La lucha por existir: Jóvenes, griegos y judíos
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Melisa Laura DíazEn la capital griega, una pequeña comunidad de ciudadanos judíos se esfuerza por mantener una tradición de más de 2.000 años. A pesar de la creciente tendencia de emigración y el actual contexto de austeridad y cambio político, Atenas alberga un contingente de jóvenes judíos activos, incluyendo al rabino de la comunidad judía de la capital, de apenas 26 años.
La Plaza Syntagma, uno de los lugares del centro de Atenas en los que se ha concentrado recientemente mucha agitación, está extremadamente silenciosa este jueves por la mañana. Aquí me encuentro con Dimi, que ha aceptado mostrarme los puntos de referencia judíos de la ciudad. Nacido en Israel, hijo de madre franco-griega y de padre griego, Dimi se mudó a Atenas con siete años. Ahora, a sus 24, ha vivido en Italia desde 2011.
Es febrero, pero el sol del Mediterráneo pega fuerte sobre las ruinas del Partenón, construido en el siglo IV a.C. Menos de 100 años más tarde, los primeros judíos romaniotes vinieron a Grecia. Hoy en día, son los judíos sefardíes, quienes huyeron a Grecia durante la Inquisición española, los que dominan la comunidad de Atenas.
La vida antes y después
A la vez que nos alejamos de la Acrópolis, las tabernas y los puestos de recuerdos son menos frecuentes. Aquí la ciudad colocó su monumento en conmemoración del Holocausto con forma de Estrella de David, apenas inaugurado en 2011. "Finalmente", Dimi se lamenta. Atenas fue la última capital de la Unión Europea en conmemorar formalmente el Holocausto, que asesinó a un 87% de los judíos del país.
El Museo Judío de Grecia, no muy lejos de la Plaza Syntagma, calcula que había unos 78.000 griegos judíos al principio de la Segunda Guerra Mundial. En la comunidad más grande de Thessaloniki, murieron el 97%. Aquellos que volvieron a casa encontraron muy poco de sus vidas anteriores. Entre los cinco judíos que regresaron a la Isla de Kos se encontraba la abuela de Dimi. Un primo sobrevivió tras escapar a nado de la isla; más tarde logró llegar a Chipre.
El museo está diseñado alrededor de un hueco de escalera de seis caras, en cuyo centro se sitúa el Holocausto. La recepcionista explica que esta estructura es intencionada, para destacar la profundidad y la variedad de la cultura judía antes y después de la ocupación nazi.
Atenas se convirtió en el núcleo para los judíos griegos, que se reubicaron después de la guerra con el fin de intentar reconstruir sus vidas. Sin embargo, dice Dimi, hay algo que a menudo la gente desconoce: "Para algunas personas, los griegos judíos no existen, excepto quizás en Thessaloniki". Algunos jóvenes griegos con los que he hablado se sorprendieron al oír que en Atenas hay una sinagoga –ni Google Maps fue capaz de encontrarla.
La comunidad está sometida a estrictas medidas de seguridad —un paso necesario debido al riesgo de antisemitismo. No hace mucho, el monumento al Holocausto fue víctima de un ataque vandálico con un eslogan que promovía a Amanecer Dorado, el partido de extrema derecha conocido por sus posturas racistas y xenófobas.
"Queremos traer esta tradición a la era moderna"
En Grecia —cuya población está compuesta en un 98% por cristianos ortodoxos griegos, según algunas estimaciones— la comunidad judía tiene que luchar para recordarle a la gente que ellos también existen. "Hay un gran problema de identidad", explica Dimi. "Supone una crisis enorme para la sinagoga".
Para ayudar a atenuar el problema, Atenas invitó a Chabad, una organización internacional creada para ayudar a las sinagogas de todo el mundo en la tarea de organizar programas de difusión, así como para conectarlas con las comunidades internacionales.
