La Comisión que quiso ser gobierno
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Fernando Navarro SordoEl colegio dirigido por Romano Prodi ha tratado de reforzar su poder. Ha llegado el momento de hacer balance.
¿«Unidad en la diversidad» o «el último que apague la luz»? Los estrategas de la imagen comunitaria deberían cambiarle la divisa a la UE. Con más razón ahora que cada vez más miembros de su comisión le dan la espalda para dirigirse hacia la política nacional: Solbes en España, Diamantopolou en Grecia , Barnier en Francia… ¿Y Prodi? No, el Presidente de la Comisión todavía cabalga en la silla. Si bien, en tanto líder (reencontrado) del centroizquierda en «las europeas», anda algo hiperactivo en la escena política italiana.
Prodi, ese héroe…
En lo que respecta a la Comisión, ha llegado el momento de hacer balance informal. Antes que nada porque el ejecutivo comunitario ha entrado en una fase de inercia que sólo el otoño interrumpirá, cuando tenga que pronunciarse sobre la espinosa cuestión de la adhesión turca a la UE. También porque ninguna otra Comisión ha reivindicado, tenido y ostentado jamás tanto poder como esta. Gracias a la evolución de los tratados, a un político de carrera como Prodi, y a su decidida voluntad de tener peso en el terreno político y mediático. Baste con recordar al Presidente de la Comisión calificando en 2003 al pacto de estabilidad de «estupidez», o recordar la fortísima personalidad del comisario Pascal Lamy en materia de política comercial, o la de Mario Monti, convertido en la bestia negra de gigantes americanos como Microsoft o General Electric.
…que tanto necesitaba la UE.
En el capítulo de la democratización de las instituciones europeas, esta actitud no ha resultado negativa en absoluto. Le confiere visibilidad a unos dirigentes cuyo papel es cada vez más decisivo en la Unión Europea, los somete a un mayor control por parte de los medios de comunicación y del Parlamento europeo, y encarna ese principio de responsabilidad, de “accountability” retomando términos ingleses, de los que la UE haría bien en servirse. Este es el motivo por el que la revista Cafébabel ha decidido antes que nadie lanzar este debate. Abierto y plural, como su estilo. Y es que es criticando y aplaudiendo, condenando y respaldando a aquellos que nos gobiernan como podremos colmar el vacío de democracia que tanto riesgo corre de convertirse en abismo.
Penélope ya no hila más.
En efecto, Prodi en su intento de reforma de la «gobernanza» europea -una voluntad de reforma que ya estuvo presente en su discurso sobre el programa de trabajo para el año 2000-, reflejó todo después en el proyecto constitucional Penélope, cuyo objetivo era transformar la Comisión en un verdadero ejecutivo comunitario. ¿Porqué no ha sido respaldada y aprobada esta idea? El propio Prodi tiene parte de culpa. Según un alto funcionario de la Comisión que ha solicitado conservar el anonimato, Prodi ha carecido de todo tacto a la hora de presentar el texto: «el Presidente de la Convención, Giscard d’Estaing, interpretó la maniobra de Prodi como una ataque personal». Y a nada se llegó. Además, la propia Comisión se opuso a la idea de su politización, agarrándose al mítico cometido que la consagra como imparcial «guardiana de los tratados».
Se trata de la mayor de las contradicciones y el mayor de los fracasos del colegio de comisarios dirigido durante más de 5 largos años por Romano Prodi, «los años más intensos de la historia europea desde la posguerra» como sugería Nicola Dell’Arciprete en sus numerosas columnas. En especial gracias al legado de Maastricht tras el cual fue lanzado el euro y la ampliación, dos gestiones históricas de la Comisión Prodi. Esta comisión ha sabido acompañar con tino el desarrollo progresivo de la UE, pero no ha sabido darle el último empujón necesario a unas instituciones que ahora corren el riesgo de caer en la parálisis. Insuficiente para una Comisión que quiso ser “gobierno”.
Translated from La Commissione che voleva essere governo