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Líos de identidad: De Ucrania e Israel al Erasmus

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SociedadPolítica

En un mundo donde las fronteras físicas  son cada vez más borrosas, no es extraño que las fronteras mentales también estén desdibujándose. Mientras unos defienden la patria antes que Europa, la Generación Erasmus parece apostar por una identidad común. Conocemos estos y otros problemas a través de los ojos de una ucraniana criada en Israel y residente en Alemania.

Mi identidad nacional siempre ha sido ‘la otra’. Me trasladé a Israel a los seis años y mi niñez avanzó de la mano de las torturas que me infligían mis compañeros, recordándome siempre que yo no pertenecía allí: “¡Vuelve a Rusia!”, decían. “¡Soy ucraniana!” respondía yo, sabiendo que eso no significaba nada para ellos, que no podían siquiera encontrar el país en un mapa. Viniendo de una ciudad de Ucrania Oriental y no hablando ucraniano, adopté mi propia identidad ‘rusa’ y me hice amiga de jóvenes de mi edad que hablaban el idioma. No me importó si venían de Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Uzbekistán o Kazakjistán. La Unión Soviética era el país de nuestros padres; para aquellos que nacimos antes de 1991, era nuestra patria.

Los resultados de este método de autoidentificación me golpearon en la cara cuando me encontré con jóvenes de la Ucrania pos Revolución Naranja, cursando una beca universitaria de verano en Alemania. Sin hablar siquiera la lengua oficial, convertida ahora en parte inseparable de la independencia ucraniana, yo ya no pertenecía a un país al que llamé patria durante 25 años. La política oficial de socialización ('crisol de culturas') que reinó en Israel en sus primeros años promovida por la burocracia, el sistema educativo y el servicio militar obligatorio, no ha desaparecido aún. Y ese proceso forzado anula todas las características de la identidad propia en favor de la creación de un nuevo ciudadano legal.

Europa y sus identidades

Según Matti Bunzl, la creciente islamofobia europea “parte de un debate sobre el futuro de la presencia musulmana en Europa”.

La migración es la norma en el siglo XXI, especialmente para los ciudadanos de los países musulmanes, lo que genera controversias en el viejo continente. El escritor austríaco Matti Bunzl afirmó en 2005 que la creciente islamofobia de Europa era “parte de un debate abierto sobre el futuro de la presencia musulmana en Europa”. Prueba de ello fue la reacción del conservador Partido de la Libertad austríaco, que calificó el posible acceso de Turquía a la Unión Europea como una amenaza a la existencia de Europa, afirmando que Turquía no tenía las bases de la cultura y valores europeos. “Cuando el Partido de la Libertad abandonó su tradicional nacionalismo a mediados de los 90, abrazó un nuevo proyecto de exclusión. En lugar de la comunidad étnica, se proyectó como el protector de Europa”, escribe Bunzl.

Pero, además del Partido de la Libertad de Austria, hay otros muchos ejemplos. En 2010, el escandaloso bestseller del ex ejecutivo bancario alemán Thilo Sarrazin, Deutschland schafft sich ab(Alemania se suicida), atacó también la inmigración turca en Alemania, aunque fue respondido por otros escritores de diversos orígenes, con Manifest der Vielen ("Manifiesto de los muchos"). Los líderes de Alemania y Gran Bretañahan expresado en público sus reservas ante la idea del multiculturalismo. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, expulsó inmigrantes gitanos , tras crear en 2007 el Ministerio francés de la Inmigración y la Identidad Nacional. Y las elecciones de Hungría culminaron en una amplia mayoría para la derecha radical. En un artículo publicado en el New York Review of Books, el escritor turco Orhan Pamuk condenó estas tendencias. Las atribuye parcialmente a la falta de experiencia de Europa en comparación con los estadounidenses “cuando se trata de vivir con aquellos cuya religión, color de piel o identidad cultural son diferentes de los propios”.

Integración europea 2.0

Sin embargo, esta brecha se está cerrando en Europa con la red internacional de estudiantes Erasmus (ESN, por sus siglas en inglés), fundada en 1985, cuatro años después del acuerdo Schengen. La red Erasmus ha convertido el intercambio de estudiantes en una norma generalizada en toda Europa. Actualmente se acerca a 150.000 estudiantes de 34 países europeos, experimentando un promedio de crecimiento anual del 12.3% desde su segundo año de existencia. Se ha vuelto la forma más fácil para que los jóvenes europeos pasen tiempo en el extranjero. Tobias Temming, estudiante germano-holandés del doctorado de historia, estudió en Amsterdam y Granada. “Podría haber elegido finalizar mis estudios a los 25 años y luego trabajar”, explica. “No sé qué mejor inversión podrías hacer con tu vida que aprender otro idioma y vivir durante un año en un país extranjero”.

Con los nacionalistas volcándose hacia la ‘protección de Europa’ más que a la ‘protección de la patria’, es justo decir que la generación Erasmus es el rostro del futuro de Europa. “Precisamente porque el mundo está a sus pies, experimentan un sentido más fuerte de apego a Europa”, explica Till van Rahden, catedrático canadiense de investigación en estudios sobre Alemania y Europa en la Universidad de Montreal. Pero, ¿se valora Europa desde el exterior? “Poniendo entre paréntesis todas las diferencias internas europeas, uno no comprende del todo qué es único en Europa hasta que uno ha vivido fuera de Europa”. En cuanto a Tobias, la inversión aumentó. Su segundo Erasmus se convirtió en unas prácticas en la embajada alemana en Lima, donde conoció a su esposa peruana. Él lo tiene claro. La diferencia de mentalidad entre ellos no es algo que tenga que ver con sus países sino con la identidad de sus regiones, Europa y América Latina.

Foto: Portada (cc) beast love/ Bob Prosser/ Flickr/ on Tumblr; sonrisa (cc) Mait Jüriado on Flickr/Mait Jüriadoofficial photosite;

Translated from Self-identification, multiculturalism and erasmus in the EU