Invertir en educación, no en subsidios agrarios
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maría elena molinaLa Estrategia de Lisboa sólo tendrá éxito si se revista el presupuesto. Es el momento de entrar en la competición y de invertir en nuestro futuro.
La Agenda de Lisboa no es el proyecto cojo y burocrático que algunos funcionarios trasnochados se inventaran en una especie de agradable fiesta portuguesa. Muy al contrario, es una agenda vital de auto-reafirmación; algo que Europa necesita desesperadamente, si nuestro querido modelo social ha de ser preservado para las generaciones futuras. En pocas palabras: Europa no puede mantener su modelo social a menos que consigamos hacer crecer de nuevo nuestra economía. La gente que dice, y muchos lo hacen, que las reformas implicarán el fin de la seguridad social, no hablan con propiedad. Incluso peor, son demagogos peligrosos, cuyos argumentos han de tomarse y refutarse de frente si queremos sanear de nuevo nuestra sociedad.
Los peligros de la jubilación anticipada
El mayor desafío al que nos enfrentamos es el hecho de vivir ante una población que envejece rápidamente. Al contrario de lo que la gente pueda pensar, es algo maravilloso. No es sólo que las personas vivan más, sino que disfrutan de una salud extraordinaria en lo que se considera una edad avanzada. En cambio, en Europa la gente se jubila cada vez antes, y es aquí donde reside el problema. Cuando se concibió el modelo social, la mayoría de la gente no vivía más allá de los 50 años. Ahora viven habitualmente hasta bien entrados los 70, encabezando un creciente ejército de jubilados que pronto harán sombra al número de personas activas. ¿Podemos realmente tolerar una situación donde existe una persona activa por cada persona jubilada, sosteniendo a una o dos personas a su cargo? Las tablas recientes indican que nos acercamos a esta situación. Si no reformamos el sistema ahora, quebrará. Si, en concreto, no modificamos los numerosos incentivos que en la actualidad motivan una jubilación cada vez más anticipada, estamos creando un desastre social por el que nuestros hijos no nos perdonarán. El Consejo de Lisboa, que tuve el honor de presidir, constituye una red social civil de individuos y asociaciones que trabajan para aplicar la estrategia de Lisboa. En otras palabras, se trabaja para hacer de Europa ”la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica, con un desarrollo económico sostenible generador de más y mejores empleos, y una mayor cohesión social”. Creemos que para conseguirlo hay que basarse en intereses concretos de distintos tipos, incluyendo a los sindicatos, diciéndoles que “sí, que apoyamos sus derechos de negociación colectiva, pero que deben ser más responsables con respecto a sus demandas”. No hay prevista una caridad que regale a los europeos dinero tan sólo porque les guste su nivel de vida. Primero, hay que ganarse un estándar de vida. Además, las mutuas que sólo piden más y más beneficios para sus miembros terminarán por ofrecerles cada vez menos. Lo peor es que convertirán Europa en una economía salvaje, dependiente de la inversión y la oportunidad. Fijémonos en el caso de la empresa de automóviles Opel, que anunció el despido de 12.000 personas en toda Europa. Para evitar que esto vuelva a suceder, debemos caminar mano con mano sobre una agenda fuerte y competitiva, que permita a Europa mantenerse en el lugar donde las compañías quieran invertir y en el que la gente quiera trabajar.
Los excesos de los sindicatos
Las asociaciones de trabajadores tienen igualmente la culpa de la situación actual. Si preguntamos a nuestra asociación local de trabajadores, nos dirán que apoyan la competencia, aunque la triste realidad es que malgastan gran parte de su músculo político de influencia en conseguir más subvenciones y una mayor protección a las importaciones. Cediendo ante estas demandas no volveremos a una Europa fuerte y sana: debemos plantarle cara a estos posicionamientos agotados y vetustos. Si Europa desea realmente cumplir los objetivos de la Estrategia de Lisboa, debe acogerse al cambio y tomar medidas urgentes para reiniciar el espíritu competitivo que la hizo fuerte en un principio. Después de todo, inventamos la revolución industrial y el Estado del bienestar social. Debemos recuperar el espíritu creativo que nuestros antecesores nos legaron, unidos del modo en que lo hicieron los franceses en 1789 para derrocar la dictadura de unos pocos con el fin de promover el bienestar de la población general. Debemos construir una sociedad basada en la oportunidad y el conocimiento, donde cada persona pueda explorar su inmensa creatividad potencial, pues cuando un individuo triunfa, la sociedad triunfa en su conjunto.
La necesidad de abrazar la competitividad
Los Jefes de Estado de la UE aprobaron la Agenda de Lisboa en 2000, hace casi cinco años. El objetivo estaba claro: crear la economía más competitiva y dinámica del mundo basada en el conocimiento de entonces a 2010. ¿Por qué, pues, durante el quinto año de este programa, casi un 45% del presupuesto todavía se destina a subvencionar la agricultura, mientras que el gasto por estudiante universitario es inferior en más de un 40% respecto al de los EUA? (1) Hacemos un llamamiento a los líderes de la UE y a Manuel Durao Barroso, Presidente de la Comisión entrante, para que pongan fin a este ridículo derecho travestido y empiece a invertir en nuestro futuro. Podemos y debemos invertir cada céntimo de euro disponible en nuestro sistema educativo, ofreciendo a nuestro hijos la posibilidad de seguir sus sueños y a nuestros adultos la oportunidad de una formación y una educación a lo largo de su carrera profesional. Si el Señor Barroso se compromete a promover la Agenda de Lisboa, puede empezar con una revisión ambiciosa de las prioridades presupuestarias de la UE. De hacerlo, despertaría y descubriría que puede ganar el apoyo del grupo de interés más importante: las personas.
(1) Datos obtenidos del Informe Sapir (http://europa.eu.int/comm/regional_policy/debate/document/futur/organ/eurada_sapir_en.pdf)
Translated from Invest in education, not farm subsidies