Farmacéuticas: nuevos Estados
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La actitud mercantil de las empresas farmacéuticas, con la alemana Bayer a la cabeza, pone en peligro la seguridad de los Estados. Las multinacionales deben elegir, ética o beneficio.
Los Estados no son los únicos actores en un mundo cada vez más globalizado. Las multinacionales, como se vio en la Cumbre de Johannesburg sobre el Desarrollo Sostenible, interpretan un papel fundamental en la esfera internacional. Es el caso de las empresas Farmacéuticas.
Cuando pensamos en la seguridad de los Estados nos viene a la cabeza la imagen de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, existen situaciones en las que éstas no pueden desarrollar la menor función de protección, entran en juego elementos que se escapan a su control, pero no al control de otros actores internacionales. Hablamos de epidemias y enfermedades infecciosas, que sin ningún tipo de dudas, afectan a la seguridad nacional e internacional (como enunció Butros Butros Ghali en su "Agenda for Peace") y de las grandes industrias farmacéuticas, que con las patentes en la mano se niegan a intervenir (sin precio "razonable").
La dictadura de las patentes
En Europa el problema no alcanza las enormes dimensiones del tercer mundo. La falta de recursos financieros de sus Estados les lleva a situaciones de frecuente inseguridad, que tienen su expresión más cruda en el caso de enfermedades como el SIDA o la lepra. Frente a ello, los beneficios de las principales multinacionales, Bayer (Alemania), Novartis (Suiza), Merck (EEUU), Pzifer (EEUU), Roche (Suiza) y Glaxo (Reino Unido), sumaron 517000 millones de dólares en 2002 .
Nuestros sistemas sanitarios están en lucha con la industria farmacéutica para lograr la producción de medicamentos genéricos que permitan reducir los costes. En países como Namibia, uno de los más ricos de África del Sur, no dejan de aumentar los casos de SIDA. A pesar de que las farmacéuticas venden sus productos patentados a precios muy inferiores, éstos siguen siendo inalcanzables para la población. Patente en mano no es posible producir medicamentos antirretrovirales de coste infinitamente menor a los que podrían acceder la mayoría de los afectados en esos países. En Africa hay 24,5 millones de afectados por el SIDA/VIH, el 71% de la población mundial afectada. Se ven sujetos a una doble "tiranía industrial": las farmacéuticas que en ningún caso renunciarán a los beneficios y el aumento del trafico de productos de imitación. Las redes de tráfico ilegal venden cada vez más en el tercer mundo medicamentos que no son tales. Cápsulas llenas de azúcar que se suponen van a bajar la fiebre de los niños o aliviar los dolores están a la orden del día y, en muchos casos, producen la muerte de quien los toma pensando que son auténticas.
¿Etica o beneficio?
En palabras de la Directora de la OMS “la salud y los intereses de la propiedad son irreconciliables”. Uno de los casos más llamativos es el de la empresa alemana Bayer una de las empresas farmacéuticas con mayores beneficios del mundo (25 corporaciones copan el 50% del total de ventas de fármacos, porcentaje que se eleva al 60% u 80% en los segmentos más rentables). Una empresa comprometida con el desarrollo sostenible. Bayer tiene proyectos en varios países, relacionados con el cambio climático y la contaminación del aire, programas contra el racismo, de reconstrucción, etc. Pero es curioso que no tenga programas de acceso a los medicamentos de los que más los necesitan, cuando su actividad es la producción de éstos. Se ha acusado a Bayer de vender medicamentos inseguros al tercer mundo en la década de los 80, mientras en Europa y EEUU vendían otros más avanzados. Sólo en Hong Kong y Taiwan, más de 100 hemofílicos contrajeron el virus VIH por consumir productos inseguros (Factor VIII). Bayer ha acabado pagando a los afectados la suma de 600 millones de dólares en concepto de indemnización después de años de juicios.
En efecto, el tercer mundo reclama un trato diferente. Los TRIPS, acuerdos internacionales relacionados con el Derecho de Patentes, garantizan 20 años de patente para las medicinas. Ya en DOHA se clamó por una modificación o, por lo menos, una relajación de estos acuerdos. Mientras que los fármacos antiguos están libres de patente, las nuevas medicinas están sujetas a protección y a precios inalcanzables para los países en vías de desarrollo e incluso para países desarrollados. Tras el 11 de septiembre, los EEUU no dudaron en amenazar a Bayer con producir ellos mismos el Cipro, tratamiento antibiótico patentado contra el ántrax, por el elevado precio al que la farmacéutica quería venderlo. Al fin, se negoció el precio a la baja, pero para el consumidor final una tableta costaba más de 4 dólares. Para el bolsillo americano 4$ no es mucho, pero si lo trasladamos por ejemplo a Cuba (donde el salario medio mensual es de 10$) supone casi la mitad del sueldo.
A pesar de ello seguimos escuchando las mismas palabras, esta vez en boca de Harvey Bale, Director General de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Farmacéuticos: "Necesitamos que se proteja el derecho a la propiedad intelectual en todo el mundo, no necesariamente en países pobres, (...) pero en países con rentas medias y altas, en vías de desarrollo o desarrollados este tipo de protección de la propiedad intelectual es absolutamente esencial para la industria".