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Instagram: la app que nos ha cambiado la vida

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En dos años, la aplicación se ha infiltrado en todas las redes de nuestras sociedades modernas: nuestras vidas, nuestros puestos de trabajo, nuestros platos y nuestras fiestas. Ahora que los miembros fundadores acaban de abandonar el barco, he tratado de averiguar qué ha hecho Instagram para volvernos locos.

No conozco a Nina personalmente. Nuestras conversaciones se resumen a dos emails. No obstante, antes de coger el teléfono, tengo la sensación de haberme metido en su vida por la fuerza. Sé que le gustan los platos sin gluten y las verduras feas. Puedo deciros que ropa lleva y que, en este momento, tiene un dolor de espalda muy fuerte. Hasta tal punto que le impide dormir. Para pasar el tiempo, se desquita con las últimas canciones de Disiz la Peste, un rapero francés.

Vivir el Insta-presente

Nina es un puro producto de su época. La que lleva a 400 millones de individuos por el mundo a exponer su vida cotidiana en los Stories de Instagram. Estas pequeñas partes de vida virtuales con una esperanza de vida de 24 horas, que seducen cada vez a más usuarios de la red social, nacieron en agosto de 2016. Por regla general, la gente publica entre 5 y 10 a la semana. Nina publica cerca de 20 al día. Mientras despliego el hilo interminable de sus fotos cuadradas, la joven me explica al otro lado de la línea "que tampoco comparte toda su vida". "Por ejemplo, esta mañana he derramado el café y casi me cargo el ordenador, bueno pues eso no lo he enseñado. Hay cosas de mi vida diaria que no comparto, incluso aunque la gente crea que lo sabe todo de mi día a día", explica. Es común: raramente vemos a alguien cortarse las uñas o fregar los platos en Instagram. Conocida por su superficialidad, causante de ansiedad y de malestar, la red social ha sido designada como la peor red social para la salud mental de los jóvenes según una encuesta. Cuando preparaba este artículo, pregunté a mis amigos cuál era la primera palabra que les venía a la cabeza cuando pensaban en la aplicación. ¿Las respuestas? "Falsedad", "Aparentar", "Presumir", "Maquillaje"...

Y, no obstante, Insta está de moda. De las principales redes sociales, esta es la que ha atraído más nuevos adeptos. Desde este verano, la aplicación reúne mil millones de usuarios activos. En Francia han sido 11,8 millones. Una cifra que prácticamente se ha duplicado en menos de dos años. Es posible incluso que Instagram ya haya dejado a Facebook anticuado, que la había comprado por casi mil millones de dólares en 2012. "Hoy en día, toda una generación está en Instagram", reconoce Leïla Lévêque, responsable de la agencia de marketing web Digital Keys de París. "Podemos sentir que algo está cambiando muy rápido. Basta con mirar las cifras una vez más: entre junio de 2017 y junio de 2018, el 70 % de los jóvenes estadounidenses eliminaron Facebook de sus teléfonos. Y al mismo tiempo, Instagram y Snapchat se disputaban el puesto de red social favorita entre los adolescentes. ¿Pero por qué? Si le pregunto a esta 'generación Instagram', lo que constato, como vosotros, es que la app ha invadido nuestra vida diaria: en el trabajo, en el restaurante, en la calle, en nuestra cama. Dicho esto, lejos de la neutralidad que inspira WhatsApp, Instagram divide hasta la esquizofrenia, tanto que nos cuesta reconocer públicamente cómo y cuánto usamos esta red social.

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Cuenta en Instagram de Nina.

No me toques el post

Nina posteó su primera foto en marzo de 2015. Un selfie, porque estaba de moda y le gustaba cómo se había arreglado para ir a la facultad. Pero como ella misma confiesa, "enseguida me enganchó. Los hashtags, los filtros, la apertura internacional...". La joven, que cocina en casa a veces, probó entonces a plasmar sus ensaladas en fotos y a subirlas a la plataforma. "Me sentía como una artista que se divierte asociando fotos con citas de autores que me gustan", cuenta. "Y además, podía hablar con gente que tenía las mismas pasiones que yo". A medida que iban aumentando los posts, Nina se convierte en Callmevoyou y se inventa un slogan para su cuenta: "Good mood & food". "Era infantil, pero sinceramente la mentalidad era esa, yo compartía lo que me gustaba". Es paradójico, porque a esta estudiante de periodismo no le gusta realmente exponerse. Por naturaleza, ella se considera "tímida y reservada". En Insta, basta con reproducir dos stories para darse cuenta de que Nina gestiona su imagen como una estrella de cine. "En tu comunidad, tienes la impresión de dirigirte a gente que quiere lo mejor para ti. Por lo tanto, no tienes nunca la necesidad de justificarte, te sientes libre para decir y publicar lo que quieras", explica. #nofilter, es así como la aplicación popularizó un modo de expresión directo, sin filtros, lejos del desorden de Facebook y del límite de los tuits en 140 caracteres. Bajo la lente del futuro digital, algunos habían predicho el éxito de dicha red. Ya en 2015, el mundo 2.0 hablaba de una porosidad total con una época obsesionada con la imagen, la instantaneidad y su smartphone.

