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Georg Siebeck: No queremos interponernos en el camino de la era digital

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Cultura

El editor Georg Siebeck explica por qué el nuevo Derecho alemán de autor amenaza la existencia de las editoriales científicas.

A pesar de las protestas de los editores, el gobierno federal quiere que los derechos de autor en Alemania se adapten a la era digital. Hace ya tres años, se introdujo el nuevo artículo 52.a en la ley sobre derechos de autor, que permite la reproducción digital de obras a un limitado círculo de personas. En esta cuestión, es lógico pensar sobre todo en la enseñanza en escuelas e institutos. Por otra parte, el gobierno federal quiere permitir a las bibliotecas digitalizar todos los libros para ponerlos a disposición en sus ordenadores.

Las editoriales científicas alemanas han protestado contra esta nueva legislación, ya que temen importantes pérdidas en su negocio. Georg Siebeck, jefe de la editorial de humanidades Mohr Siebeck y portavoz de la iniciativa “Verlage und Wissenschaftler für ein faires Urheberrecht” (editoriales y científicos por unos derechos de autor justos), nos aclara el porqué.

¿Por qué se sienten las editoriales científicas amenazadas por los nuevos derechos de autor?

Mediante el artículo 52.a, por ejemplo, un profesor universitario puede digitalizar un capítulo concreto de un libro de texto y colgarlo en un espacio de Intranet como material para sus estudiantes o para sus colegas de investigación de todo el mundo. El legislador no ha obligado a nadie a registrar e informar sobre esa utilización.

Usted critica también el nuevo artículo 52.b, que prevé que el lector de los libros de una biblioteca pueda examinarlos de forma digital.

Nosotros hemos apoyado esto en un primer momento, para reforzar el papel de las bibliotecas. Pero insistimos en el compromiso sobre sus existencias: las bibliotecas deben digitalizar sólo los libros que poseen. Además, queremos que sólo sean posibles tantos accesos como número de libros disponibles. Cuando la biblioteca sólo dispone de un ejemplar, sólo podrá tener abierto acceso a un ejemplar. El legislador ha pasado por alto ambas cuestiones.

Las modificaciones del gobierno federal sobre los derechos de autor tienen su origen en una directiva europea. ¿No debería antes quejarse ante la Comisión Europea?

Eso ya lo hemos hecho, y la Comisión nos ha respondido que no está muy satisfecha sobre la transposición de la directiva, ya que consideran que los alemanes hemos ido demasiado lejos. Pero se nos indica que las negociaciones continúan. Yo creo que Bruselas va a anular la ley si no se retoma la cuestión del compromiso sobre las existencias.

¿Qué teme usted concretamente en su editorial? Usted invierte mucho dinero en un libro, venden un ejemplar y, entonces, ¿es digitalizado?

El peor de los escenarios es todavía mucho más negativo: nosotros tenemos que entregar de forma obligatoria ejemplares gratuitos no sólo a la Biblioteca Nacional, sino también a las bibliotecas de los Estados federales. Estos ejemplares podrían entonces digitalizarse y pasarse de biblioteca a biblioteca. Si esto se llevara a la práctica, tendríamos que cerrar el negocio.

La gente debe saber además que esta ley nos afecta de forma muy dura a las editoriales científicas. Una novela se lee de otra manera, es un placer, lo mismo pasa con las revistas de divulgación. En los libros científicos el contenido juega un papel muy importante, ya que no se leen desde la primera hasta la última página, sino que sólo se consultan a trozos, se comprueban sólo las citas.

Pero precisamente por esa razón van los estudiantes a las bibliotecas científias…

Sí, pero si en el futuro, un estudiante puede buscar una cita digital, eso toma ya otro cariz. Tampoco, dicho sea de paso, están las bibliotecas sumamente entusiasmadas. En primer lugar se les presentará esta nueva ley en bandeja de plata, y como respuesta se les limitarán los medios para nuevas adquisiciones. Por otra parte, las universidades se ven amenazadas, ya que temen que la gente no irá más a las bibliotecas a leer libros.

Hasta ahora, las nuevas posibilidades parecen en todo caso estar siendo poco aprovechadas...

Se utilizarán pronto, lo único que no sabemos es cuánto. Por el momento, los derechos de autor son como un barril al que poco a poco se van haciendo pequeños agujeros. Al final se vaciará. El autor no podrá decidir entonces de qué forma empleará y comercializará su trabajo. El privarle poco a poco de ese derecho mediante leyes supone una expropiación latente. Si esto continúa adelante, acabará con nuestra existencia.

También los grandes motores de búsqueda en Internet tienen en el punto de mira al mercado editorial. Desde septiembre pueden bajarse a través de Google Books libros completos, cuyos derechos de autor han caducado. ¿Cómo deben reaccionar sobre ello las editoriales?

Google hace esto sin preguntar tampoco por las obras protegidas, ofreciendo sólo a las editoriales la posibilidad del "opting out", es decir, de oponerse activamente para que no se vuelque el contenido de un libro protegido en el programa de Google. Sobre esto hay que negociar duro. Además, la asociación nacional de editores de Alemania ha reaccionado sobre este desafío. Uno de sus mayores proyectos es el de “Búsqueda total de textos on line”. Hasta el año próximo, los libros de las editoriales alemanas han debido poder registrarse electrónicamente y ser accesibles para los grandes buscadores.

¿Cómo ve un editor el modelo de negocio editorial en el futuro?

Para los libros de texto es previsible que las universidades adquieran licencias para el Campus, cuyo número se limitará al número de estudiantes de cada asignatura. Para los libros de enseñanza habrá cada vez más gente que quiera leer un determinado libro, y para los cuales tendremos que seguir imprimiendo. En cualquier caso, tenemos que cuidar a medio plazo que con nuestras ofertas digitales no le hagamos el hara kiri a las ediciones impresas. Por eso es tan importante el compromiso sobre existencias.

Nosotros no queremos interponernos en el camino de la era digital, las ventajas de los buscadores electrónicos son demasiado grandes, y por otra parte, nuestra función es, a fin de cuentas, proporcionar a la ciencia información útil, no ocultarla.

Translated from „Wir wollen uns dem Digitalzeitalter nicht in den Weg stellen“