El recorrido de Dimi termina en el primer restaurante kosher de la ciudad, hogar de las oficinas de Chabad desde 2011 y que supone un avance respecto al pequeño apartamento que tenían cuando llegaron por primera vez. Dimi está impresionado por el espacio, que también alberga una tienda kosher —una gran mejora en comparación con cuando él vivía en la ciudad, dice.
En ciertas zonas de Atenas, en las que los taxis amarillos bloquean calles distribuídas en forma de cuadrícula, podría parecer que uno se encuentra en Nueva York. Cuando el rabino Mendel Hendel llegó a Atenas desde la Gran Manzana hace 15 años, se enfrentó con una tarea difícil. A diferencia de los enclaves judíos en Brooklyn o Queens, la comunidad de Atenas está muy segregada: 2.500 personas en una ciudad de 5 millones.
Hendel hizo frente al desafío. "Cuando inspiras a alguien", explica, "esa inspiración continúa sin cesar". Y recalca la importancia de lograr algo así en una comunidad pequeña; recordar el valor de cada persona.
Mantener a la gente –especialmente a la gente joven– involucrada en las tradiciones religiosas se ha hecho más difícil recientemente. "Los últimos cuatro años han traído grandes desafíos", admite Hendel. La gente joven en Grecia empezó a buscar oportunidades en el exterior, al ver que no tenían posibilidades en su país. Este éxodo de la juventud no es único para la comunidad judía, pero sí resume bien las dificultades de mantener una generación más joven involucrada en la vida judía.
"Queremos traer la tradición a la era moderna y hacerla relevante para ellos", explica. La modernidad a la que aspira el rabino es evidente en sus métodos: Hendel dirige un taller semanal a través de Skype, al que asiste gente joven de toda la ciudad, e incluso de más lejos. Un expatriado se une regularmente a las lecciones desde Israel.
Pero fue la llegada de un nuevo rabino en 2015 lo que realmente ayudó a impulsar la divulgación entre los jóvenes. El rabino Gabriel Negrin, griego, de apenas 26 años. Estoy invitado a conocerlo en la comida de Sabbat en el restaurante el viernes por la tarde, aunque Hendel me recuerda que, en el día de descanso, los judíos practicantes se abstienen de cualquier forma de trabajo creativo —incluyendo la toma de notas o grabaciones. Una perspectiva difícil para un reportero.
El primer Sabbat de Joseph
Llego temprano al restaurante la tarde siguiente, sin embargo ya hay un grupo de hombres que cantan en hebreo con entusiasmo. Algunas mujeres y niños charlan sentados en los sofás. A pesar de que las mesas están cargadas de comida, el restaurante está aún medio vacío. Consciente de que soy el único hombre en el lugar cuya cabeza no está cubierta, espero a que llegue Hendel.
Aparece pronto, encabezando una congregación desde la sinagoga. Está vestido para la ocasión con un sombrero de ala ancha y un elegante traje negro. Un chico joven corre delante de él, impaciente por unirse a las celebraciones. Hendel me saluda cordialmente y me trae un kippah, antes de hacer un gesto para que me siente. Mientras que el cuarto se llena, observo que no hay muchos jóvenes.
En la cena, como en la vida, las identidades judías y griegas se mezclan libremente. Los guisados kosher y el pan challah se sirven junto a las ensaladas griegas, aderezo de berenjena y un aperitivo de ouzo. El Chabad da la bienvenida regularmente a huéspedes de todo el mundo para el Sabbat, junto a sus asiduos griegos. No obstante, este es un encuentro mucho más sosegado que otros. "He estado en Sabbats en Bangkok con 500 personas", dice el hombre sentado delante, "en Israel puede haber hasta 2.000".
Un hombre bien vestido con traje gris y corbata roja toma su lugar frente a mí. Mendel hace sus introducciones y me doy cuenta de que él es el joven rabino del que tanto he oído hablar. La conversación cubre sus estudios en Israel, el decreciente interés de los jóvenes por la religión y los problemas que los turistas tienen para respetar el Sabbat en Grecia. Mientras tanto, se maneja entre el inglés, el griego y el hebreo sin esfuerzo.
