La receta mágica escandinava para la igualdad
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Eztizen Sánchez Montes[Artículo de opinión] Hace unos meses el Foro Económico Mundial publicó el Informe sobre la desigualdad de género. Sorpresa, sorpresa: Islandia, Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca ocuparon los primeros puestos por ser los países más igualitarios. ¿Cuál es su secreto para conseguir la igualdad de género?
Los países de Europa del Norte, además de ser considerados los más felices del mundo, han vuelto a ocupar los primeros cinco puestos del Informe sobre la desigualdad de género. ¿Pero cuál es el secreto de Escandinavia?
La clave está en una mezcla de políticas de igualdad y una fuerte política social. De hecho, la igualdad se consigue gracias a la distribución equitativa de la riqueza: distribuyendo el gasto público, ofreciendo los mismos recursos a hombres y mujeres y, de forma más general, entre gente con distintos niveles económicos. Este escenario histórico e institucional ha permitido que los países escandinavos creen un Estado de bienestar universal, donde la igualdad es parte vital de todas las políticas públicas que se aprueban. Además, este desarrollo ha abierto la puerta a una serie de eventos relacionados con tres tipos distintos de política social: la educación, el mercado laboral y las políticas de concialiación familiar, que son también responsables directas del éxito de Escandinavia en el Informe sobre la desigualdad de género.
Centrémonos en este fenómeno desde el punto de vista del Estado de bienestar, un concepto que surgió durante la era industrial. Varios países desarrollaron un régimen de bienestar que desde entonces se ha ido adaptando a sus propias características, necesidades y creencias, además del capital político y social. Por entonces, en los países escandinavos era la izquierda política la que tenía el poder decisivo, y escogieron promover una ideología de democracia social. Según esta ideología, todos, independientemente de sus ingresos o de su procedencia social, deberían tener las mismas oportunidades de progresar socialmente. Al principio fueron Suecia y Dinamarca los que más apostaron por esta política, pero después se expandió a Finlandia, Noruega e Islandia.
La secularidad ha sido un elemento de gran importancia. En el resto de Europa Continental las Iglesias católica y protestante han sido muy intervencionistas en cuanto al Estado de bienestar. La Iglesia protestante escandinava, al contrario, no tuvo una fuerte opinión ni mostró mucho interés en las políticas familiares y laborales que creó el Estado de bienestar.
La educación obligatoria y totalmente gratuita en todos los niveles ha sido esencial para permitir que las mujeres escandinavas hayan podido igualar a los hombres en cuanto a oportunidades de trabajo y salario. Además, los fuertes movimientos feministas apoyan un gran abanico de iniciativas que promueven las habilidades empresariales y de liderazgo entre mujeres de cualquier edad y procedencia. Tampoco fue sorprendente ver que el partido Feministiskt initiativ obtuviese representación en el Parlamento Europeo, que desde entonces se ha convertido en un fuerte apoyo de la igualdad en su región, y esperemos que pronto lo sea en toda Europa. Las estadísticas nacionales y las encuestas de la OCDE confirman que esta inversión ha sido un éxito, ya que no solo han conseguido duplicar el dinero invertido (gracias al porcentaje de mujeres que estudian y consiguen un trabajo), sino que en algunos países como en Islandia o en Finlandia, más mujeres que hombres terminan los estudios superiores.
Sacrificios mínimos
Se suele decir que lo que funciona en un campo casi siempre funcionará también en otras áreas. Las políticas laborales escandinavas suelen estudiarse y ajustarse junto con las políticas de conciliación familiar, ya que son clave para conseguir el equilibrio entre la vida familiar y la vida laboral. Pero incluso en este aspecto los sacrificios que deben hacer los dos sexos son mínimos. El modelo de doble ingreso ha existido en el mercado laboral escandinavo desde hace décadas, y aunque Islandia está a la cabeza en esta categoría, sus países vecinos le siguen los pasos, aumentando el número de hogares donde tanto las mujeres como los hombres contribuyen con su salario y haciendo las labores del hogar.
Las políticas familiares sirven de indicador para la igualdad de género en el mercado laboral. Por ejemplo, los países escandinavos hace tiempo que implementaron con éxito las bajas maternal y paternales, en las que los padres están obligados a dividirse el tiempo de baja entre los dos tras tener un niño. Estos permisos de paternidad son muy generosos, ya que casi el 85% del salario está asegurado. Las mujeres tienen un permiso de maternidad bastante flexible que les permite reintegrarse fácilmente al mercado laboral. Pero al mismo tiempo, existen ayudas estatales por cada hijo y guarderías públicas, logrando así que las parejas trabajadoras puedan gestionar mejor su vida familiar y laboral. Como podemos ver, las soluciones familiares inteligentes y la seguridad pública vuelven a ayudar a alcanzar la igualdad de género.
Sin embargo, hay que recordar que la igualdad no se consigue sin esfuerzo, incluso en los países nórdicos, y que sigue en riesgo de no ser más que una utopía. La igualdad en diferentes contextos individuales y nacionales puede alcanzarse de distintas maneras. Sin embargo, el éxito de estas políticas en algunos países puede ser una buena forma de mostrar a otras sociedades cómo volverse más escandinavas.
Translated from Scandinavia's Magic Recipe for Gender Equality