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Rumanía: el amor en los tiempos de Internet

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Los adolescentes rumanos viven en una burbuja. Las relaciones empiezan y terminan en la red, por lo que pueden esconderse detrás de la pantalla de un smartphone cuando algo no va bien. Sin embargo, ¿dónde encontrar un verdadero refugio cuando la situación se pone seria? Escuchar la historias de quienes han sufrido por este motivo muestra la complejidad del asunto. 

"Nos conocimos cuando teníamos 12 años. Éramos unos niños", Alexandra Popescu, que ahora tiene 18 años, comienza así de cuidadosamente la historia de lo que podría haber sido un romance adolescente. Después de conocerse durante dos años, decidieron hacer su relación oficial. Alexandra entonces tenía 15 años y su nuevo novio, 18. Ella vivía en la capital de Rumanía, Bucarest, y él, en otra ciudad del país. Fue una relación a distancia, por lo que la comunicación constante a través de Facebook, Whatsapp y mensajes de texto se convirtió en algo crucial. 

"Unos meses después, comenzó a pedirme que le enviara fotos mías. Decía que me echaba de menos, que nadie las vería. Decía que confiara en él, que me quería", recuerda. Finalmente, Alexandra acabó por enviarle esas fotos, en las que aparecía desnuda. Confiaba en él, a fin de cuentas era su novio. "No era consciente de las consecuencias que podría tener, así que se las envié", admite la joven. Pero la situación pronto se torció. "Las cosas fueron bien hasta que quiso romper conmigo y comenzó a dejarse influenciar por sus amigos. Empezó a chantajearme diciendo que, si no teníamos relaciones sexuales, le enseñaría las fotos a todo el mundo", explica. 

Alexandra intentó ignorarlo, pero su novio la buscaba y le decía que, si se atrevía alguna vez a estar con alguien, la encontraría y la mataría. "Él no quería que volviéramos a estar juntos, pero no me permitía llevar otra vida". Por aquel entonces, Alexandra decidió no contarle a nadie por lo que estaba pasando. 

"Me enviaba mensajes a las tres de la mañana. No podía dormir y, como sabía que tenía las fotos, me imaginaba que las publicaba en las redes sociales... Sentía como si mi mundo entero se desmoronara. No tenía a nadie con quien hablar y siempre intentaba aparentar que todo iba bien. Sentía que estaba llevando una doble vida: delante de mis padres y mis amigos me reía y bromeaba, pero, cuando estaba sola, lloraba", cuenta Alexandra. Finalmente, su exnovio envió las fotos a sus amigos sin su consentimiento. 

Aunque todo esto fue hace tres años, Alexandra todavía recibe mensajes de esos amigos. "No me amenazan directamente, tienen miedo de hacerlo porque han visto que ahora soy más valiente, pero indirectamente me dicen cosas como 'estabas guapa en esas fotos'". 

El estigma del acoso virtual en Rumanía

En Estados Unidos y Reino Unido, cuando se habla de acoso virtual u hostigamiento a través de las nuevas tecnologías, se da a entender que puede ser una nueva forma de violencia doméstica. No solo se considera un delito grave, sino que además hay una gran cantidad de números de teléfono y grupos de ayuda a los que pueden acudir adolescentes como Alexandra. 

En Rumanía, donde la violencia doméstica (en el sentido clásico del término) es todavía un problema serio, el debate sobre el ciberacoso no suscita la atención que debería. Según una encuesta del INSCOP realizada en 2013, una mujer es agredida por su marido cada treinta segundos y tres de cada diez rumanas afirman haber sufrido acoso físico, verbal o psicológico a partir de los 15 años. 

A pesar de todo, la situación está mejorando. Un proyecto denominado In a Relationship de la fundación Friends for Friends ha publicado un informe que incluye testimonios de 1500 alumnos de secundaria de 80 ciudades de Rumanía. El proyecto indaga en cómo los adolescentes ven las relaciones y a qué realidades se enfrentan las parejas de entre 16 y 19 años. Aunque los representantes de la fundación afirman que el estudio no es una investigación sociológica, In a Relationship arroja un rayo de luz a un tema del que se habla muy poco en público: la violencia y el acoso virtual en las parejas adolescentes. 

