia pentecostal de Juan el Bautista: “Un equipo con pasamontañas de la policía antidisturbios armados con porras entró en la casa rompiendo las ventanas y ordenando a todo el mundo —incluidos los niños— a ponerse contra la pared”, recuerda. La policía había reaccionado a un rumor que afirmaba que esta iglesia era un “laboratorio secreto de drogas” dirigido desde la casa del pastor. Finalmente, no se dio ninguna explicación oficial de lo ocurrido. Otro de los pastores de Andrei, Jaroslaw Lukasik, fue deportado en 2007 por haber ejercido “actividades dirigidas a dañar la seguridad nacional de la República de Bielorrusia en la esfera de las relaciones interconfesionales”.
Andrei Kim continúa: “El protestantismo es un pequeño movimiento en Bielorrusia, pero permanecemos completamente independientes del Estado. Esto asusta a las autoridades. Después de las elecciones de 2010, muchos de mis amigos católicos y ortodoxos quedaron abatidos porque algunos de sus pastores no condenaron el fraude electoral y el encarcelamiento de la oposición. Nuestros pastores sí criticaron públicamente estos hechos. Esto es un acto peligroso porque la KGB controla todas las congregaciones en Bielorrusia. De hecho, una vez cazamos a un agente en nuestra iglesia. Fue muy fácil de detectar”. Como antiguo preso político, Andrei tuvo mucho tiempo para leer literatura inglesa en la cárcel, la cual ha influenciado su punto de vista: “En Bielorrusia, todas las iglesias son iguales, pero algunas son más iguales que otras”.
La realización de este artículo ha contado con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Lituania dentro del proyecto “Made in Belarus”.
Fotos: (cc) Paval Hadzinski/Flickr y © New Life church.
Translated from Religious outlaws of Minsk