Inmigrantes indocumentados en París: entre la espada y la pared
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cecilia cardenasMuchos inmigrantes perciben París como una suerte de paraíso. Después de largos y arduos viajes, los inmigrantes consiguen llegar desde Marruecos y Túnez con grandes esperanzas de un futuro mejor. Pero ¿cuál es la realidad que los espera cuando llegan sin documentos, sin empleo y sin una adecuada red de contención?
En el metro de París, los rostros cambian continuamente como en un carrusel multi-étnico. Franceses, africanos, árabes, indios, chinos... diferentes idiomas y diferentes antecedentes: es como cambiar de canales en el televisor. Francia es verdaderamente una de las capitales multi-culturales del mundo.
"Francia ya no es para los franceses" afirma la Sra. Leroy, una francesa, madre de una niña de dos años de cabello oscuro, "somos minoría en nuestro propio país". Algunos franceses piensan que están "perdiendo" su identidad frente a la gran cantidad de inmigrantes que llegan al país, especialmente desde el mundo árabe.
Arbi, 27 años, de Argelia, mientras admiramos París desde lo alto de Montmartre, me cuenta acerca de la primera vez que vino a Francia: "Pensé que iba a encontrar el paraíso aquí, solíamos imaginar Francia como la Tierra prometida, la tierra de los sueños, pero resultó ser una pesadilla". Arbi ahora trabaja como guardia de seguridad en una tienda en los Campos Elíseos. "Llegué aquí cuando tenía 22. Abandoné la escuela a temprana edad para convertirme en el sostén de mi familia, mi madre y mis nueve hermanas. Ganaba 20 dinares algerinos (1.85 euros) por día y no era suficiente". Con una sonrisa en su rostro, Arbi me habla acerca de su novia francesa: "Ella era la única que conocía mi verdad y me amaba como soy. Ella considera mis sueños como si fueran suyos y eso es lo que adoro de ella". En 2001, Arbi fue condenado por conducir en estado de ebriedad y atacar a un oficial de policía, por lo que escapó ilegalmente a España, y luego volvió a Francia. "Ahora todo es legal conmigo ¡pero quiero volver a mi Argelia!" agrega Arbi. "Amo Francia , pero esta no es forma de vivir. No elegí estar aquí, lo hicieron las circunstancias".
En un restaurante tunecino, me siento en la terraza con Nader, 18 años, de Marruecos. Nader vino a Francia hace cuatro meses con un amigo de 20 años a tratar de ganarse un lugar en la tierra de los sueños. "Mi amigo y yo estamos siempre moviéndonos" dice Nader, mientras mira una foto de su madre que tiene en sus manos. "Somos como una ráfaga, corriendo para todos lados, haciendo de todo, tratando de sobrevivir, igual que el resto de los árabes aquí, los que tienen papeles y los que no". Nader y otros jóvenes marroquíes cruzaron el Mediterráneo ilegalmente hacia España y luego a Francia y a otros países de la UE. "Pagamos más de $1,000 por el corto y peligroso cruce del Estrecho de Gibraltar", relata Nader. El bote, que, según dice Nader, transportaba más de 40 personas, se hundió en aguas cercanas al Estrecho de Gibraltar. "Algunos logramos llegar a la costa, algunos murieron y otros continúan desaparecidos".
Nader pasó algunos días en la calle hasta que un hombre de Túnez le dio albergue y un trabajo en su restaurante, pese a que sabe que no tiene papeles y que si las autoridades francesas lo descubren pueden clausurar su local. "Nunca me he sentido seguro desde que llegué aquí, pero Abdel Majid, mi jefe, me trata como a un hijo. No creo que vaya a permanecer mucho tiempo en Francia, esta no es la vida que vine a buscar". Hace tres años, el padre de Nader falleció de cáncer y su madre era ama de casa. Durante más de un año, estuvo buscando trabajo. Su madre también buscaba, pero ninguno de los dos tuvo éxito. Antes de la muerte de su padre, la familia disfrutaba un estilo de vida relajado y placentero. Pasar un período de 24 meses sin ingresos resultaron ser devastadores para Nader y su familia. Desesperado, Nader vino a Francia de manera ilegal. Se seca las lágrimas con las puntas de los dedos, exhala lentamente y continúa: "La gente dice que siempre hay otras opcione para terminar diciendo, “pero yo no pude encontrar ninguna."
Muchos árabes que entran en Francia ilegalmente se ven atrapados aquí. Incapaces de trabajar, buscan ayuda del Ministerio del Interior para volver a su país. Todos solían pensar que se trataba de un viaje de ida sin posibilidad de mirar atrás. Para algunos el sueño europeo simplemente no funcionó. Desalentados y desanimados, vuelven a casa. Hablé con Saber, un tunecino-francés, de 35 años, que llegó a Francia en 2000 en forma ilegal. "Dejé Túnez en 1998 y me fui a Lampedusa. Mi primer destino era Italia; pensaba que iba a poder quedarme ahí y como la mayoría de los inmigrantes indocumentados, comencé una carrera vendiendo drogas. Hace unos meses dejé de hacerlo, no era lo que quería hacer. Entonces me fui de Italia y vine a Francia, donde conocí a mi esposa, Radhia, una algeriana de 34 años". Ahora la situación de Saber en Francia es legal, obtuvo la nacionalidad francesa 2 años atrás. "La nacionalidad francesa me permite gozar de derechos que los inmigrantes nunca disfrutaron, especialmente ahora que tengo dos hijos, Mohamed y Ferdaws y que tengo un buen empleo".
ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DE UNA EDICIÓN ESPECIAL SOBRE PARÍS Y HA SIDO REALIZADO DENTRO DEL MARCO DEL PROYECTO "EUROMED REPORTER", INICIADO POR CAFÉBABEL EN COLABORACIÓN CON I-WATCH, SEARCH FOR COMMON GROUND Y LA FUNDACIÓN ANNA LINDH.
Translated from Illegal Immigrants in Paris - Between a Rock and a Hard Place