La Felicidad de la nación…a pesar de la que sigue cayendo
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Foto: Consejo General del Poder Judicial No seré yo quien me indigne por la afluencia de dinero e inversiones para la tierra gaditana, castigada más allá de toda mesura por la lacra del paro. En Cádiz, la crisis económica a escala mundial y nacional no es otra cosa que un periodo más de la penuria endémica que parece vivir la Bahía desde hace décadas. Llueve mucho, y en Cádiz sobre muy mojado.
Me sumo por tanto al ¡Viva la Pepa! que está tan de moda en las últimas fechas y me uno a la celebración del Bicentenario, al Cádiz constitucional y liberal, a las Cortes Constituyentes, a la Paz Mundial y a todas las estupideces y trucos de prestidigitación conmemorativa con fuegos de artificio con que nos fascinan los políticos de turno. A veces me siento, en mi condición de ciudadano, como uno de aquellos nativos americanos a los que mis primos lejanos, los conquistadores, timaban de lo lindo con cuatro bagatelas.
El caso es que, bueno, vale: con tal de que se mencione a Cádiz un par de semanas en el Telediario, acepto barco como animal acuático, pulpo como animal de compañía, y Bicentenario como futuro para la región. Si no, Teófila se lleva el “Scattergories”. Dios nos libre.
Foto: Puente La Pepa sin terminar. Pedro Lozano// Flickr
Me cuentan desde Cádiz que, más allá de la atención mediática coyuntural del evento, la remodelación del Oratorio de San Felipe, algún que otro centro de interpretación del Bicentenario y dos docenas de pilares del Puente de la Pepa, el impacto en la ciudad es prácticamente inexistente. El movimiento económico escaso. La afluencia de turismo, más allá de los datos que después nos ofrezca el sector hotelero, prácticamente la misma que en cualquier mes de marzo. No obstante, insisto, cualquier nuevo turista, cualquier nuevo empleo, cae en Cádiz como agua de mayo.
Pero el ciudadano, más allá de lo que realmente se haya hecho, tiene una inevitable sensación de estafa, de humo de pajas, de publicidad hiperbólica. Al gaditano se le prometió el Paraíso, la Expo, la Olimpiada…y después le han dado cuatro trastos, la visita del Rey, y una lección de publicidad goebbelsiana de enorme calado: una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Un puente incompleto, un baluarte de San Sebastián sin empezar y tres tonterías en un impulso decisivo para el futuro de la región e infraestructuras duraderas.
Dejen que recurra a la Historia
Artículo 13 de la Constitución de Cádiz: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin último de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.”
No es una broma. Es el artículo decimotercero del texto constitucional gaditano.
¿Y saben qué les digo? Que nuestros gobernantes llevan a rajatabla ese precepto constitucional. Nos hacen felices pese al paro, felices pese a la corrupción, felices pese a los desahucios, felices pese a la juventud sin futuro, felices pese al desastre educativo y felices pese a tenerlos a ellos de gobernantes. Unos verdaderos artistas, desde luego.
Felices a base de desinformación, fútbol y prensa rosa, Mundiales y Bicentenarios.
¡Vivan Las Caenas! gritaban en la época de la Constitución de Cádiz los partidarios de Fernando VII, el monarca antiliberal y absolutista, al que llamaron paradójica pero muy significativamente “El Deseado”.
“Caballero, déjese de articulitos críticos y ponga el Madrid- Ponferradina” gritarían ahora…..
Foto: Monumento a las Cortes de Cádiz. La Convento// Flickr
Y por más que quiero a la tierra de Cádiz, y me alegro de cualquier cosa que la haga progresar, siquiera mínimamente, no puedo dejar de pensar en que por más que viva la Pepa, la Pepa se muere, y con ella el futuro de los ciudadanos de Cádiz, Andalucía y España.
Pero somos felices, señora.
Felices y mansos.