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Londres tocada

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En sólo una semana los británicos han vivido emociones de todo orden: solidaridad durante el Live 8, júbilo con el éxito olímpico y trágico desconcierto tras el ataque terrorista.

El pasado jueves 7 de julio, Londres sufrió la peor atrocidad en tiempos de paz en suelo británico desde el ataque a Lockerbie en 1988, en el que 270 personas fueron asesinadas. Desde todo punto de vista, era inevitable que Londres volviera a ser objetivo de ataques. El Reino Unido, y en especial su capital, cuentan con una larga historia de ataques terroristas, en particular a manos del grupo IRA durante los años ochenta y noventa. Pero la diferencia de este último ataque es que ha sido más indiscriminado que nunca. La escena nos suena de Nueva York, Bali, Rabat o Madrid, pero ahora el terror con marca de Al Qaeda se ha adentrado hasta la cocina inglesa.

Blair a la altura

Aunque Tony Blair se halle lejos de ser un líder perfecto, su reacción tras los ataques a Londres lo muestra como un gran hombre de Estado. Probablemente aleccionado por los errores del ex Presidente español José María Aznar al achacar el 11-M a los terroristas vascos de ETA, el tono de Blair fue de comedimiento, y dio la sensación de sentirse tan golpeado y concernido como cualquier otro ciudadano británico. Es interesante contrastar su reacción y su discurso con la del Presidente estadounidense George Bush tras los ataques del 11-S y el de ayer, con su aire de chimpancé inane abroncando a conductores. Hubiera sido una falta de respeto hacia las víctimas de Londres sugerir que Blair y su gobierno tuvieran que tomar medidas capitales o dar golpes en la mesa tras sufrir el ataque (lo que hubiera sido contraproducente, ya que los ataques han puesto en evidencia fallos en el sistema de inteligencia), pero el breve discurso del Primer Ministro británico y su decisión de viajar enseguida a Londres han fortalecido su imagen de verdadero hombre de Estado, y los británicos quizás no tarden en reconocérselo.

Negativo para África y la UE

Pero los terroristas no han podido escoger peor fecha respecto a los deseos de Blair. Acogiendo la reunión del G8 en Gleneagles en el inicio de la presidencia británica semestral de la Unión, el proyecto de Blair de condonar la deuda de África así como el de reformar Europa pueden caer en el olvido si las naciones más poderosas del planeta, y en especial los Estados Unidos, retraen sus esfuerzos y los reasignan hacia la noción bélica de la “guerra contra el terror”. El peligro reside en que estos últimos atentados en Londres sirvan para alimentar la política del miedo que ya corrió como la pólvora tras el 11-S, y los Estados se vean tentados a favor de un recorte de las libertades civiles.

Por muy trágicos que resulten los atentados en Londres, no debemos optar por reacciones absurdas que erosionen nuestra democracia, pues esto es lo que pretenden los terroristas. No les demos semejante satisfacción.

Translated from London reeling