Los resultados de la investigación muestran que dos de cada tres adolescentes han presenciado una escena de violencia física o verbal entre una pareja de su edad. El 32 % de las chicas y el 28 % de los chicos admite que su pareja ha leído sus mensajes en algún momento. Más de un tercio de los adolescentes entrevistados afirmó no sentirse molesto por ver su espacio personal invadido. Más de la mitad declaró que rompería con su pareja en caso de infidelidad. El 13 % de las chicas encuestadas admitió que pondría fin a su relación en caso de violencia física o acoso psicológico. En un mundo excesivamente digitalizado  y donde las relaciones empiezan y acaban en la red, ¿cómo se enfrentan los adolescentes al ciberacoso?

"El teléfono se ha convertido en una extensión del ser humano"

Alexandra sabía que podría haber ido a la policía a denunciarlo, pero esta opción no le pareció entonces una solución. "Era menor y habría tenido que involucrar a mis padres. Quizás ahora, si las cosas empeoran, se lo haría saber a la policía. Pero no estoy segura", explica. Según las leyes rumanas, una amenaza (definida como: "la acción de amenazar a una persona cometiendo un delito o una acción dirigida en contra de ella con poder intimidatorio", ed.) puede suponer una pena de cárcel de tres meses a un año o una cuantiosa multa. Sin embargo, la ley no afirma claramente que la amenaza de sacar a la luz fotos íntimas se incluya dentro de esta categoría. Por acoso, una persona puede ser condenada a una pena de prisión de tres a seis meses o a pagar una multa. Por chantaje, se impone una pena de cárcel de uno a cinco años. El acoso también puede incluir "llamadas telefónicas o mensajes que, por su frecuencia o contenido, intimiden a una persona", según la ley.

Anca Munteanu, asesora académica en la Universidad Técnica de Aviación Henri Coanda de Bucarest, define acoso como "cualquier comportamiento a través del cual una persona intenta controlar las acciones de otro individuo". Con él, se refiere a muchas formas de acoso: físico, emocional, sexual, financiero o social, pero el acoso virtual en las relaciones adolescentes actuales es distinto. "Como el teléfono se ha convertido en una especie de extensión del ser humano, el acoso digital ha hecho su aparición. Este incluye cualquier manifestación por la cual el agresor intente socavar la autoridad de la víctima o humillarla. El agresor trata de limitar o bloquear la comunicación de la víctima, le envía mensajes sexuales para convencerla de que haga lo mismo o persuadirla para tener relaciones sexuales. Controla las amistades de la víctima en Facebook, le envía mensajes amenazantes, la acosa en las redes sociales, se hace con sus contraseñas o la obliga a que se las proporcione", explica. 

En Rumanía, solo hay un asesor académico por cada 800 estudiantes. Si un alumno quiere hablar con él, necesita el consentimiento firmado por uno de sus progenitores o su tutor legal. 

¿A quién recurrir?

Lavinia Pupazan, profesora en el Colegio Nacional Spiru Haret de Targu Jiu, una ciudad industrial del sur de Rumanía, subraya el hecho de que los adolescentes no se sienten cómodos pidiendo consejo a los adultos (y mucho menos a sus padres) en situaciones como las de Alexandra. "Lo solucionan entre ellos. Cuando les he preguntado qué adulto podría ayudarlos cuando la situación se va de las manos, me han dicho que recurrirían a sus hermanos o hermanas mayores. Ninguno mencionó ni a sus padres ni a sus profesores. Ni pensar en el profesor". Anca ha tenido la misma experiencia que Lavinia y afirma que cuando los adolescentes tienen un problema "las primeras personas a las que recurren son sus amigos. Se basan en lo que han hecho ellos en situaciones similares y, por esa razón, sus decisiones carecen de fundamento". 

