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Fantasmas del pasado en Alemania

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Política

Alemania comienza a examinar su historia sin despegarse de su propio pasado, entre un nuevo nacionalismo y una recobrada confianza en sí misma.

¿Puede Alemania desprenderse de las huellas del Tercer Reich? Cabe preguntarse si se han analizado detenidamente los debates públicos de años atrás en este país.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la imagen de Alemania se ha creado a partir de la experiencia del Nacionalsocialismo y de las constantes discusiones a raíz de él. Sin duda, sellos de la identidad federal alemana es la llamada constante –con la consecuente negativa– a la crítica y a menudo atormentadora autorreflexión.

Un nuevo estilo

Con la llegada de la coalición rojiverde al Gobierno en 1998, esta situación se transforma, ya que para la generación de Gerhard Schröder y Joschka Fischer, el acontecimiento político clave tiene lugar en 1968 y no en 1933. Con la caída del muro de Berlín se supera la división alemana y se pone fin a la Guerra Fría, sean cuales sean las consecuencias directas de la Segunda Guerra Mundial.

El traslado de la sede del Gobierno desde Bonn a Berlín fue el primer paso para la República de Berlín. Dicha República, según palabras de Richard Mohr, redactor de la revista alemana Der Spiegel, en su obra Das Deutschlandgefühl (El sentimiento alemán), "debe ser soberana y caminar hacia el futuro sin querer demostrar su superioridad y sin anclarse en el pasado".

De hecho, la coalición rojiverde necesitaba marcar con un nuevo estilo la política en los años siguientes. Este nuevo estilo se materializó con su intervención militar en la guerra de Kosovo y el rechazo público a la guerra de Irak, acciones con las que Alemania dio un puntapié a las pautas que hasta ese momento habían regido la política exterior germana, mostrando de esta forma una recuperada confianza en sí misma. Aunque no llegó a romper del todo con el pasado, el entonces ministro de Exteriores, Joschka Fischer, estableció las bases de su participación en Kosovo diciendo "Nunca más Auschwitz". Además, la Historia no estaba olvidada en cuanto a las relaciones con los países vecinos, y en especial con Polonia y la República Checa.

El sufrimiento, en primera línea

Por todos estos motivos el historiador y docente de la Universidad Técnica de Berlín, Etienne François, prefiere no hablar de un nuevo nacionalismo alemán. Ha dedicado los últimos años a investigar la Historia de este país y, según sus hallazgos, este recuperado orgullo o confianza alemana se debe sobre todo al distanciamiento respecto del Nacionalsocialismo. Según François, quedan ya pocos testigos de esta época en vida y, si bien es cierto que los jóvenes de veinte años de hoy han crecido con esta conciencia de responsabilidad, desde luego, ya no se identifican con los tiempos del Nacionalsocialismo. Estos jóvenes son capaces de observar su propia Historia desde una distancia que sus padres no pudieron darle.

A pesar de todo, el pasado no queda ni mucho menos en el olvido. En Alemania comienza a haber un creciente interés por su propia Historia, algo que hasta ahora había dado lugar a reproches desde el relativismo y el revanchismo. Hoy en día, se investiga el sufrimiento que para los alemanes sin duda significó también la guerra. Prueba de esta nueva tendencia es la aparición en 2002 de la novela de Günter Grass, A paso de cangrejo, en la que se relata la historia del hundimiento del buque Wilhelm Gustloff en 1945 al ser atacado por un submarino ruso. Asimismo, también en 2002, la revista de actualidad política Der Spiegel empezó a publicar una serie de artículos sobre la huída y expulsión de los alemanes del Este. Tanto el presente debate sobre un posible "Centro en contra de la expulsión" que la Asociación de expulsados en Berlín quiere crear, como la actual exposición en el Museo de Historia de Bonn, bajo el título "Huida, expulsión e integración", son signos de esta nueva tendencia. ¿Se piensa, sin embargo, que se ha mantenido un largo silencio sobre este tema? François rechaza esta idea. De hecho, recuerda que tras la guerra, los alemanes se vieron en un primer momento como víctimas y fue más tarde cuando se reconocieron como culpables.

No se cree en la Leitkultur

A Alemania siempre le ha resultado difícil definir su concepto de unión. Los políticos conservadores han intentado en repetidas ocasiones justificar un patriotismo alemán. Con el debate sobre la Ley de Inmigración como telón de fondo, los cristianodemócratas intentaron ya en el año 2000 establecer los valores fundamentales que se debían respetar si se quería entrar a formar parte en la sociedad alemana. Sin embargo, el concepto de esta Leitkultur, o cultura guía, se mantenía indefinido.

Por ello, Mohr se cuestiona si existe o no un canon que explique esta forma de ser alemana tanto en el plano político como en el cultural. En el año 1964, el sociólogo Eugen Lembert afirmó que una nación se define no tanto a través de sus propias características comunes, sino más bien a través de las creencias en una tal unidad. En realidad, en Alemania se adopta aún una postura escéptica hacia todo nacionalismo que impide llegar a incorporar este tipo de creencias necesarias.

Huelga decir que para el resto de Europa es una buena noticia que Alemania no olvide su pasado, ya que esta dolorosa experiencia crea una necesidad de superar el sentimiento nacionalista y fruto de ello es la idea de la Unión Europea y el secreto de su éxito.

Si los alemanes se presentan con una nueva confianza en sí mismos, esto no debe suponer ningún problema, siempre que sigan manteniendo una postura escéptica hacia un reconstruido nacionalismo.

Translated from Im Schatten der Vergangenheit