Fútbol, el mayor crimen de Inglaterra
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El deporte rey levanta pasiones: del amor al odio solo hay un paso y la indiferencia es un imposible
“Cien mil años de desarrollo de la inteligencia humana no pueden finalizar así”. Así de rotundos se muestran los autores de la reivindicativa página nodo50.com, que incluye un manifiesto de la liga antifútbol: “No al fútbol. No al aburrimiento. Dos pelotas mejor que una”. Si ponemos hate football (osea, odio el fútbol en inglés) en google encontramos varias páginas que ofrecen apoyo psicológico a los antifutboleros, que parecen haber encontrado en Internet la vía para expresar su desacuerdo con los adoradores de la pelota. Encontrar asociaciones y organizaciones antifútbol fuera del ciber espacio no es tan fácil, quizá porque para luchar contra el deporte de masas es necesario seguirlo de cerca, es decir, meter al enemigo en casa.
El enemigo omnipresente
Es por ello quizá más fácil pasar del fútbol que combatirlo abiertamente. Pero, ¿es posible evitar el fútbol? El fin de semana, desde luego que no. Cualquier radio, televisión, página de correo web o periódico muestra en titulares las últimas novedades futbolísticas: resultados, alineaciones, fichajes, dimisiones, lesiones… La tecnología ayuda en este utópico objetivo de aislarse del fútbol y compañía, sobre todo los auriculares. No hace demasiados años que en la playa, en la calle, en los parques, en cualquier sitio, podíamos encontrarnos al Futbolero (con mayúsculas) con el transistor pegado a la oreja, haciendo alardes de una sordera evidente: a diez kilómetros a la redonda todo el mundo podía escuchar el partido del domingo, compartido, a la fuerza, por El Futbolero con propios y extraños al grito de "¡Gooooooooooooooooooooooool!"
"El fútbol es popular porque la estupidez es popular"
El antifutbolero Juan Ensucho aporta en su blog multitud de argumentos para que la gente abandone este “vergonzoso” –dice- hábito. Agradece al deporte rey la oportunidad de realizar otras actividades más mundanas con las mujeres abandonadas en tiempo del partido por los aburridos futboleros y finaliza defendiendo una cruzada mundial contra el balón, para lo que propone pinchar todos y cada uno de los que existen, afirmando que era el sueño dorado de uno de los mejores escritores en lengua castellana: el argentino Jorge Luis Borges. Tenía que ser Borges precisamente quien dejara los argumentos “macho”, relativos a las pelotas, y nos explicara que “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”. Tampoco se cortaba al declarar que: “el fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra”.
No todo es tan malo
Pero el fútbol no es igual en todas partes. Aquí es distracción, pero en África y otros países del Tercer Mundo es esperanza, el instrumento que permite pensar a miles de personas lo que defienden los altermundialistas: “otro mundo es posible”. En el emotivo libro de la escritora africana Fatou Diome En un lugar del Atlántico (Lumen, 2004), conocemos a unos jóvenes senegaleses sin esperanza que aspiran a convertirse en futbolistas de éxito para integrarse en equipos europeos. Un sueño que, en ocasiones, se convierte en amarga y humillante pesadilla, cargada de desesperación y explotación.
Estamos de acuerdo con Borges en que el fútbol no es cuestión de pelotas. En el fascinante y enigmático Irán las mujeres han desarrollado varias acciones y movimientos para conseguir autorización para jugar y también para acudir a los estadios de fútbol y ver los partidos de los equipos masculinos. Quizá el genial Abbas Kiarostami realice una película supuestamente absurda, pretendidamente desenfocada, sobre las mujeres iraníes y el fútbol, todo un símbolo de la proximidad de las culturas en este mundo globalizado.
Y es que, también con el fútbol, la prohibición genera reivindicación. Y la imposición, rebelión.