¡Hablemos ya de federalismo!
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El poder europeo se reparte entre grandes capitales, Estados y Unión Europea. ¿Es Europa un fin en si mismo? No. El fin es una declaración formal de derechos individuales y colectivos y un edificio de Estados en equilibrio.
Alguien podría pensar que los Estados son los malos de la película, pero está claro que la actual Unión Europea no es el D’Artagnan postmoderno. En realidad, entre el poder europeo y los parlamentos nacionales existe hoy una relación cuasi-jerárquica. A través de directivas y reglamentos, el poder europeo transforma a los Estados en meras marionetas administrativas y diluye la accountability (rendición de cuentas), determinando la regulación y colocando la implementación en los parlamentos y las administraciones estatales.
De hecho, los Estados han aceptado este modelo a través de los acuerdos comunitarios pero ahora y siempre este modelo vulnera la separación de poderes y los valores constitucionales pluralistas: el Consejo de ministros concentra el ejecutivo y el legislativo y éste se organiza según la lógica estatal. Sin embrago, y aunque parezca contradictorio, el poder europeo no es autónomo ni representa directamente a la ciudadanía europea, sino que está muy mediatizado por los Estados.
VENDRÍA BIEN ALGO DE ORDEN
Si hablamos del poder y de su distribución, hay que detenerse un momento en los Estados Unidos. Uno de sus grandes éxitos es su sistema constitucional, pluralista y federal. Éste se basa en dos pilares claves: la unidad nacional a través de la coparticipación territorial (con el Senado) y la soberanía dual, que supone un freno a la absorción de competencias legislativas de los Estados por parte de Washington. Así, se evita la capacidad del legislativo federal de ordenar al parlamento estatal y a sus administraciones.
Si en el futuro esta soberanía dual se importa en Europa, la Administración europea se desplegará por el territorio de los Estados y, sobretodo, conducirá a una diferenciación clara de las dos esferas de poder. Este modelo reforzaría dualmente tanto el poder europeo como el de los Estados.
De hecho, con las transformaciones constitucionales y la ampliación, los Estados ya no controlan como antaño el poder europeo. Por ejemplo, hasta hoy los Estados de la UE han tenido el monopolio de aplicar en su interior el derecho europeo sin que pueda inmiscuirse una Administración supranacional europea, y esto radica en que originariamente el Tratado de Roma se veía como un Tratado internacional por el que el sujeto principal eran los Estados y no el producto de la integración de éstos.
UN FEDERALISMO PARA Y CON LOS CIUDADANOS
En EEUU, la doctrina de la soberanía dual no se construye principalmente para proteger los derechos y la autonomía de los Estados, sino los de los ciudadanos. Sin embargo, profundizar sobre el federalismo en Europano es fácil. En las últimas elecciones al Parlamento Europeo ha quedado patente el desprecio de los partidos políticos hacia la lógica integracionista europea. Asimismo, la participación ha registrado mínimos históricos y se han destacado los partidos antieuropeístas. De hecho, si aplicásemos un verdadero federalismo en todas las esferas, también en la económica, las “national Champions” –o empresas transnacionales europeas- se pondrían totalmente en contra.
Para los ciudadanos, el federalismo(también el económico) es nuestro futuro. Necesitamos un sistema de contrapesos que nos ayude a identificar claramente el responsable de cada política en cada nivel de gobierno, que nos proteja contra la tiranía y que a la vez sea flexible a los cambios. El federalismo es una filosofía política que se adapta a todos los contextos siempre que haya dos requisitos: la búsqueda de la unidad y el respeto por la autonomía e interés legítimo de las comunidades diferenciadas. Es la manera de fortalecer a Europa y también a los Estados, impidiendo paternalismos de unos Estados para con otros, elitismos como los que se ciernen sobre la UE con la posibilidad de las dos velocidades, centralismo y desequilibrio socioeconómico, así como desprecio por las comunidades estatales periféricas.
Con transparencia y honestidad podremos mejorar nuestras sociedades en tanto que su cohesión aumentará. Pero para ello también será necesario una democratización de las estructuras: debemos corresponsabilizarnos de las políticas que nos influyen y crear una nueva administración deliberativa, realmente democrática, porque la democracia parlamentaria tal y como la conocemos está en las últimas. Un federalismo plurinacional y la repolitización de la administración pública son dos pasos necesarios.
En fin, estas son algunas reflexiones sobre las que la mayoría debería debatir y aún no lo hace. Pero la eurogeneración está en ello y ya se empieza a vislumbrar arena debajo los adoquines... Hablemos ya de federalismo.