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Cinco años después, parece que la profecía continúa cumpliéndose, incluso cuando planteamos una cuestión metafísica: ¿Ha cambiado Instagram la forma en que vemos el mundo? Lo que es seguro para Nina es que lo que parecía "completamente creepy", hace dos años que está completamente normalizado. "Antes, cuando comía con alguien en el restaurante, me preparaba el encuadre del plato para hacerle una foto (sic) y cuando la hacía, estaba siempre ese momento extremadamente incómodo en el que debía justificarme diciendo: 'Sí, ya lo sé, en realidad es para mi cuenta de Insta'. Ahora, la persona frente a mí lo hace también y ni siquiera nos damos cuenta". Los instagramers que he entrevistado lo llaman "momentos Instagram": esos momentos suspendidos en los que una persona es uno con su teléfono, como un superego virtual intenso. "Son, sin embargo, muy fuertes", reconoce Fabien. Como usuarios, pensamos que acabaremos aburriéndonos. Pero innovan, inteligentemente, progresivamente y proponen sin parar nuevas funciones que dan en el clavo". Hyperlapse, Layout, Boomerang, Stories, IGTV... son las novedades que han contribuido al éxito de Instagram y llaman la atención de los usuarios de Internet. En 2017, los usuarios menores de 25 años pasaron una media de 32 minutos al día en la aplicación.

"Hoy la gente es consciente de que lo que ve es un poco falso. Por lo tanto, hay un poco de placer masoquista en el uso de Instagram".

Leïla Lévêque, responsable de web influence

Fotógrafo independiente, Fabien Voileau —33 años— empezó a utilizar Instagram "cuando salió" en 2011. A través del chat de Messenger me explica que al principio seguía a fotógrafos, marcas y gente inspiradora. Más adelante, comienza a postear sus fotos en 35mm y su cuenta despega poco a poco. Hoy, Fabien tiene cerca de 65 000 seguidores. Louis, con ni siquiera 20 años, empezó a interesarse por las redes sociales hace 3 años. Aunque prefiere YouTube para expresarse, el joven estudiante ve Instagram como un buen medio para compartir sus conjuntos de ropa. Pero desplegar el hilo de Louis Cznv es sobre todo tener enfrente al mismo rostro capturado de 1 001 maneras en 1 001 momentos diferentes. "Realmente no le presto atención a lo que hago", me responde por email a través de su agente de influencia Divimove. "Parece fútil, pero es algo que aprecio mucho". Y que a la gente le gusta mucho seguir también, ya que el instagramer cuenta con 26 000 seguidores. Con sus dulces sin gluten y sus bonitos platos de temporada, Nina también ha conseguido atrapar a miles de internautas. Ahora mismo, 17 000 comentan sus posts y le envían smileys. Cuando le pregunto qué hace en particular aumentar para su comunidad, me responde que no hace nada especial. Lo mismo dice Louis. Y lo mismo dice Fabien.

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La cuenta de Instagram de Fabien.

Es difícil creer que en una red social en la que cada uno parece ir de su post with a view durante la 'golden hour', la hora de hacer fotos cuando se pone el sol, o de veinte hashtags que le vayan bien. "Mis amigos me preguntan a menudo cómo lo hago", bromea Leïla Lévêque. "Piensan que como trabajo en la web influence, tengo la receta mágica". "La verdad es que muchos instagramers tienen talento y por eso la gente les sigue". Por teléfono, Nina nunca se atreverá a confesarme que tiene talento. Pero reconoce, de todos modos, que existe una búsqueda de reconocimiento. "En la medida en que publicas una creación personal en Internet piensas desde el principio que merece ser visto. Tienes cierta confianza en ti mismo, lo que puede parecer narcisismo". ¿Le echamos la culpa? En la red social de la apariencia, todos parecen haber aceptado una regla: mostrar lo mejor de cada día forma parte del juego. Dicho de otra manera, Instagram es una gran puesta en escena 2.0, con sus códigos que estandarizan los contenidos y cubren la aplicación de otro reproche: la tiranía de lo cool. "Es algo que se sabe también, pero pienso que ya ha pasado el momento en que se pensaba ingenuamente que existía una vida perfecta", matiza Leïla Lévêque. "Hoy la gente tiene conciencia de que lo que ven es un poco falso. Hay un placer un poco masoquista en el uso de Instagram".

