El “universalismo” de los valores de los EUA
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maría elena molinaLas cosas pueden haberse exagerado con Bush y la guerra de Irak, pero ¿a qué podemos achacar verdaderamente el antiamericanismo europeo?
El termino “antiamericanismo” ha pasado a formar parte del vocabulario habitual, ello a pesar de que parecen existir opiniones distintas en cuanto a lo que constituye ese “antiamericanismo”. En términos generales, sugiere un tanto de desprecio o desdeño por todas las cosas americanas, aunque ¿cuán a menudo hemos escuchado "No tengo nada en contra de los americanos per se, pero…."? Lo que resulta interesante es que cada persona tiene una razón particular para criticar América. Para los socialistas es su capitalismo, para los intelectuales es su cultura “básica”, para los humanistas su aparente indiferencia ante el sufrimiento en el mundo. Y la lista continúa. ¿Pero cuales son las raíces de este desdén y por qué los europeos sienten que poseen toda una plétora de razones diversas (e incluso en ocasiones contradictorias) para ser antiamericanos?
Los principios del antiamericanismo
El antiamericanismo en Europa puede quizá remontarse al momento en el que América rechazó la dirección británica con su Declaración de Independencia en 1776. Este simboliza el momento crítico de las relaciones entre Europa y América, a partir del cual las ex colonias empezaron a crecer ante la sorpresa de los colonizadores tanto a nivel de importancia económica como internacional. El éxito de Estados Unidos ha afectado sin duda la psique de los europeos: cuando el sujeto se convierte en su propio dueño se desemboca inevitablemente en sentimientos de resentimiento o incluso envidia. Pero aunque esto es válido de algún modo para explicar la necesidad de Europa por autoafirmarse como “culturalmente superior”, como algo de donde cogerse, no lo es todo.
El problema central con los EUA es su creencia en que sus valores son universales. Sus tres principios esenciales, libertad, democracia e individualismo son laudables, pero cuando los dos primeros se convierten en objeto del tercero empieza el problema; en concreto, cuando el “individualismo” se define en puros términos económicos. La individualidad económica fomenta una mentalidad basada en “el que no nada, se ahoga” que, aplicado a nivel interno, da como resultado una división entre individuos con o sin éxito, recibiendo los últimos escasa o ninguna ayuda estatal. Aplicado a nivel externo, y bajo la forma de libre comercio, las naciones individuales que no consiguen mantenerse al ritmo son explotadas y entran en el círculo de la pobreza. Los EUA, gracias a su poder económico, pueden presionar a los países a abrir sus mercados en nombre del libre comercio, lo que ha contribuido a las actuales desigualdades globales y ha fomentado el antiamericanismo. Los críticos indican de igual modo que mientras los EUA recomiendan el libre comercio, les resulta conveniente introducir obstáculos al comercio –tal como la tasa de Marzo de 2002 impuesta por el Presidente Bush sobre el acero importado– cuando benefician a América.
¿Liberadores u opresores?
Esta hipocresía se extiende hasta la intervención de los EUA en la política interna de otros países, lo que ha desembocado en un sentimiento de antiamericanismo tanto en los países afectados como en los que critican estas actuaciones. Los EUA se ven a ellos mismos como modelo de democracia, y la democracia como sistema político que debe ser introducido en todo el mundo. Una de las principales razones enarboladas para destituir a Sadam Hussein fue que era un dictador tiránico y que la intervención extranjera liberaría a la oprimida población iraquí. Si bien esto puede ser cierto, América había apoyado previamente a Hussein en los años 80 durante la Guerra de Irán por razones estratégicas. Este tipo de actitud “pragmática” hacia las políticas extranjeras no es un fenómeno nuevo: América Latina, por ejemplo, sufrió durante años la obsesión de los EUA por exterminar el Comunismo. En Chile, durante 1973, los EUA apoyaron al General Pinochet para destituir al elegido democráticamente, aunque marxista, Presidente Salvador Allende. Cerca de casa, el apoyo de los EUA a la dictadura de Papadopoulos (1967-74) en Grecia -la cuna de la democracia-, generó derramamiento de sangre.
Totalmente aparte de las acciones de EUA en el exterior, el abuso en los EUA de la expresión “antiamericano” o “no-americano” (tal como el antiamericanismo se conoce a nivel interno), constituye al igual un tema de preocupación. Mientras que “la tierra de la libertad” no parece limitar de forma oficial la libertad de expresión, el hecho que un cierto comportamiento se haya denominado “no-americano” parece entrar en colisión con el estatus democrático del país. Tal como señala el experto lingüista Noam Chomsky: “El concepto “antiamericano” es interesante. El homólogo se utiliza tan sólo para los estados totalitarios o para las dictaduras militares… De este modo, en la antigua Unión Soviética, los disidentes eran condenados como “antisoviéticos”. Desde la caza de brujas del “McCarthismo” en los 50 hasta el rechazo de Disney a distribuir la película “no-americana” de Michael Moore, Fahrenheit 9/11, los EUA refuerzan continuamente su imagen externa como entidad monolítica. Es este rechazo de los poderes por aceptar que las políticas y la ética americana pueden no ser siempre las “correctas” lo que constituye una de las principales causas del antiamericanismo en Europa.”
Translated from The ‘universalism’ of US values