Eslovenia protesta: 2013 debe traer la democracia real
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Carmen ChatoLa revolución ha llegado a Eslovenia en otra escala de su gira por Europa. Desde noviembre, un nuevo movimiento social que pide la dimisión de la clase dirigente del país ha cambiado el clima político de forma radical. La Policía asegura que no habían tenido que usar este control de las multitudes desde la descomposición de Yugoslavia en 1991.
Grupos de jóvenes radicalizados atacan a la policía con piedras mientras los helicópteros vuelan sobre sus cabezas. Gas lacrimógeno, botellas y fogonazos irrumpen en un cielo lleno de humo. Hay contenedores calcinados en las esquinas mientras la gente corre de un lado a otro gritando, coreando esloganes y pelando con las fuerzas de seguridad. Estas se muestran incapaces de controlar la multitud. Pero ¿dónde se desarrolla esta inestable escena? La respuesta se encuentra donde menos te lo esperas: en un verde y pacífico país situado en la costa adriática.
Durante los últimos meses, miles de personas por todo el país han continuado concentrándose contra la desigualdad social y la corrupción. La cultura —cada vez más predominante— de protesta y resistencia que se ha venido desarrollando desde el principio de la crisis en 2008 de la eurozona está alcanzando aquellos rincones de la Unión Europea que no tenían visos sospechosos de tendencias revolucionarias. Eslovenia se ha mantenido como una nación estable y un modelo de éxito de integración en la UE (se unió en 2004, N. de R.). No obstante, las protestas están barriendo el país desde Marburgo a Liubliana desde diciembre de 2012 y esta percepción ha cambiado. En Eslovenia, el descontento entre la juventud del país se ha generalizado. La protesta es la nueva forma de democracia: a no ser que se haga un cambio rápido en las políticas, esta será lo que el 2013 tenga en la reserva.
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Las revueltas en Eslovenia comenzaron con la instalación de radares de alta tecnología para controlar las infracciones de tráfico en Marburgo, pagados con 5 millones de euros de fondos públicos. El proyecto aportará beneficios, pero será dirigido por una empresa privada. Debido a que los habitantes de Marburgo no estaban dispuestos a aceptar pagar un millón de euros por radar y que, gracias a ello, una compañía privada obtuviera beneficios, varios ciudadanos indignados destruyeron 11 de estas instalaciones. El alcalde, Franc Kangler, que está acusado ya de 12 casos de corrupción, ha sido declarado por el pueblo enemigo público. Estas protestas, conocidas ya como el tercer levantamiento de Marburgo, se extendieron en diciembre hasta la capital del país, Liubliana. Cerca de 5.000 manifestantes se enfrentaron a la policía mientras otros corearon “ladrones” ante el parlamento.
La extensa naturaleza de las protestas son una señal del descontento hacia la clase política eslovena, que ahora es considerada ilegítima, y hacia el camino de privatización y sumisión a la UE que aquella apoya. Actualmente, tanto el primer ministro Janez Janša como el principal líder de la oposición, que es el alcalde de la capital, están bajo investigación por acusaciones de corrupción. Muchos temen que Eslovenia sea el próximo país de la Unión Europea obligado a pedir ayuda financiera. Durante los primeros días de protestas, Andrej Kurnik, profesor en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Liubliana, pidió que el número de manifestantes fuera “suficiente como para forzar un cambio”. Tras semanas de continuas movilizaciones, parece que estaba en lo correcto. El popular periódico esloveno Delo proclamó el actual Gobierno “clínicamente muerto”. Tomaž Šaunik, analista político, cree que con o sin dimisión formal, “Janez Janša caerá”. Esto parece ser exactamente lo que los participantes de este movimiento anhelan: “Queremos que la vieja élite corrupta que ha estado en el poder desde la caída del comunismo se vaya”, dice un residente de veinte años de Liubliana.
Los sucesos de Eslovenia han suscitado los nervios en la región, especialmente en la vecina Croacia. Si esto puede pasar en la pacífica Eslovenia, la probabilidad de que la agitación social se extienda por los Balcanes occidentales aumenta. Países como Croacia (17,3%) y Bosnia-Herzegovina (43,3%) tienen una tasa de desempleo mayor que Eslovenia (12,2%) y la crisis de la eurozona ha dañado consecuentemente sus economías. Con Croacia preparada para unirse a la Unión Europea en julio, muchos temen que los problemas en la periferia de la Unión puedan extenderse por el vigesimoctavo y recién incorporado Estado miembro. En octubre, la primera de las grandes protestas contra la austeridad tuvo lugar en Croacia. Cerca de 7.000 trabajadores del sector público se unieron a las protestas convocadas por los sindicatos contra los recortes planeados en el gasto público. Las fuerzas de seguridad, asimismo, organizaron su propia manifestación pidiendo el fin de la austeridad.
Si este nuevo movimiento esloveno es capaz de deponer el actual Gobierno —una coalición de centro-derecha que cayó el pasado 23 de enero tras negarse el primer ministro a dimitir—, podría estimular a otros ciudadanos insatisfechos en cualquier otra parte. Durante años, los ciudadanos europeos han hecho la vista gorda mientras que la clase política se llenaba los bolsillos a costa de vaciar las arcas públicas. Finalmente, han dicho basta a un sistema financiero en quiebra que beneficia a la élite mientras deja a la mayoría en una situación cada vez más precaria. Después de todo, el trabajo del político es gestionar la sociedad de tal manera que se asegure el bienestar de sus ciudadanos. La población europea está ahora echando a su clase política.
Imágenes: portada, © cortesía de la página oficial en Facebook de Protestival; texto, (cc) European People's Party - EPP/Flickr.
Translated from Rough guide to Slovenian protests, 2012/2013