Una red de influencias

Otro tipo de actores también ha decidido flagelarse en la aplicación. En cinco años, el 90 % de las marcas ha aumentado su presupuesto de promoción en Instagram. "Empezó a estallar en Francia en 2017", explica Leïla Lévêque. "Cuando se dieron cuenta del poder de los influencers". ¿Los influencers? "Personalidades, conocidas o no, capaces de cambiar el comportamiento de compra de los seguidores con un post o una story en su cuenta". ¿Propaganda? "En absoluto". La responsable de la web influence condujo un estudio el año pasado para Argus de la Presse/Cision sobre el papel de los influencers ante los consumidores y las cifras son claras: el 75 % de los internautas ya han comprado al menos un producto tras haber visto o leído contenidos publicados por un influencer. "Sabemos que el 80 % de la gente en Instagram sigue a las marcas, el potencial es enorme", sostiene. "No tardaremos en ver a las empresas invertir mucho dinero en la web influence". Realmente esto ya pasa. Las empresas ya están preparadas para añadir ceros para procurarse los servicios de un influencer. Los datos de una start-up norteamericana indican que este tipo de prestaciones pueden alcanzar los 75 000 dólares por un post, mientras que otros estiman ya el mercado de la influencia en 10 mil millones de dólares en 2020.

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La cuenta de Instagram de Louis.

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Con sus decenas de miles de seguidores, Nina, Louis y Fabien han trabajado para marcas sin ninguna excepción. Con más o menos éxito o más o menos ganas. Para nuestros tres instagramers, el interés se resume a lo financiero y solo sirve para llegar a fin de mes. Pero ninguno reivindica el título de influencer. Fabien: "Es un trabajo. Y no respondo peticiones de ese tipo. Es una manera de comunicar que no es lo mío". Nina: "No me gusta decir que soy una influencer. Es peyorativo. Para mí, es un cartel publicitario, pero más barato que un cartel publicitario". En general, muy pocos instagramers —incluso los que tienen un gran número de seguidores— reivindican el término. Muy connotado, demasiado cliché, demasiado superficial. "Los influencers son un poco las nuevas estrellas de la tele-realidad", se atreve a decir Leïla Lévêque. "Nos burlamos muchísimo de la chica que posa en medio de la calle, pero la miramos en secreto. Es decir, le tenemos envidia". Para probarlo, la experta en web influence toma como ejemplo las relaciones profesionales que tiene con una generación que persigue una vida de goodies, de invitaciones y de alfombra roja. "Hay un verdadero proceso de 'estrellificación'. A veces, algunos que no tienen ni 200 seguidores me dicen que hable primero con su 'agente'", me confía entrecomillando con sus dedos.

"Ya no estamos en el pequeña círculo de Insta donde el objetivo era encontrar personas con los mismos intereses. Cuando me cruzo con otras personas en una presentación, solo hablamos de dinero. Y eso da asco. "

Nina, estudiante e instagramer.

Pero, ¿qué impacto tienen en la red social? Con su cuenta llamada Cocou les girls, Juliette se burla de las banalidades del mundo de la influencia. Y aunque hace reír a diario a sus 144 000 seguidores, la dirección que sigue Instagram no le gusta del todo. "Sinceramente, no tiene nada que ver con eso. No quiero que se convierta únicamente en un lugar donde los anuncios sean omnipresentes. Y en verdad, ya es el caso. No olvidemos para qué se creó este sitio: compartir fotos con los amigos". El problema de Nina es que hace mucho que eso ya no importa. "Aquí ya no se trata de compartir. Y en absoluto seguimos en el pequeño círculo de Insta donde el objetivo era encontrar a gente con los mismos intereses. Cuando me cruzo con otras personas en una presentación, las conversaciones tratan siempre de lo mismo: 'Ah, ¿has visto a esta?, como se ha puesto'. Solo hablamos de dinero. Y eso da asco". Según la joven, las marcas han ensuciado la red y un nuevo algoritmo que favorece más a los contenidos esponsorizados. Sea casualidad o no, los dos fundadores históricos de la red social, Kevin Systrom y Mike Krieger, anunciaron su dimisión hace dos semanas. Probablemente debido al desacuerdo con la dirección marcada por un tal Mark Zuckerberg.

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La cuenta de Instagram de Juliette.

Es difícil predecir lo que ocurrirá con la red social favorita de los jóvenes, si pronto su feed se parecerá más bien una sucesión de clichés o de anuncios camuflados o si habrá que pagar para que los seguidores reciban tus novedades. De todas maneras, ninguno de nuestros instagramers cuenta demasiadas historias sobre el futuro de Instagram. "Todo se mueve, todo evoluciona", filosofa Juliette en un email. "De momento, lo que funciona es Insta y eso es genial, pero mañana ¿podríamos volver a Myspace?". # instalol.

Este artículo se ha publicado en colaboración con Mes Datas et Moi. Con sus tests y experiencias en línea y su Observatorio, Mes Datas et Moi te ayuda a (re)hacerte cargo de tu identidad digital. Entonces tu cliques ?

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Story by

Matthieu Amaré

Je viens du sud de la France. J'aime les traditions. Mon père a été traumatisé par Séville 82 contre les Allemands au foot. J'ai du mal avec les Anglais au rugby. J'adore le jambon-beurre. Je n'ai jamais fait Erasmus. Autant vous dire que c'était mal barré. Et pourtant, je suis rédacteur en chef du meilleur magazine sur l'Europe du monde.

Translated from Instagram : l’appli qui a changé nos vies