Eso es lo que hizo Mira, una chica de 17 años. Pidió consejo a sus amigas cuando se vio envuelta en una relación que describe como "tóxica". "Tenía 16 años y comencé a recibir mensajes con insultos tras rechazar una invitación y acabar con todo tipo de comunicación. Me pidió tener relaciones sexuales con él para olvidarse de una exnovia y sentirse mejor. Por supuesto, me opuse por la razón que era, pero también por otros motivos personales; de ahí que se enfadara y no haya vuelto a hablar con él desde entonces. Me envió mensajes por Facebook. No sabía de lo que era capaz y durante un tiempo estuve asustada por lo que pudiera hacer". 

Historias como la de Mira son muy normales entre los usuarios del programa de asesoramiento Orda de Net, gestionado por la ONG Save the Children Romania. Se trata de un proyecto que existe en Rumanía desde 2009 y que se inició en Europa en 1999. Su coordinador, Ovidiu Majina, cuenta que el objetivo principal es crear un entorno más seguro en Internet para los niños. Los voluntarios responden llamadas de teléfono o mensajes a través de las redes sociales para aconsejar a los niños y adolescentes sobre cualquier problema relacionado con Internet en el que estén inmersos, no solo relacionado con temas sentimentales. Los voluntarios no piden más información que el relato de la historia a la persona que llama, la cual no tiene ni que especificar su edad. "La edad media es de entre 12 y 16 años, según nos dicen aquellos que deliberadamente la mencionan. Las peores situaciones provienen de las áreas rurales", afirma Ovidiu. Hasta ahora, se han registrado alrededor de 4500 casos en Orda de Net, de los cuales unos 2700 eran de adolescentes. Para los adolescentes en situaciones de acoso digital, el programa les permite de algún modo tener un aliado. 

"Los adolescentes viven en una burbuja"

La característica primordial de la tecnología, según la psicóloga Stefania Coman, es que nos da opciones que normalmente no tenemos en la comunicación cara a cara. Es por esta razón por la que, según ella, las nuevas tecnologías son tan populares entre los adolescentes. Bloqueando o borrando a la gente con la que ya no quieren tener contacto, los jóvenes "no viven el lado negativo de las cosas tan intensamente". Es una manera de evitar la confrontación, pero representa un terreno resbaladizo. "Alguien va y te dice: 'Eres feo y vistes mal'. Ante esta situación, una persona puede fácilmente bloquear a alguien. Desecha aquello con lo que no está de acuerdo y solo conserva la parte buena, la que le gusta... Un adolescente vive en una burbuja, en una versión simplificada de la vida, y solo se queda con aquello que le conviene". 

Además, Stefania entiende lo fácil que es para los adolescentes acudir a Facebook para sentirse cómodos: "Facebook siempre está ahí, fingiendo interés. Cada vez que accedes a él, te pregunta qué estás pensando, qué aficiones tienes, qué te hace feliz. Son preguntas que muchos padres no hacen. De ahí la reticencia de los adolescentes a recurrir a sus padres en momentos de desesperación relacionados con el acoso virtual". 

Después de su experiencia con la publicación de sus fotos íntimas, Alexandra es consciente del aislamiento que pueden provocar las redes sociales. "Olvidamos vivir la realidad, sentir plenamente", explica. "Estamos más preocupados por subir fotos. Las parejas luchan por los 'me gusta', por cosas que no son reales, que verdaderamente no importan nada". Lo que le ocurrió a Alexandra cambió su perspectiva drásticamente. "Puede sonar raro decir que, hasta cierto punto, estoy feliz de que me ocurrieran esas cosas porque me deshice de la gente innecesaria en mi vida y aprendí a llegar a conocer a las personas mejor. Ahora tengo los pies en el suelo".

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Este proyecto forma parte del programa Superscripts / Avon Scholarships sobre violencia doméstica. El programa es una colaboración entre Friends For Friends Foundation y Avon Romania.

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Translated from Romania: Teenage romance in a digital era