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Impresiones de un recién llegado a Palestina

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Lifestyle

Renaud Arents, un trabajador social de 30 años que vive y trabaja en España desde hace seis años, es voluntario en Nablus (Palestina), gracias al Programa Erasmus+ de la Comisión Europea. Renaud compartirá semanalmente en Cafébabel sus pensamientos y experiencias del voluntariado y la vida en Palestina.

Llegada a Tel Aviv (Israel)

Siempre he creído que la primera frase de un artículo es crucial. Se supone que debe intrigar, sugerir, provocar un debate o presentar un problema. Todavía no he decidido cuál será la primera frase de esta aventura, pero estoy seguro de que muy pronto se me ocurrirá alguna.

Tengo que admitir que gasté más dinero en Tel Aviv del que me esperaba. Esta ciudad puede ser bastante cara si no tienes cuidado, en especial cuando tienes en cuenta que, dado que es imposible entender el hebreo escrito, puede que no te informes bien sobre algunos precios. El idioma es una de las muchas cosas que me chocan de por  aquí.

Recuerdo cuando viajé a Estados Unidos por primera vez y me sorprendí de los coches: por su tamaño y su forma; o cuando llegué a Polonia y sentí el viento helado traspasar mi piel y calarme hasta los huesos; o en México, donde me di cuenta de lo amable que allí es la gente; en Tel Aviv, los carteles escritos en hebreo son lo "sorprendente". Sin ellos, me puedo imaginar a mí mismo en cualquier ciudad europea de la costa del Mediterráneo.                                                                                                                                                                                                                       Aquí, cuando caminas por el paseo marítimo, te sientas en un banco, disfrutas del sol un precioso sábado (Sabbath) y miras y escuchas a la gente, descubres que esta ciudad es una mezcla de nacionalidades y lenguas: francés, inglés, español, árabe, hebreo, ruso, etíope, etc. Sí, algunas personas de distintas partes del mundo son bienvenidas aquí y es genial...Para algunas personas.       

Rápidamente, uno puedo interpretar esto como una sociedad intercultural, pero, si miras con más detalle, descubrirás grandes diferencias socioeconómicas entre los diferentes grupos étnicos. ¿Un ejemplo? No puedo evitar observar que los trabajos que nadie quiere hacer son realizados, en su mayoría, por gente que pertenece a la comunidad etíope. A nivel general, basándome en lo que he visto, Tel Aviv es básicamente muy comparable a cualquier ciudad occidental y americanizada. En otras palabras: "trabaja, disfruta de la libertad que te damos y piensa solo lo suficiente para que no te olvides de consumir".             

A medida que continúo mi paseo y me dirijo al antiguo Puerto de Jaffa, me pregunto: "¿Aquí nadie sabe lo que realmente está pasando en las fronteras de esta burbuja?". Sin embargo, la pregunta, en sí misma, es absurda. Esta vida es un paraíso artificial, una burbuja de ignorancia muy cómoda siempre y cuando no sepas la verdad.

De vuelta al hostal, veo a una mujer con patines tirada en el medio del paseo. Se había caído y probablemente se había hecho daño, pero como ya había sido atendida, seguí caminando. En ese momento, escucho las sirenas acercándose y un pensamiento me golpea: no he visto a un solo policía o soldado desde que llegué a la ciudad, excepto al que me retuvo durante una hora en el aeropuerto. ¿No estaba esta nación bajo constante amenaza?

El cruce entre Israel y Palestina

La estación de autobuses central en Tel Aviv es enorme: tiene hasta siete plantas diferentes. La mochila que llevo contiene demasiada ropa y no es práctico ir cargado con mi guitarra a todas partes. Sin embargo, sé que la necesitaré y que queda bien e incluso guay. Al menos es mucho más guay que las ametralladoras que llevan todo el tiempo los soldados de 20 años, tanto chicos como chicas, que están entrenando. He visto alrededor de 200 de ellos en los 10 minutos que me llevó encontrar el autobús que iba a la antigua ciudad, Jerusalén.

Estoy sentado en la primera fila del autobús porque quiero ser testigo de todo lo que pueda, aunque no hay mucho que ver. Esta tierra vasta, verde, fértil y preciosa se asemeja a una obra de construcción enorme. Parece que es parte de uno de esos juegos de ordenador (God-games),  en los que tienes que construir tu propia civilización para más tarde estropearla y empezar a construir lo que sea donde sea de forma compulsiva, loca e incoherente. Este paisaje da la impresión de estar fuera de control, hay demasiados edificios, demasiados coches, demasiadas carreteras y demasiada gente. El autobús se acerca a la periferia de Jerusalén y entramos de lleno en un atasco. Debido al aburrimiento más absoluto, el conductor decide subir el volumen de la radio. Es difícil de entender pero me imagino que lo que escucho son las noticias. Las palabras que sí entiendo son Obama, Israel, terrorista, yihadista y palestinos. Al final, antes de la canción publicitaria, oigo Whitney Houston. Extraño. Una vez llegamos, me dirijo a la estación árabe de autobuses, cerca de la Puerta de Damasco.

Ya en el autobús, echo un vistazo a los otros pasajeros y me doy cuenta de que por fin estoy a punto de salir de la burbuja. Cinco minutos después, el conductor grita yallah y ya estamos de camino a la ciudad palestina de Ramala, en Cisjordania. Sé que tendré oportunidad de visitar Jerusalén más adelante. De repente, mientras estamos saliendo de Jerusalén, el viaje cambia.

Al fin lo veo: ahí está, es gigante, alto, largo, absurdo, feo, inhumano e inútil. Es "El Muro" que separa ambos territorios. Llegar a las enormes puertas de hierro lleva su tiempo pero afortunadamente hoy están abiertas y las atravesamos. Estoy aquí, en Palestina. De una forma u otra, siento como si siempre hubiera estado aquí y pienso: Je suis Palestine (soy palestino, en francés. Ramala es el centro para todas las instituciones palestinas, así como de la mayoría de las sedes de las organizaciones internacionales.

Me subo a mi último autobús y me sumerjo en el territorio palestino. El número de escuelas que la ONU ha implementado aumenta por kilómetros y, a lo largo de la carretera, hay carteles que especifican que estas carreteras se construyeron gracias al "Programa de Ayuda Estadounidense". Me pregunto por qué.                                                                                                                                                                                                El autobús se acerca a la ciudad de Nablus. A medida que nos dirigimos al centro de la ciudad, pasamos el Campamento de Refugiados de Balata. En la ciudad me dicen que hay una autopista que te lleva de Tel Aviv a Nablus, mi último destino, en tan solo media hora. Esta autopista solo la pueden utilizar los ciudadanos israelíes o las personas con pasaportes extranjeros que deseen usarla. Me lleva cuatro horas llegar allí, desde donde seguiré contando mi experiencia en Palestina. 

Story by

Translated from Impressions from Palestine: the arrival