Lo que he aprendido de la cultura gastronómica alemana trabajando en un supermercado
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Mónica Granero MontagudOlvidemos las salchichas y las patatas, la verdadera comida alemana es mucho más diversa, y a veces mucho más extraña, de lo que marcan los estereotipos. Esta es la visión de una estudiante americana trabajando en un supermercado de Hamburgo.
Trabajé en una cadena de supermercados alemana preparando los pedidos online de los clientes. Llevaba conmigo un pequeño escáner, empujaba un carro de compra grande y sabía dónde se encontraban hasta los productos más insólitos del supermercado, desde la Studentenfutter (lo que se traduce literalmente como "comida de estudiantes" y resulta ser una mezcla de fruta deshidratada y nueces), hasta la mantequilla con sabor a mango (sí, los alemanes comen mantequilla a palo seco) o el Hüttenkäse ("queso de cabaña pequeña”, cottage cheese en inglés, o lo que es lo mismo, requesón).
Soy una estudiante de periodismo que utiliza este trabajo a media jornada como apoyo económico durante mis estudios. Aunque no es el trabajo de mi vida, es un poco deprimente ver cómo come la gente que no se cuida –al igual que en EEUU, las pizzas congeladas, las sopas de sobre y los menús precocinados parecen ser la base alimentaria de mucha gente. Sin olvidar los snacks fritos y los dulces -he conocido una amplia colección de fabricantes de dulces alemanes mucho más allá de Milka, Haribo y Ritter Sport y he visto sabores de patatas fritas que ni siquiera sabía que existían, como sabor a bacon o paprika. Y, por supuesto, sin olvidar lo barato que es el alcohol. Hoy un cliente ha pedido 18 botellas de un litro de ginebra Gordon's junto con 18 botellas de tónica Schweppes’ Indian (imagino que iba a dar una fiesta, si no tenía un serio problema de alcoholismo). ¿Cuál fue el coste por 18 litos con un 40% de alcohol? 180 euros, poco menos de 10 euros por botella.
Algo más que he aprendido sobre la cultura alemana es que los norteamericanos no sabemos demasiado sobre los productos lácteos. En Estados Unidos, los productos básicos se limitan, prácticamente, a leche, mantequilla y yogur. En grandes supermercados se pueden encontrar más productos, como nata, queso para untar, requesón, nata agria e incluso nata fresca si se sabe dónde buscar. Además de todo esto, los alemanes también tienen cuajada, una especie de sustancia a base de leche espesa que se puede untar en el pan o comer con cuchara. En Alemania también se pueden encontrar cualquiera de los productos arriba mencionados con al menos dos porcentajes diferentes de contenido en materia grasa, y hasta estos son diferentes -en vez de un 1% y un 2% de leche, se puede encontrar un 1.3%, 1.5%, 1.8%, 3.5% y 3.8%, dependiendo de la marca. Sin embargo, a pesar de su amor por los quesos elaborados a partir de leche fresca, no se vende leche fresca en ningún supermercado: en vez de eso, hay un tipo de leche ultrapasteurizada que no necesita refrigeración. Estos productos lácteos también están disponibles en diferentes sabores, desde sabores afrutados dulces hasta sabores salados, como hierbas, paprika o ajo para el queso de untar, el requesón y la mantequilla.
Asimismo, vivir en Alemania me ha enseñado que hay muchos más tipos de pan en el mundo de los que yo conocía. El pan de tostada normal no es tan popular aquí y el pan blanco esponjoso común es difícil de encontrar. A cambio, los europeos del norte prefieren cualquier tipo de pan, como el integral oscuro, el de nueces o el casi negro pan de centeno. He visto pan de pipas de girasol, pan de pipas de calabaza, pan de zanahoria, pan de patata, pan de cereales y pan de proteínas, por nombrar algunos. Si un alemán nos invita a desayunar, nos ofrecerá al menos dos tipos de pan diferente con varios ingredientes para acompañar, como requesón, queso para untar, queso en lonchas, embutidos, mermelada o Nutella. En Holanda y Bélgica ponen virutas de chocolate en el pan. El pan combinado con algo es un menú completo en esta parte del mundo -solo hay que fijarse en el plato típico danés, smørrebrød.
Un extraño fenómeno cultural que no puedo creer que no les haya hecho más famosos fuera de Alemania es que los alemanes adoran el agua carbonatada. Botellas de agua de un litro y medio en paquetes de seis o cajas de 12 litros son los pedidos que menos me gusta preparar en el supermercado, en parte porque juzgo al cliente por malgastar el dinero y destruir el medio ambiente, en parte porque son muy pesados para cargarlos y llevarlos de un lado a otro y en parte porque es prácticamente imposible encontrar la que han pedido porque hay muchos tipos diferentes. Además de todas las compañías que producen agua embotellada, hay también diferentes niveles de carbonatación, desde agua natural, hasta mineral, media o con gas. Mientras mi compañero de piso y yo preferimos no malgastar nuestras escasas ganancias de estudiante en algo que podemos obtener gratis del grifo, muchas de las familias "formales" alemanas tienen un montón de botellas de un litro y medio de agua carbonatada en la parte inferior de la despensa para beber durante las comidas. Parece que algunos alemanes toman como una ofensa contra su hospitalidad el que se les pida agua del grifo -dicen "no, está bien, tenemos agua mineral, no tienes que beber del grifo".
En Alemania, la temporada de la fresa y del espárrago se da a principios del verano. En algún momento de mayo o junio, cientos de pequeños kioscos con forma de fresa comienzan a aparecer por la ciudad para vender fruta y espárragos frescos locales. Las fresas son las más populares, pero también he visto frambuesas, arándanos y cerezas. Los espárragos también tienen su lugar especial en la cultura gastronómica alemana. Aún no acabo de entender por qué, pero creo que es en parte porque es la señal de que llega el verano y en parte porque la gente crece comiéndolos en su infancia y tienen un significado especial para ellos. Mientras que yo estoy acostumbrada a los espárragos verdes de Washington, asados, al vapor o frescos, los alemanes prefieren los más gruesos e insípidos tallos de los espárragos blancos, comúnmente cocinados en una crema de espárragos igual de insípida (cuya gracia no he entendido aún). Muchos restaurantes incluso introducen en sus cartas un "menú de espárragos" especial durante esta temporada.
Aunque seguramente te puedes encontrar un schnitzel o una wurst en casa de tu abuela alemana, lo que comen la mayoría de alemanes en el día a día en la actualidad es muy diferente de lo que comían hace cincuenta años. Las pizzas congeladas y los dulces tienen un atractivo casi universal en el mundo occidental y Alemania no es una excepción. Solo hay que tener cuidado con los platos desconocidos que tengan como ingrdientes leche o espárragos mientras se esté allí.
Una versión de este artículo se publicó primero en el blog de Alison Haywood, Following the Wanderlust.
Translated from What I learned about German food culture by working at a supermarket