Estrasburgo: el eco-paraíso perdido, crónica de un delito casi perfecto
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Elena Urbina SorianoSi existe un delito ecológico perfecto, Estrasburgo es su capital. Vista con los ojos del viandante que llega de los lugares más sucios y ruidosos, la ciudad es un pequeño eco-paraíso. Se necesita un reportero Sherlock Holmes, con una lupa, para descubrir una larga lista de crímenes ecológicos…
El delito perfecto
Existe un tranvía que se desliza silencioso sobre una ininterrumpida hilera de hierba. Hay ruedas que dependen de pedales, no de pistones. Hay prados ordenados y casas de otra época enmarcadas en madera oscura, como cuadros olvidados en el desván. Hay una extraña bola de cristal con una estación de trenes en su interior. Se escucha el sonido de un intrincado laberinto de calles que tienen su corazón en el centro histórico. No es el habitual un solo del claxon, sino un concierto metálico hecho con cadenas que crujen y timbres que gritan. Y además hay un viejo Renault negro con un gran cartel amarillo pegado en el maletero. Tiene escrito “Peligro. Stop a la central nuclear de Fessenheim”.
Si existe un delito ecológico perfecto, Estrasburgo es su capital. Vista con los ojos del viandante que llega de lugares más sucios y ruidosos, la ciudad es un pequeño eco-paraíso. Si así fuese, mi viaje sería inútil. Y yo seré solamente un Sherlock Holmes verde a la búsqueda de crímenes verdes en una ciudad aparentemente falta de delincuentes verdes. Podría rendirme y marcharme. Si no fuese por el primer indicio: el cartel contra la más vieja y quizás más peligrosa central nuclear francesa. Una bomba de relojería situada en la frontera entre Alemania y Francia, a 100 kilómetros de Estrasburgo y a muchos menos del parque natural Ballons des Vosges.
Y garganta profunda dice: sigue el dinero
Para entender que más hay más allá de Fessenheim, vuelvo a la ciudad. Parece que los habitantes de Estrasburgo tengan solo dos preocupaciones: la vieja instalación nuclear e, inexplicablemente, una especie de gran hámster llamado “Le grand hámster de l´Alsace”. Esperan que la primera muera y que el segundo sobreviva a la extinción. Y ¿después? ¿Es posible que los únicos crímenes correspondan a la fisión nuclear y al destino de un hámster? ¿Qué hay tras esta ciudad casi perfecta?
“Estrasburgo es una ciudad eco-chic. Ecología para ricos. Para quien se puede permitir un coche eléctrico o las tarifas de las bicicletas de uso compartido (bike sharing). Pero bajo esta capa verde brillante, hay una zona gris”. El primer soplo me llega de Manuel Santiago, ambientalista de la asociación La Zanahoria social y solidaria. Nos encontramos en un pequeño bar de un barrio popular hace tiempo, ahora aburguesado. Manuel es un fiero exponente del proletariado ecológico. “Hoy, el bike sharing dispone de medios muy buenos – me explica – pero las tarifas son aún demasiado caras para los jóvenes estudiantes con pocos recursos. El servicio es perfecto para los turistas, algo menos para el que vive en los barrios modestos”.
Las bicicletas no se alquilan a precios convenientes. Un poco reduccionista como hipótesis de delito. Pregunto a Manuel si hay alguno más. Y aquí llega el golpe de efecto: uno de los problemas principales es la comida. Echo un vistazo al mapa. Estamos junto a la Selva Negra, no en un área sub-sahariana. Pido aclaraciones. “El territorio de Alsacia está densamente poblado – continúa mi particular garganta profunda verde – y hay poco espacio para cultivar. Esto crea un problema de autosuficiencia alimenticia. Sería necesario desarrollar la agricultura local. Estamos llenos de recursos naturales. Podríamos crear una red energética limpia con energías solar, eólica e hidroeléctrica. Y sin embargo, tenemos Fessenheim”.