Los cantos aumentan de volumen con cada plato que pasa. "Esto normalmente no es así", se ríe Hendel. Hay un grupo de visita de Israel, que al parecer incluye a una joven estrella pop israelí.
"Él no es realmente religioso", explica Negrin, "ni siquiera estaban en la sinagoga". Pero sin embargo aquí está, usando el kippah, y conoce la letra de todas las canciones hebreas. "Si un cantante griego hiciera eso caería en bancarrota de la noche a la mañana". El rabino también se une al canto: Antes de formarse como rabino, estudió música en Creta.
Su identidad griega se entrevé en su preferencia por canciones más europeas que las de sus visitantes israelíes. "Tengo una reunión con Morfeo", me dice al final de la comida, invocando al dios griego del sueño mientras me desea el Sabbat shalom.
"Nadie viene sólo para encender las luces"
A la mañana siguiente, Negrin preside los servicios en la sinagoga. He sido invitado por Monis, el ex director de un club judío juvenil al que el rabino mismo asistía hace quince años —el club cerró en 2002 por la falta de demanda. Hoy en día trabaja en un asilo.
La seguridad comprueba mi identificación antes de que Monis me conduzca dentro a través de la puerta delantera. Las mujeres entran a través de una puerta lateral para sentarse en un balcón separado. Monis saluda casi a todos con los que se cruza. Aparte del rabino y del Jazán de la comunidad que preside la ceremonia, soy la persona más joven en la sala.
"La gente joven está preocupada por su propia existencia", me dice Monis después del servicio. "No todos creen que la solidaridad de la comunidad se basa en la sinagoga".
Personalmente, él considera la sinagoga como un componente necesario. "La historia de la gente judía es su religión, y la religión es su historia", explica "Mi padre tuvo un número escrito en su brazo. Es mi obligación querer que mi historia continúe. Lo único que queda es reunirnos".
Reunirse es una cosa que los jóvenes griegos judíos hacen bien, aunque no sea en la sinagoga. La Comunidad Judía de la Asociación de Jóvenes de Atenas tiene un calendario social activo, eventos continuos y talleres durante todo el año. Sarina Mizan, de 24 años, es miembro del consejo.
"Tratamos de centrarnos en la tradición de una manera más relajada", explica. Durante el festival de Hannukah, la asociación de jóvenes asiste a los servicios en la sinagoga y ofrece luego una barbacoa. Este aspecto social es el que mantiene a la gente joven involucrada. Como dice Sarina: "Nadie viene sólo para encender las luces".
Pero las cuestiones de identidad son cada vez más difíciles de evitar dado al aumento de movimientos de extrema derecha a través del continente. Sarina siente que sin el conocimiento de la historia y de la política es difícil participar en la conversación, "protegerse a uno mismo", como dice ella.
Muchos se han ido al extranjero, a Israel, pero también a ciudades como Londres, Dublín y París. A pesar de esto, siguen estando involucrados. Durante un Taglit reciente (un viaje a Israel que supone un derecho de nacimiento para la comunidad judía, promovido por el Gobierno israelí), la asociación ganó el derecho de permitir que los expatriados se les unieran. "No podríamos dejarlos detrás", explica Sarina.
Dada esta dispersión, ella considera que es importante forjar relaciones más fuertes con las comunidades judías a través de Europa. "Han afrontado los mismos problemas en el pasado y pueden mostrarnos un camino", argumenta. Aún si hay más de una manera de avanzar, porque para Sarina "lo importante es que somos amigos".
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Este artículo es parte de una serie de reportajes EUtoo en Atenas, un proyecto que busca contar la desilusión de los jóvenes europeos, financiado por la Comisión Europea.
Translated from Fighting to simply exist: Young, Greek and Jewish