La ayuda no es suficiente
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rubén alba aguileraEl tsunami situa de nuevo a la pobreza, la ayuda y la deuda en la agenda política, pero lo realmente necesario es una reevaluación de la relación fiscal entre las naciones más ricas y las más pobres.
El tsunami asiático y la cobertura por parte de los medios de comunicación de los actuales problemas aún por resolver en países africanos como Sudán han llevado a gobiernos, organizaciones internacionales y ciudadanos a prometer y donar una gran cantidad de dinero para dichas causas. La Unión Europea, los Estados miembro y la Comisión Europea han contribuido, hasta el momento, con unos 2260 millones de euros para el fondo de ayuda a las regiones devastadas por el tsunami, mientras que los ciudadanos han donado unos 830 millones adicionales a diversas organizaciones caritativas encargadas de ayudar a las víctimas. Entretanto, la salida a la venta del disco de los cantantes de la “banda de la ayuda 20” en el Reino Unido coincidió con el anuncio por parte de Tony Blair de sus objetivos para las próximas presidencias de la Unión Europea y el G8; a pesar de la retórica, África aparece una vez más como prioridad en la agenda política. Pero detrás de tanta publicidad y llamamientos para ponerse manos a la obra, ¿cuál es la auténtica realidad de la distribución de la ayuda y la condonación de la deuda de algunos de los países más pobres del mundo?
La retórica contra la realidad
Mientras los políticos nos recuerdan todas las medidas de urgencia tomadas para llevar la ayuda a la zona del desastre y su compromiso con los problemas mundiales, es importante distinguir la retórica de la realidad. Por ejemplo, después del tsunami, el Gobierno británico realizó grandes esfuerzos para ayudar a la zona afectada. Sin embargo, con posterioridad, la ex-secretaria de desarrollo internacional, Claire Short, anunció públicamente que los gastos militares adicionales derivados de dichas actividades en las áreas devastadas provienen del presupuesto asignado para ayuda oficial al desarrollo y no del de defensa; por tanto, no siempre es cierto lo que nos quieren hacer creer. Hay que hacer también otra distinción importante entre la ayuda financiera prometida y la que en realidad se acaba otorgando a los países pobres. El tsunami del Océano Índico se registró justo un año y un día después del terremoto de Bam; aún a pesar de que aproximadamente unos 1.100 millones de dólares fueron prometidos a las víctimas de aquella tragedia, un año después, sólo 17.5 millones de dólares han sido realmente desembolsados. El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, ha estimado que harán falta unos diez años para que los países afectados por el tsunami puedan recuperarse. La pregunta es si los gobiernos más ricos seguirán contribuyendo con recursos de forma entusiasta una vez que el desastre desaparezca de nuestras pantallas de televisión, o si los países más pobres tendrán que endeudarse aún más con el Banco Mundial para impulsar de nuevo sus economías y proveer de alimentos a sus ciudadanos.
Perdonar la deuda
Para poner la situación actual en perspectiva, hay que recordar que los artistas integrantes de la “Banda de la Ayuda” en 1984 y de la “Ayuda Viva” en 1985 recaudaron en total unos 150 millones de libras esterlinas para Etiopía, pero esa cifra es insignificante si se compara con el equivalente al pago de interés mínimo por cada préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) a África. Por ejemplo, en el caso de Zambia, que tiene la esperanza de vida más baja de todo el mundo, el 7,35% de su Producto Nacional Bruto (PIB) se destina a pagar los intereses de la deuda en vez de ir a cubrir necesidades básicas como la alimentación, la salud o la educación. Además, el sistema ideado por el FMI y el Banco Mundial para conceder la ayuda a “los países pobres muy endeudados (PPME)” exige que se desarrolle una “estrategia de reducción de la pobreza”. Por supuesto, como cualquiera que ha ido alguna vez al banco para pedir un préstamo sabe bien, el dinero no se consigue sin que existan garantías para su devolución, pero cuando 30.000 niños mueren en África cada día queda poco tiempo para tanto papeleo. La deuda en los países más pobres, y sobre todo en aquellos afectados por la catástrofe, el hambre y la enfermedad, tiene que ser condonada por los países más ricos basándose en las más elementales razones del humanismo y la equidad.
El Club de París, un grupo informal de naciones acreedoras oficiales, ha pedido una moratoria en el pago de la deuda para todos los países afectados por el tsunami. No obstante, Oxfam y Ayuda en Acción han explicado que la moratoria es contraproductiva ya que para poder aprovecharse de dicha iniciativa, las naciones deudoras serán penalizadas con tasas de riesgo aún más bajas en el futuro. Para ser realistas, si debemos encontrar una solución a largo plazo para los problemas afrontados por Asia, África y Sudamérica, los países ricos tienen que estar dispuestos a ir más lejos y perdonar totalmente las deudas de los países más pobres. Esto no sería una panacea para todos los problemas y desafíos que deben afrontar dichos países, pero, por lo menos, sería un primer paso en la dirección adecuada y demostraría que los líderes mundiales pueden convertir realmente sus palabras en acciones directas y constructivas.
Translated from Aid is not enough