Elemental, mi querdo Watson
Los indicios empiezan a ser numerosos. Y yo empiezo a necesitar ayuda. Hojeo la guía telefónica de Estrasburgo y descubro que la ciudad está llena de abogados del medioambiente. Mi dedo se para sobre el nombre de Julien Schaeffer, del estudio legal ASA-Avocats. Decido quedar con él. “Existe el tema de las instalaciones industriales sin autorizaciones, la contaminación de las corrientes de agua y, dado que Alsacia es una región llena de zonas forestales, están los delitos relacionados con la caza. Estas son las infracciones más frecuentes”, aclara el abogado, armado con el código civil. Elemental mi querido Watson.
Dejo el estudio del abogado lleno de indicios, pero sin pruebas aplastantes. Deambulo sin una meta fija, atravesando calles y puentes. Entonces algo llama mi atención. Un pelotón de carteles azules que hablan de medioambiente. Empiezo a seguirlos. Parto de “El ozono, doctor Jeckyll y Mr Hide”. Más adelante “¡Un clima que cambia!”. Llego hasta “El calentamiento global afecta a Estrasburgo”. Los sigo, como migas de pan, y de improviso me encuentro frente al Centro por los derechos del medioambiente. Se trata de un centro de investigación de la Universidad Robert Schuman. Existe desde 1975. Aquí los estudiantes y profesores estudian los crímenes verdes desde hace más de 35 años. Quizá ellos puedan darme una respuesta.
Marthe Lucas es una joven investigadora que se ocupa de compensación ecológica. Ella me explica que los indicios que he recogido están incompletos: “a ellos debes añadir el problema de la gran circunvalación oeste de Estrasburgo, que tendrá un fuerte impacto sobre los terrenos agrícolas. Y además, está el tema de la calidad del aire. Existen aún muchos coches y el clima de la zona no ayuda. Los ambientalistas creen que la construcción de la nueva circulación puede agravar la situación”.
Una lista infinita de crímenes presupone una lista igual de infinita de penas. “Las sanciones son demasiado suaves – rebate Marie Pierre Camproux, directora del centro – y pagar una simple multa no es un disuasivo eficaz. Sería mejor obligar al que ha cometido el delito a recalificar la zona contaminada”.
“El verdadero problema es que el delincuente verde a menuda no llega ni siquiera a los tribunales”, añade Elisabeth Terzic, una joven estudiante de doctorado que se ocupa de las recalificaciones de las zonas contaminadas.
Estrasburgo, Alsacia. Estrasburgo, Europa
Demasiados crímenes. Demasiadas víctimas. Demasiados delitos para una ciudad aparentemente eco-sostenible. Están todos allí, tras la lupa de un detective verde. Fuera la lupa, los crímenes desaparecen y Estrasburgo vuelve a ser un pequeño eco-paraíso que sonríe frente a la cámara fotográfica de un turista. Estrasburgo es Alsacia, pero es también un pequeño pueblo costero en Portugal, una villa medieval italiana o una metrópoli alemana. Estrasburgo es Nápoles,Madrid y Atenas. Estrasburgo es una ciudad. Quizás más perfecta que otras, quizás menos virtuosa aún que otras. Estrasburgo es Europa. Y los crímenes verdes os rodean a todos, desde Lisboa a Sofía. Probablemente vuestro jardín es uno de los muchos lugares del delito. Descubrirlo es fácil. Solo hace falta una lupa.
Gracias a Birke por la paciencia y la coordinación, a Cristina por la hospitalidad, a Tania por el asesoramiento sobre los hámsters, a Jean-Baptiste y Yulia por haberme hecho de fixer y, en el caso de que olvide a alguien, gracias a todo el equipo de Café Babel Estrasburgo.
Este artículo forma parte de Green Europe on the Ground, una serie de reportajes realizados por cafebabel.com sobre el desarrollo sostenible. Para conocer mejor el proyecto, Green Europe on the Ground
Foto: home-page (cc) Sherlock Holmes/BBC; testo © Gianluca Martelliano
Translated from Strasburgo, l'eco-paradiso perduto: cronaca di un delitto quasi perfetto